Músicos en el tren: códigos, gestos y reglas de los artistas de la Línea Roca

Una docena de artistas convierten el viaje al trabajo o la vuelta a casa en un viaje especial en tren. Los códigos, gestos, guiños y reglas que manejan los artistas que usan como escenario a la Línea Roca.

Son muchos y viajan cerca de cinco horas al día, se mueven de un lado al otro de los vagones en camino recto. Algunos más improvisados, otros con parlantes y micrófonos. Hay solistas, dúos y hasta una banda. Tocan cumbia, rock nacional clásico e incluso temas propios. Su talento lo ponen a la gorra. 

“Yo laburo dos horas y media a la mañana y dos horas a la noche. Cuando se me van las ganas, cuando ya no disfruto, me voy”, cuenta Diego Del Tren, artista del tren Roca, uno de los tantos que ponen melodía a a la línea que cruza el conurbano. El recorrido que hace Diego es de Banfield a Plaza Constitución, hace cinco idas y vuelta por día, y algunas veces opta quedarse en el bajo nivel de la estación, que une las calles Vergara con Leandro Alem. Comienza su jornada laboral entre las 10 y 11 y al mediodía vuelve a su casa para retomar a las 20 y así terminar entre las 22 y 23.

Como en otros trabajos, los artistas tienen que pagar un derecho de piso, hay reglas y códigos para tocar sobre rieles. “En cualquiera (tren) que entres te tenés que ganar el lugar. No te aceptan así nomás, porque ya hay muchos (musicxs)”, aseguró Diego, y reveló que él, por ser “el más viejo”, no tiene problemas. “Siempre se arranca desde el primer vagón, siempre del lado que arranca la locomotora, porque si yo soy otro músico y subo en la mitad del tren eso se llama ‘cortar el tren’, o sea que es una falta de respeto”, explicó sobre los códigos entre lxs que tocan en el ferrocarril.

No están solos, compartan los pasillos con los vendedores ambulantes, quienes pasan primero por los vagones. En las estaciones de Temperley, Lomas de Zamora, Lanús, y Gerli hay “subidas”, es decir, que suben vendedores ambulantes, por lo que ahí suelen cortar para dejarlos pasar.

“Tengo temas propios, pero nunca me divirtió componer. Creo que todo ya está escrito”, contó el artista sobre su repertorio. “Yo a la mañana suelo hacer Serrano, Dolina, temas más tranquilos, para más conciencia. A la noche son temas más arriba, más rock nacional. Quizás los jueves, viernes y sábados suelen ser más arriba, porque cambia la energía de las personas”. En cuanto a las fechas especiales, sea de un partido de fútbol importante, día de la madre o alguna manifestación, Diego confesó que busca canciones que tengan que ver. “Eso lo jugás vos, tenés que meterte con las emociones de las personas”, indicó. 

¿Quién es Diego del Tren?

Te subiste al tren, no venía más y encima te olvidaste los auriculares, lo que para cualquiera que viaje mucho, significa una desgracia, aunque no tanto. Si encontraste asiento, fijas la vista en la ventana y ves casas, edificios, plazas y personas pasar. A veces va cargado el Roca, lo sabemos. En una de esas, conseguiste apoyarte al lado de la puerta, y como quien no quiere la cosa, empezó a sonar tu tema favorito de Serú Girán. 

Te colgaste viendo sus manos, su temple y la gracia con la que se movía en el vagón. Vos apenas podías mantenerte de pie sin agarrarte de nada, pero esta persona toca la guitarra, canta, camina y esquiva personas en un vagón en movimiento. Para colmo, no desafina. Te cambió la mañana.

Diego del tren, como lo conocen, tocó en el ciclo de la Rock and Pop, en Juana la Loca y en Estados Alterados, también fue animador de fiestas, Dj y hace ya más de 22 años decidió que su escenario cabe en en un vagón. Es de la localidad lomense de Banfield, terminó el secundario en la Escuela Normal Antonio Mentruyt e incluso se inició en económicas en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ), pero la falta de adrenalina hizo que pegue un volantazo por su sueño.

Siempre le gustó la música, estudió en el conservatorio Julian Aguirre y en el conservatorio Costa. La chispa estaba encendida, faltaba avivar la llama. “Le metía diez horas por día. Tocar la viola era como masticar chicle para mí. Amaba tanto hacer eso que mi vieja me quería cagar a palos porque no hacía otra cosa”, contó Diego.

