Lomas de Zamora, septiembre 9 (AUNO).- Eso que suena en Buenos Aires, debajo de la bruma que tapa las puntas de los edificios y arriba del asfalto que la tormenta azotó, es un coro que parece emanar de los balcones húmedos, de las entradas de los edificios, de la calle misma. Unos metros más adelante, el peatón porteño levanta la vista y está ante la historia: cientos de personas, reunidas alrededor de un chico con una guitarra y un amplificador, cantan las canciones de Gustavo Cerati. De pronto su mamá, Lilian Clark, sale al balcón de la Legislatura de Buenos Aires. Llora, agradece y besa a la distancia a una muchedumbre que aplaude aún atónita.
“Trabajo en el subte y Cerati me da de comer todos los días”, le dijo a AUNO Brian, el chico de la guitarra, antes de conectar la viola al Wenstone. Tenía los ojos rojos, la voz anudada desde la noche anterior y una certeza: “Voy a hacer siete temas, los siete que más me acompañan día a día”.
Esa certeza se diluyó apenas avanzó el punteo de “Adiós”. Las personas concentradas a las puertas del Palacio Legislativo dieron media vuelta y cantaron primero para sí y luego para la madre del cantante, trece de las más clásicas canciones del hombre que esa mañana homenajeaban todas las radios de la ciudad.
Antes de que Lilian saliera, antes de que sonara “Té para tres”, “Puente” y “Cuando pase el temblor”, Ashkar se había plantado, paraguas en mano, a aguantar la lluvia en la puerta de la Legislatura. “Vine de Ituzaingó para despedirlo porque marcó mi adolescencia”. Con los ojos cada vez más vidriosos, contó: “Tengo 50 años y tuve la suerte de ver a Soda Stereo cuando todavía no eran nadie, vi cómo cambiaron el rock argentino… Ahora se me vienen a la mente canciones como ‘Zona de Promesas’ y ‘Persiana Americana’ y sólo puedo agradecer la posibilidad de despedirlo, de dejarle una púa de mi guitarra…”
A dos metros y 25 años de diferencia de Ashkar, Tamara y Florencia (27) también cruzaron el conurbano para subir las escaleras de la Legislatura y dar las últimas gracias. “Si bien no vivimos la etapa de Soda, Gustavo es un icono de la música que descubrimos y seguimos en su etapa solista, y dejó una huella imborrable; lo seguíamos siempre y quisimos estar acá para despedirlo y agradecerle”, contaron las jóvenes de Burzaco.
Bastante más al sur, Aldana, fueguina de 19 años, empezó a conocer la obra de Cerati a través de su madre y en su Ushuaia natal. Cuando los estudios la trajeron a la ciudad de la que tanto hablaban las canciones de su ídolo, el músico ya estaba internado. Pero a pesar de no haberlo visto nunca en vivo ni haber sido contemporánea suya, siempre lo sintió cercano y no puede no sonreír cuando habla de él: “Mi mamá desde chica me hacía escucharlo, pero hace pocos años tomé conciencia de lo mucho que me acompañaba, sobre todo cuando vine a Buenos Aires y no podía dejar de escuchar ‘Paseando por Roma’ o ‘La ciudad de la furia’; esas canciones me hacen sentir acompañada y ese sentimiento no conoce de edades”.
Tres generaciones tuvieron entonces su último instante con un hombre que siempre estuvo a un play de distancia. Ante tantos descensos dolidos por las escaleras de mármol de la Legislatura y el choque frontal contra la indeterminación de la vida, vale recordar la sonrisa final con la que Cerati despide Bocanada y advierte a quien sea que escuche: “Hola,siempre te encuentro”.
JJR-AFD
AUNO-09-09-14
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