Fiesta en la guarida

Desde la noche del sábado y hasta las 6 del domingo, amigos, hijos y vecinos de las Nobles cantaron el «feliz cumpleaños». Lo celebraron con cultura, vino y empanadas; cumbias y ochentosos.

Florencia García Alegre

Lomas de Zamora, noviembre 26 (AUNO).- 14 de julio 142. El empedrado de la entrada del galpón de las Nobles Bestias reunió a las 21 a muchos de los invitados, que no eran desconocidos. Los reencuentros y los saludos duraron hasta el domingo. La misma extensión tuvieron los “feliz cumpleaños”, unas veces cantados, otras recitados y muchas abrazados.

La sala estaba cerrada. Sobre el portón, en una pantalla se proyectaban clips sin sonido de algunos de los clásicos de las Nobles: Por mis alas, Juana Azurduy y el concert Noches de bestias. Sólo se escucharon las voces de la Compasiva, una compañía nacida en la casa, que mandó su saludo desde una gira por América Latina y Estados Unidos.

A la izquierda, con sus mesas listas, el bar de las Nobles tenía vino, cerveza y empanadas para los invitados.

Se apagó la pantalla y una escena del clásico grotesco Mateo hizo del empedrado su escenario antes de entrar en la sala. Luego, Lisandro Cavanna presentó un monólogo en el que nos habló del barrio y de “lo mágico” que es para las Bestias de Temperley y del sur tener su “guarida”.

A la medianoche abrieron las puertas de la sala que se llenó en cuestión de segundos. Como el espacio en las gradas no era suficiente, los hijos, vecinos y amigos del teatro se sentaron en el suelo o se acomodaron tan rectos como alegres a los largo de las paredes negrísimas del galpón.

En el fondo estaba el escenario al que subieron los anfitriones, los padres del Teatro de las Nobles Bestias, Claudia Eichenberg y Alfredo Badalamenti, aplaudidos y silbados un rato largo por cada uno de los presentes. Por el nacimiento y los ahora veinte años del espacio, Claudia agradeció directamente a los espectadores. “Su mirada nos arma y, por suerte, también nos desarma”, concluyó. Alfredo se acercó a abrazarla. El aplauso fue total e interminable.

Así llegó la entrada al escenario de Lucía Manrique y Martina Cordara, dos clowns que competían por ver cuál de ellas bailaba mejor. Oficialmente la risa se instaló en la sala. A continuación, Ramirito, el niño eterno del Teatro Kabeza, encontró sobre las tablas el rincón al que fue mandado por “contrabandear” Naranjú. Fue ovacionado. Los aplausos que los invitados tenían para él se mezclaron con los dedicados a la llegada de Papas Bravas, quienes, teniendo muy presente la celebración, empezaron con su repertorio de clásicos locales en inglés, Argentinian to the stick. El público cantaba a la par de ellos y su “Ópera Rocka” hizo reír a todos al unísono.

Los aplausos a la compañía de Turdera se fundieron con “Fiesta”, de Raffaella Carrá. La música estuvo en las manos de Julieta Papi, miembro del dúo Bienvenidos a la computadora y de Teatro Kabeza.

El buffet siguió surtiendo a los invitados de vino y cerveza. Las empanadas se acabaron rápidamente. Todos bailaron tan alegres y frenéticos como interpretativos. Algunos formando rondas, otros, trencitos interminables. Transpirados, todos. Pero ninguno preocupado ni por asomo.

La velada fue larga, a las 6 seguía su curso. Los “feliz cumpleaños” siguieron sin cesar entre cumbias y ochentosos, entre felicitaciones y más abrazos por funciones actuales y susurros de próximos proyectos.

AUNO-26-11-2014
FGA-MDY

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