A pesar de haber sido el rango etario más beneficiado por los fondos de asistencia lanzados por el Gobierno para hacer frente al coronavirus, la generación millennial fue el sector con mayor crecimiento de la pobreza con una suba de 7,1 por ciento y una variación interanual de la desocupación por encima del 4 por ciento.
Argentina se encuentra sumergida en una nueva crisis generada por la pandemia de coronavirus y que potenció los números en rojo que se arrastraban desde la administración de Mauricio Macri. El balance primario de septiembre registró nuevamente un saldo deficitario de 167.182 millones de pesos respecto al superávit de 2019 (+22.892 millones), que se conjugó en un resultado financiero final de 212.020 millones.
Así el gasto primario ascendió a 612.806 millones, lo que representó una suba de 71,6 por ciento interanual, destinado en su mayor parte a los programas de emergencia. Dentro de estos fondos, las transferencias corrientes registraron un incremento interanual de 183.304 millones de pesos, es decir 188,3 por ciento más respecto a 2019, de los cuales 151.312 pesos fueron percibidos por el sector privado: Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP) concentraron cerca de 71.500 millones de pesos, y el programa Alimentar y las asignaciones en materia de Apoyo al Empleo, otros 12.200 millones de pesos.
A pesar de las baterías de medidas lanzadas por el Gabinete económico, el balance del primer semestre de 2020, y con tan sólo tres meses de impacto pandémico directo, dejó ver un salto de hogares bajo de línea de la pobreza de 5 puntos respecto al mismo período de 2019, tendencia que se repitió, con 5,4 puntos en personas que se sumaron a esta condición. Así el primer tramo del año dio como resultado que 2,5 millones de hogares y 11,7 millones de personas no lograron satisfacer el acceso a la canasta básica total ($43.785 enero – agosto) mediante sus ingresos monetarios promedio ($25.759). Así la brecha se elevó a 41,2 por ciento, es decir, que la distancia entre montos se ubicó en $18.026, casi $1.200 más respecto al Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVyM) de $16.875 que regía previo a su última actualización de octubre.
Al hacer un foco más sectorizado, el informe del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) indicó que más de la mitad (56,3 por ciento) de las niños y niñas de 0 a 14 años son pobres, aunque el mayor crecimiento con relación al semestre anterior se observó en los grupos de personas de 15 a 29 años, con un aumento de 7,1 puntos, seguidos del rango 30 a 64, con una suba de 5,7. El porcentaje total de pobres para ambos grupos finalizó en 49,6 por ciento y 36,2, respectivamente.
De esta forma, la generación millennial resultó ser la más castigada, pero también la de mayor recepción de los fondos de asistencia.
De acuerdo al Observatorio de la ANSES, la cantidad de beneficiarios para el primer pago del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) fue de casi 8,9 millones de personas, número que se mantuvo en similares características en las dos ediciones que lo continuaron. En cuanto a rango etario, el total de jóvenes de entre 25 y 34 años (3 millones = 33,3 por ciento) fueron los mayores contemplados, seguidos por los de 18 y 24 años (2,5 millones = 28,2 por ciento). En menor medida se ubicaron los adultos de entre 55 a 65 años ((0,6 millones = 7,1 por ciento)
Escenario heredado y relevancia de IFE
Si se traza la comparativa entre semestres, el resultado muestra un balance negativo de impacto sobre la generación millennial (14-29 años), pero también abre varias incógnitas sobre la efectividad del bono de $10000 y el abordaje de las políticas asistenciales en este sector que ya se encontraba bajo un diagrama desfavorable previo a la pandemia.
Tasa de desempleo: la generación millennial frente a un futuro negro
El desempleo joven es una de las aristas más complejas por la que atraviesa el mercado laboral en su conjunto. El segundo trimestre de 2019 marcó su máximo de mujeres afectadas de 14 a 29 años con 23,4 por ciento, y de 18,6 por ciento en jóvenes varones de la misma edad en el mismo período. A este escenario se sumó la tasa de informalidad que concentró este subgrupo (19,3 por ciento) lo que dejó a Argentina como el país con la tasa de empleo informal juvenil más alta de la región.
Así, el adicional “trabajo en negro y desempleo” previo al arribo del Covid-19, antepuso un coctel desfavorable que ya habia sido advertido por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en su documento “Tendencias mundiales del empleo juvenil 2020”. El estudio indicó que «los jóvenes tienen tres veces más probabilidades que los adultos (la población de 25 años de edad o más) de estar desempleados«, con el agregado de que esta condición es más frecuente entre las mujeres jóvenes en la mayoría de las subregiones. Además, dos terceras partes de los jóvenes “NINI”, (181 millones global) son mujeres, todos pronósticos que en materia local se cumplieron.
La desocupación se elevó casi 3 por ciento entre los dos primeros trimestres de 2020 (10,4% – 13,1), y dentro de esta condición, los jóvenes de entre 14 a 29 años en ambos géneros se posicionaron como los más afectados. El mayor aumento en mujeres de 14 a 29 años (4,6 puntos) se registró con el pasaje de 23,9% en el primer trimestre de 2020 al 28,5% en el segundo trimestre, mientras que en los hombres del mismo rango etario trepó 4,2 puntos luego de mutar de 18,5% a 22,7%.
La suerte de los asalariados informales, alimentado por casi 20 por ciento del trabajo joven, también sintió el impacto recesivo. En el segundo trimestre de 2020, los puestos de trabajo totales alcanzaron 17,1 millones, lo que dio cuenta de una caída de 16,8% frente a igual trimestre de 2019. Dentro de ellos, la baja observada en los puestos asalariados no registrados (34% interanual) y no asalariados (28,6% interanual) fue más pronunciada que en el caso de los empleos en «blanco».
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