Mientras la ortodoxia económica propone las mismas recetas de siempre –ajuste fiscal, reducción del gasto público-, desde la heterodoxia académica la visión es muy diferente. En la visión oficial, los principios que rigen el modelo incrementar la producción local y sustituir importaciones retroalimentan al sistema. Cuando se habla de la “profundizar del modelo”, en la mirada de los economistas que comulgan con el gobierno, se habla de hacer más de lo que se estuvo haciendo hasta ahora como una manera de asegurar el futuro. Las dudas entre los economistas heterodoxos, en todo caso, pasan por saber si con avanzar con la sustitución de importaciones alcanza, o si tal vez, haya que adoptar medidas complementarias.
La economía argentina de los próximos años tal vez no presente el alto grado de crecimiento que tuvo desde 2003 hasta 2011. El proyecto de Presupuesto 2012 presentado en el Congreso por el ministro de Economía, Amado Boudou, traza un curso de avance de un 5,1 por ciento para el año entrante. Según aseguró el viceministro Roberto Feletti al defender la ley en el Congreso, un crecimiento más bajo se verá desde el segundo semestre del año próximo. Si bien un crecimiento del 5 por ciento luego de ocho años de mayor actividad es considerado muy bueno, sostenerlo en medio de un contexto internacional hostil como el que enfrentará el país en los próximos años implica nuevos desafíos.
Si se habla de debilidades que podría tener el modelo, la que aparece como más palpable es la necesidad de contar con dólares genuinos para sostener la demanda interna. Y se habla de “genuinos” en vez de “financieros” ya que en el segundo caso se estaría hablando de endeudamiento.
Es necesario mirar lo que, en términos técnicos, se denomina Cuenta Corriente Nacional, un indicador que mide el flujo total de divisas, tanto lo que sale por parte de organismos públicos, pago de deuda e importaciones, como lo que entra por exportaciones, desembolsos de préstamos, remesas de empresas argentinas en el exterior. De acuerdo con datos del Ministerio de Economía, ese flujo se viene achicando de manera muy fuerte desde 2008. Para ese momento, el saldo favorable se ubicaba en el orden de los 10.000 millones de dólares. Para fines de 2010 había bajado a casi 2.900 millones. Según indica el último informe del INDEC, correspondiente al segundo trimestre de este año, la cuenta corriente registró un superávit de 1.552 millones de dólares.
Cómo atacar ese problema fue eje de un debate de tres jornadas que se produjo en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA organizado por la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA), que dirige el director del Banco Nación, Matías Kulfas. Miguel Bein, economista privado, y consultor, trazó allí la siguiente proyección: “En 2001 la Cuenta Corriente era negativa en 4.000 millones de dólares; con la devaluación en 2003, pasó a ser positiva en 8000 millones y este año va a quedar en apenas 400 millones”. Varios motivos pueden adjudicarse a esta caída, pero básicamente, tiene que ver con el incremento de las importaciones, sobre todo de combustibles, energía y bienes intermedios, producto del fuerte incremento de los últimos años.
Así, todo indicaría que en 2012 la masa de recursos quedará más acotada. Y los economistas que con mayor o menor apego al gobierno están de acuerdo con el actual modelo económico plantean de dónde van a salir los dólares que necesitará el país en los próximos años. Para algunos, es viable habilitar un endeudamiento acotado, y para otros, la solución es “profundizar el modelo”. Esto es, avanzar en el proceso de sustitución de importaciones de modo que al comprar menos en el exterior se vayan menos divisas.
Bein considera que el debate económico de la Argentina girará en torno de esta restricción. Sobre todo en la necesidad de financiar infraestructura para el desarrollo. El consultor advierte que el plan de obras públicas que proyecta el gobierno para los próximos cuatro años “no se puede financiar con recursos propios”. “Es imposible llevarlo a cabo sin financiamiento externo”, explica. Por ello plantea como alternativas que el gobierno pueda “mover la cuenta corriente tocando el tipo de cambio” (devaluación) para desalentar las importaciones, o tocar la “cuenta capital” es decir, salir al mercado con bonos de deuda. Bein sostiene que “el modelo no está agotado” pero que hasta ahora “no ha servido para desarrollarnos”.