Comenzó como guitarrista y cantante, a sus 18 años, y tocó en bandas conocidas como Juana la Loca y en Estados Alterados, que trabajaban para el circuito de la famosa radio argentina Rock and Pop. “No podíamos vivir de eso, pero nos ponían buenos escenarios. Fue el momento más comercial que tuve”, confesó.

“Te ponían unos mangos y te movían por lugares importantes” señaló y precisó que tocaron varias veces en la discoteca Cemento, donde tocaron bandas famosas como Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, La Renga, Ataque 77, Babasónicos, Los Piojos, Sumo, entre otras. Giras, espectáculos y noche. Así fue el debut de nuestro músico conurbanense, quien ahora tiene 52 años y está viviendo de lo que lo hace “feliz”. 

A sus 20 años se alejó de las bandas y comenzó a brindar cena shows en diferentes restaurantes de zona sur, donde de a poco fue forjando su público con su carisma. “Yo no entendía cómo un ser humano puede trabajar ocho horas de lo que no le gusta, más dos de viaje. Serían diez horas de lo que no te gusta, llegar a tu casa estar un ratito con tus hijos o quien sea y volver a acostarte para volver a la matrix al otro día” planteó y remarcó: “No lo entendí jamás”.

En 2002, tras el Corralito y la crisis del 2001 muchos boliches y restaurantes tuvieron que cerrar sus puertas. Diego en ese entonces empezó a trabajar en uno de los quioscos de la estación, hasta que un día con un amigo suyo, Pablo Blestcher, decidieron tocar un par de canciones en el bajo nivel de Burzaco. “La gente me mimaba, me decía ‘Qué lindo que lo haces’, me aplaudía, ‘tocate otra’. Ahí empecé, subimos juntos al tren y empezamos a jugar”, expresó y comentó que cuando toca evita mirar a la gente, y sólo observa la puerta. “Estoy en mi mambo. Yo la paso muy bien en la calle”, sostuvo.

Yo siempre ando con la misma ropa, el mismo chaleco. No soy de comprarme, pero tengo que disfrazarme, porque así es mi personaje” contó acerca de su vestuario, su pluma en la oreja y las artesanías que siempre lleva y lo caracterizan. “Yo al principio quería tocar y no hablar mucho con la gente. Me veían como un bicho raro” sostuvo, a la vez que reveló que se terminó haciendo de muchos amigos y amores en el tren.

Estoy 4 o 5 horas en la calle y vivo bien. Siempre fui distinto en todo eso, no me faltó nunca guita. Yo era feliz haciendo lo que amaba. Veo la angustia, la tristeza y cómo se tratan los que van a la matrix (refiere al trabajo rutinario)” apuntó y agregó: “No sé si se vive de esto, yo soy feliz”.

Un día Diego estaba emprendiendo la vuelta en el tren fantasma (así le dice él al último tren que sale de Constitución) y vio en la esquina del vagón a un hombre llorando desconsoladamente, quien al verlo, tal vez creyó encontrar en él la solución a su problema. El hombre, desesperado, le pidió que lo acompañe a Glew para cantarle unas canciones a su mujer. Él aceptó y fueron inmediatamente a la casa del hombre.

Llegamos, pasé por el costado al terreno y me dijo ‘Pasá, anda al fondo y escondete’. Yo ya tenía la plata en el bolsillo. Él golpea la puerta y le preguntan ‘Quién es”, él le dice “el Carlos’. ‘Andate a la re puta que te parió’, empezó a los gritos la señora del lado de adentro”, contó jocoso Diego.

Estuvieron puteándose como 15 minutos y en una de esas, ella abre un poco la puerta y sale a las trompadas. La abraza y la contiene un poco, pero la mujer tiraba piñas para todos lados”, relató. En un momento, todo se calma y el hombre le hace seña para que salga a cantar de entre medio de los yuyos. «Arranco con la primera, y entre canción y canción ella le tiraba un par de trompadas a él. Yo tocaba las cuatro canciones y me iba”, recuerda de ese momento.

Después de la extraña secuencia, pero romántica al fin, Diego retomó su vuelta a casa. “Hice dos cuadras hasta Hipólito Yrigoyen y me quedé esperando el bondi. No sabía qué hacía en el medio del campo y pensaba en mi vieja que me decía que iba a ser difícil ser cantante”, recordó.

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