Se respira esperanza en el sur porque el Teatro El Refugio, de Banfield, no cierra. El lunes de la semana pasada el cartel de alquiler marcaba un antes y un después. Un adiós. El Refugio se despedía luego de las terribles consecuencias económicas que el coronavirus le había generado. Pero después de todos los mensajes de tristeza de lxs vecinxs de la región llegó la noticia tan esperada. El Municipio de Lomas de Zamora se comprometió a adelantar el pago de un subsidio, enmarcado en una ordenanza que colabora con los espacios y teatros independientes de la zona. “Sucedió el milagro”, festejó el gestor del lugar, Daniel Bastias.
El Refugio nació el 8 de agosto de 1988 y fue fundado por el actor oriundo de estos pagos Nicolás Cesare. Como la mayoría de los teatros independientes emergió por la falta de espacios para actuar. «Si querías actuar tenías que alquilar un teatro y era carísimo”, explicó Bastias. Con el paso del tiempo la sala fue tomando distintas formas. En este 2020 se cumplen siete años desde que Daniel comenzó a formar parte de esta historia y hoy está al frente del espacio. Pero no está solo. Los que lo gestionan son un grupo de amigos que sugiere que trabajar ahí es parecido a salir a divertirse.
Desde que se decretó el aislamiento obligatorio el teatro no pudo generar ingresos y se veía obligado a desaparecer. Con ello se esfumaban las posibilidades de trabajo para muchxs artistas. El Plan Podestá fue el único incentivo por parte del Estado que recibieron y solo sirvió para pagar deudas. Hoy, gracias a la ayuda de lxs vecinxs y sus mensajes, que cobraron fuerza en las redes sociales, se agilizó el pago del subsidio que colabora con la cultura de la región y evita esta vez que baje el telón.
“Desde el municipio llamaron al dueño de la propiedad y luego tuvimos una reunión entre el municipio, el dueño de la propiedad y yo, y llegamos a un acuerdo”, contó Bastias a AUNO. “Se nos va pagar en 20 días ese subsidio y de ahí vamos a poder saldar la deuda que tenemos con él (el propietario)”, detalló.
Frente a la pandemia y a la parálisis de la actividad cultural, a mediados de mayo el teatro se había reinventado lanzando bonos solidarios que implicaban descuentos futuros en actividades que se desarrollarían dentro del espacio: shows, talleres, obras; también consumiciones. “La gente golpeaba la puerta de mi casa y me dejaba aunque sea 100 pesos con tal de ayudar”, recordó Daniel.
El último show se realizó el 7 de marzo pero después fueron cinco meses “durísimos” con el espacio cerrado. Los bonos no alcanzaron y sólo recibieron, en abril, el incentivo económico brindado por el Instituto Nacional del Teatro (INT) bajo el nombre de Plan Podestá. De un soplo ese dinero se fue en pagar deudas o en ponerse al día con el alquiler. “Se cobró eso y se fueron pagando cosas, deudas que teníamos, pero no alcanzó para nada: como se cobró se pagó”, especificó.
Pero en estos días se pudo escribir otro final para esta historia. Un final colectivo. Porque la comunidad logró que “el municipio entendiera que el teatro se iba a cerrar, y como el municipio no quiere que el teatro cierre, se puso en contacto rápidamente con el dueño” del espacio. Antes, cuando le pedían al gobierno comunal el dinero del subsidio anual correspondiente a la ordenanza 15.852 les respondían que “tenían que esperar”. “El tema es que tenía que esperar el dueño de la propiedad, no nosotres”, remarcó el gestor del espacio.
Bastias señaló que en medio de este contexto pandémico comprendían que “la prioridad del municipio era otra”. Inevitablemente las puertas de El Refugio se estaban cerrando y el adiós era casi un hecho. “El día que me enteré que iban a poner el cartel de alquiler en la puerta llegué a mi casa y estuve llorando desde las 7 de la tarde hasta las 12 de la noche, que me dormí, porque era perder un proyecto de vida”, rememoró. “Porque para nosotros el Refugio era eso”, enfatizó. No era un proyecto económico: “cualquier negocio que te pongas seguro va a rendir más que dedicarte al arte, la autogestión y la cultura”.
El show puede continuar. Daniel no estuvo solo. Cuando lo único que le quedaba era “resignación” llegaban mensajes y mensajes de distintos grupos de teatro que habían pasado por El Refugio y de bandas que habían hecho algún show. «Hay que hacer algo para que el teatro no cierre”, retumbaba. “Hay que hacer algo”, y el eco llegó. “El milagro sucedió, el miércoles me llamaron desde el municipio”, destacó.
“Yo soy actor y director de teatro pero El Refugio me transformó en actor, director, abogado, barman y empleado de limpieza, entonces para consolarme pensaba que quizá podía buscar un lugar más chico y así tener más tiempo para dedicarme a lo mío y no tener que estar pensando tanto en tantas cosas”, contó. Pero ahora este refugio artístico sigue en pie. “Gestionar cultura en la Argentina es muy difícil, es el peor negocio que puedas elegir. De hecho ahora queda en evidencia la precarización de los espacios culturales y de lxs artistas independientes”, lamentó. Hay una “deuda pendiente” en este sentido.
De todas formas, quien comanda El Refugio entiende que se debe “seguir luchando por la emergencia cultural en la provincia de Buenos Aires”, porque tanto artistas como espacios “están descuidadxs”. “Tengo 47 años y me pregunto ¿por qué no habré estudiado otra cosa?”, reflexiona, aunque se detiene y también piensa: “Pero hago lo que me gusta y ahí es donde me vuelvo a levantar y lo vuelvo a intentar todos los días”.
El espacio, que supo ser refugio de miles de artistas independientes de la zona sur, no se despide de nadie. Fue gracias a la fuerza del deseo de muchas personas, su cariño, y el reclamo colectivo que se transformó en ruido. Sin embargo, no iba a ser el primer centro cultural en cerrar en medio de la pandemia. Por eso, este momento obliga a poner sobre la mesa la situación precaria del sector artístico en nuestra sociedad, y a reclamar por medidas que contemplen, y eviten de ser posible, más adioses.
AUNO-25-08-2020
DESP-MDY