El «Defe» tiene defensores de lujo

El histórico Defensores de Banfield zafó de cerrar sus puertas gracias a la acción de un grupo de socios que dio la cara por el club cuando más lo necesitaba. Un subsidio del gobierno provincial lo ayudó a evitar la quiebra y el consecuente cese de actividades. Ahora, la idea es sanear la institución para que poco a poco vuelva a ser el segundo hogar para los chicos y jóvenes del barrio.

Una semana atrás, una orden de remate habría acallado los gritos de gol, quitado la respiración a los que la aguantan por una brazada más y robado la ilusión del triple acertado mientras la pelota gira en el aire del segundo piso del club. Una semana atrás, Defensores de Banfield tendría que haber cerrado la gran puerta de vidrio que recibe a los socios, en José María Penna 1610, por las deudas y los juicios acumulados tras una década de “mala gestión”, que amenazó con borrar de un martillazo 80 años de historia.

Nada de eso sucedió. Porque el club recibió un subsidio de 100 mil pesos provenientes del programa Luna de Avellaneda, creado por el Ministerio de Desarrollo Social bonaerense, que le permitió frenar un juicio de un ex empleado del club, que hubiese dado sentencia de cierre el 30 de marzo pasado.

Sin embargo, la deuda a la que la Comisión Directiva califica como “histórica”, arrastra cuentas sin saldar con los organismos fiscales (Afip, Arba) y juicios inconclusos e “imposibles” de pagar —por los intereses— con “vecinos” que presentaron demandas por conflictos contractuales o por accidentes.

Para eso la institución está buscando “una solución integral”, explicó Marina Lesci, que con 25 años es la presidenta de la entidad, y junto un grupo de vitalicios, socios y vecinos, vienen trabajando desde 2005 con la idea de sortear la situación.

“Con lo que ingresa de las cuotas sociales el club se mantiene y hasta genera una ahorro para hacer obras. Si el club se hubiese fundado en 2006 no tendríamos déficit, o sea, si en dos años es rentable como puede ser que durante quince años haya dado pérdida”, resumió Lesci.

Ninguna de esas preocupaciones parecen haber perturbado a Francisco, que apenas supera los diez años, y se pasea por el club con sus zapatillas de astronauta que lo ayudan a estar un poco más cerca del aro en los entrenamientos y partidos de mini básquet.

“Dicen que lo van rematar al club”, comentó con un tono descreído el pequeño basquetbolista, pero se alarmó cuando el cronista lo consultó sobre la posibilidad de tener que cambiar de lugar de entrenamiento. “Ni en pedo. Estoy acá desde los tres años”.

Será porque la amenaza del cierre aún está latente aunque ahora más lejos en el tiempo por los plazos judiciales. Sin embargo, Norma y Silvia, porteras del club hace décadas, son las que manifiestan que el peligro de quedarse sin trabajo estuvo cerca y que el temblor hizo que la identidad brotará en los empleados. Como lo muestra la colección cronológica de las noticias “post-salvataje” que coleccionan en una de las paredes de su oficina.

“Pensé que iba a ser contraproducente que se hiciera pública la mala situación del club. Imaginá un padre que envíe a su hijo a un club al que le están por rematar todos los bienes y cerrarlo. Pero no sé qué paso, la gente se acercó y, aunque nosotras estábamos con miedo, nos decían `va a salir todo bien´”, describió Silvia. Y para graficar la reacción en la gente, Norma resaltó que “desde hace mucho que no se inscribían cien personas en un mes”.

Esas señales de esperanza no son fruto de la casualidad o de la buena predisposición de los vecinos, sino que en los últimos años la institución se estabilizó y recuperó varias actividades: patín, handball, kung-fu, aikido y yoga.

Incluso, el vóleibol masculino, una de las actividades más significativas, estuvo a punto de cerrarse hasta que la Federación Metropolitana decidió colaborar con el club y becar a todos los jugadores.

La pelea por sanear la institución comenzó en 2005 con la iniciativa de un grupo de vitalicios entre los que estaba Rubén Humpreyf, que muestra la chapa de vitalicio con su carnet de 1979 y a quien en el club reconocen como “una constante”. El octogenario aseguró ser el tercer socio más viejo del Club Atlético Banfield, lo que no es casualidad ya que quienes fundaron el “Defe” en 1928 tuvieron una sola razón para elegir el nombre y los colores.

Sin embargo, sin quedarse aferrado a las épocas de oro en las que la máxima categoría de básquet atraía a miles de espectadores y los socios llegaban a los 4 mil, Humpreyf advirtió que para que el club siga adelante “tiene que venir la juventud”.

Esas nuevas generaciones están reflejadas en la presidenta a la que todos le dicen “la piba”, pero también en Guillermo Morelli, vocal de la actual Comisión Directiva, nieto de uno de los fundadores de la entidad y primer presidente que se hizo cargo del club después de aquella “mala gestión” de diez años, en 2006.

“Mi abuelo fue uno de los fundadores del club –dice Morelli mientras señala el gimnasio que lleva su nombre, donde en la actualidad 180 chicas asisten a gimnasia artística— y me sentía mal porque el club se caía a pedazos y yo lo miraba sin hacer nada. Pero nos jugamos sin saber si lo íbamos a salvar o no. Y con honestidad, trabajo y voluntad el club sale adelante, si el único objetivo es el club no puede ser que se caiga”.

La identificación con el club fue lo que hizo que antiguos socios compraran bonos de colaboración, que los socios participaran de las rifas, fiestas y cenas en las que los integrantes de la Comisión Directiva se encargaban de “hacer los panchos” o que los “piojos de 3 años” estuvieran contentos por traer tapitas y ayudar con la colecta, idea del vitalicio hincha de Banfield, que significó un ingreso de 800 pesos para el club.

Por eso, Lesci resaltó la importancia de recuperar las fiestas de fin de año, de premiar a los chicos y hasta se ilusionó con la posibilidad de celebrar un día del niño sobre Penna y Rodríguez Peña. “La pertenencia se genera, los chicos se ponen orgullosos cuando se los premia, se les regala una remera del club. Si se los trata así diez años, cuando sean grandes van a querer participar y defender al club. Es algo que nosotros no queremos olvidar. De qué sirve sanear el club si no está la gente”, explicó.

Por lo pronto, las esperanzas están intactas, sólo queda esperar al ritmo de los juicios y juntar el dinero para enfrentarlos. Por eso, para el próximo 9 de mayo, el equipo de Primera de básquet está organizando una fiesta con “canilla libre” para 500 personas. Y desde la Comisión Directiva preparan un almuerzo para “todos los socios” el 25 de mayo, día en el que también se espera recibir la ayuda del programa “Nuestro Club” de la Subsecretaría de Deportes de la Nación.

NL-NS-MFV
AUNO 10-04-09
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