Identificaron un nuevo centro clandestino de detención

Rafecas consideró como “un descubrimiento muy importante” el hallazgo del centro clandestino de detención ilegal. Forma parte de la megacausa por los crímenes de lesa humanidad que se cometieron en el ámbito del Primer Cuerpo de Ejército.

El juez federal Daniel Rafecas identificó como Centro Clandestino de Detención y Torturas (CDDyT) a una casa ubicada en el barrio porteño de Floresta. Conocido como “La Cueva”, el lugar habría sido utilizado por agentes de la SIDE en colaboración con el Ejército durante los primeros meses de la dictadura. “Es un logro social, colectivo y personal”, declaró la referente de Suteba y sobreviviente del centro clandestino, Delia Méndez.

La confirmación de que la vivienda ubicada en Bacacay 3570 fue un CDDyT trascendió luego de que Rafecas dictara la “prohibición de innovar sobre el inmueble”. En diálogo con AUNO, el juez federal confirmó que la medida será “permanente” y en caso de que los dueños deseen realizar alguna reforma en el hogar deberán contar con “autorización” previa por tratarse de una espacio vinculado a crímenes de lesa humanidad.

Otra de las medidas que tomó fue la encomendación de un registro fotográfico y fílmico que pueda servir para un reconocimiento del lugar por parte de las víctimas de terrorismo de Estado durante la última dictadura cívico militar. Como primera medida posterior al reconocimiento, el juez aseguró que “seguirá recibiendo declaración (sic) a las víctimas que habrían permanecido en el centro clandestino”.

Este descubrimiento está en el contexto de la investigación por los crímenes cometidos en el CCDyT “Automotores Orletti”, ubicado en la misma manzana. A su vez, esa investigación se encuentra dentro de la megacausa por delitos de lesa humanidad que Rafecas sustancia contra el Primer Cuerpo del Ejército.

La voz de las sobrevivientes

“Es todo muy fuerte”, reconoció Emma Le Bozec, sobreviviente del CCDyT y testigo clave en la causa. Detenida el 30 abril de 1976, durante cuatro días fue privada de su libertad en la actual vivienda del barrio porteño. El testimonio que brindó a la CONADEP en 1984 fue vital para el esclarecimiento de la ubicación.

Sin embargo, aseguró que no es un tema del que haya hablado mucho luego de esa declaración realizada en los ’80: “Nunca me gustó entrar en detalles, son temas que me costó mucho tocar, muy profundos, muy dolorosos y que a la gente antes le costaba escuchar”, explicó a esta agencia y en este sentido agregó que aún “se siente raro” para ella escuchar que la llamen “sobreviviente”.

El croquis realizado por Le Bozec, junto al de otra ex detenida Ana Larrea de Jaroslavsky, coincidieron con el realizado por la dueña de la casa. La misma reconoció que al comprar la propiedad junto con su esposo en 1977 encontraron en el sótano “zapatos de mujer y de hombre”.

La difusión durante los últimos días de que el inmueble era efectivamente “El Pozo” permitió a muchos sobrevivientes identificar de manera fehaciente que ese lugar era efectivamente donde habían sido secuestrados, una de ellas fue la referente de Suteba Delia Méndez. “Yo estuve en ese sótano”, aseguró a este medio.

Secuestrada de la casa de sus padres tres días después del golpe cívico-militar, permaneció cuatro días privada de su libertad. Lo único que pudo ver antes de que se la llevaran fue el Falcon verde que utilizaron los secuestradores. Algunas de las pistas que tenía para identificar donde estuvo eran la distribución de las habitaciones y el sonido del tren. La ausencia de más información había hecho “bastante frustrante” la búsqueda del lugar exacto.

“Aunque hayan pasado 44 años la verdad ahora se conoce, este es un logro social, colectivo y personal. Es una convicción que tenemos (por la verdad), no es que sentís la obligación de hacerlo, sabés que tenes que hacerlo”, reflexionó.

De manera curiosa, a pesar de haber sido detenida antes que Le Bozec, ambas mujeres coincidieron en muchos espacios políticos y gremiales con la vuelta de la democracia, sin saber ninguna de las dos que habían pasado por el mismo CCDyT. Sólo luego de la confirmación, ambas notaron el vínculo que las unía: “Nos reíamos porque estuvimos en un montón de reuniones juntas”, comentó Méndez.

El rol de Estados Unidos

En concordancia con Méndez, para el abogado querellante de la causa Pablo Llonto “ya había algunos indicios” de la existencia de un centro clandestino cercano al ubicado en Venancio Flores 3519. “Sólo faltaba determinar con pruebas si los sobrevivientes lo conocían”, agregó. Una de las piezas finales que permitió indicar el posible CCDyT llegó de la mano de los últimos archivos desclasificados que el gobierno de Estados Unidos entregó a su contraparte argentino.

Los servicios de inteligencia norteamericanos tenían constancia de los crímenes que la Junta Militar cometió y eso se reflejó en los informes secretos que detallaron de manera minuciosa los secuestros, torturas y asesinatos de los grupos de tareas del régimen de facto. Fue en uno de los tantos archivos entregados en donde se reveló la dirección de “La Cueva”.

“Cuando Hidalgo Solá (embajador argentino en Venezuela durante la dictadura) fue secuestrado, lo llevaron a una casa de la Capital Federal ubicada en Bacabay (sic) 3570 que es alquilada por la SIDE y utilizada por el grupo de ‘Gordon’ en sus operativos oficiales”, dice la traducción del documento estadounidense.

La banda de Aníbal Gordon

El sujeto apodado “Gordon” al que hace referencia el archivo desclasificado no es otro que Aníbal Gordon, uno de los jefes de grupo de la Triple A y luego miembro de los grupos de tareas durante la dictadura de 1976 a 1983.

Fue particularmente conocido por sus secuestros extorsivos y el robo de los bienes de las víctimas que secuestraba y que en muchos casos desaparecía. Capturado durante la presidencia de Raúl Alfonsín, murió de cáncer de próstata mientras cumplía su condena por crímenes de lesa humanidad.

“Nos costó pensar que eran esos bestias”, respondió Méndez ante la consulta sobre si tenían la sospecha de que había sido Gordon y su banda quienes las habían secuestrado. Le Bozec respondió de manera similar y narró un evento que da cuenta de lo “nefasto” del accionar de los criminales.

“A mí me soltaron el mismo día que soltaron a dos chicas. Una era uruguaya. Antes de irse les pidió permiso a los secuestradores para despedirse de su marido que se encontraba secuestrado con ella, pero que no iban a soltar y que nunca más apareció. Cuando pidió una guitarra para cantarle una canción a su marido se dio cuenta de que la guitarra era de ella por una cascadura que tenía, se la habían robado de la casa”, recordó.

Imagen: Leandro Teysseire / Página 12

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JP-SAM

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