Eduardo Levy Yeyati, economista de la Universidad Torcuato Di Tella, hace una diferencia entre el concepto de “devaluación” de la moneda, que es una acción deliberada de un gobierno, y de “depreciación”, a la que considera una alteración del tipo de cambio fuera del control del Estado. Típico caso fue la crisis del 2001 y el estallido de la Convertibilidad. Levy Yeyati sostiene que “no hay casos de devaluaciones reales exitosas” en la historia económica, aunque sí de depreciaciones donde, a su criterio, se ubicaría la Argentina. De hecho, rechaza la idea de generar un mayor superávit de cuenta corriente mediante una alteración deliberada de la paridad cambiaria. También comparte con sus colegas cercanos a la Casa Rosada que el “capital externo es pernicioso para el país porque esconde el huevo de la serpiente de las crisis financieras”.
Kulfas, por su lado, no cree que existan problemas en el campo de la cuentas externas del país, pero es de los que piensan que la mejor manera de mantener el modelo es evitando que se vayan divisas del país. Se trata de “poner el foco en el superávit comercial diversificando la estructura productiva y lograr mayor reinversión de utilidades de las empresas transnacionales. Se pueden buscar combinaciones, utilizar alguna dosis de endeudamiento para inversión productiva o infraestructura en dosis moderada”. Kulfas propone atacar la falta de dólares “poniendo todo el esfuerzo en mantener el superávit comercial” con medidas de tipo microeconómico, como lo son las restricciones a las importaciones y los controles al ingreso de capitales de corto plazo.
Hasta agosto de este año, el comercio internacional le dejaba a la Argentina un saldo neto favorable de 7.099 millones de dólares, contra 9.220 del mismo período del 2010, lo que marca una caída del 23 por ciento. El superávit comercial caería desde casi 17.000 millones de dólares en 2009 a algo menos de US$ 10.000 millones este año. Esto sin tomar en cuenta que para diciembre la salida de capitales según estimaciones privadas conservadoras llegaría a US$ 20.000 millones.
La ministra de Industria, Débora Giorgi, considera del mismo modo que Kulfas, que la profundización del modelo es la clave para atacar las restricciones externas. Estima que la industria local está en condiciones de sustituir el 40 por ciento de las importaciones. Si así fuera, el país se ahorraría poco más de 22.600 millones de dólares, si se toman los valores de las importaciones del 2010. El objetivo parece ambicioso de lograr en un corto plazo con medidas puntuales de restricción a las importaciones.
Pero Giorgi resalta que Argentina tiene una “economía abierta” y en ese contexto el proceso de sustitución de importaciones que está encarando el país “no es de cualquier tipo”. Lo define como “una herramienta para la industrialización con procesos productivos de máxima calidad y con productos que satisfacen los más altos estándares internacionales, que permitió entre 2008 y 2011 sustituir 10.000 millones de dólares”.
La ministra considera que los factores fundamentales del crecimiento sustentable son “la inversión pública productiva, la capacitación de recursos humanos y el desarrollo científico tecnológico, todos factores que dan sustentabilidad y competitividad al aparato productivo y que fueron postergados durante décadas”. Y detalla que en los últimos 8 años la inversión en obra pública pasó del 0,7 al 5 por ciento del PBI, lo que significó una aumento del 1.300 por ciento; en energía pasó de 131 millones de pesos en 2003 a 17.300 millones en 2010 y en educación se incrementó del 2 al 6,47 por ciento del PBI, con un aumento del 680 por ciento en el presupuesto universitario.
La innovación tecnológica, pilar del modelo
Y si se habla de la necesidad de profundizar la sustitución de importaciones, la innovación tecnológica tiene que ser clave, casi un elemento indispensable para competir contra los productos extranjeros y abaratar costos. Miguel Peirano, ex ministro de Economía en 2007, reclama más protagonismo de los actores privados en este desafío de la Argentina. “Tenemos que hacer un salto en la innovación y en el cambio de mentalidad para tener una matriz mucho más productiva, aun con una fuerte presencia del Estado y los sectores privados”, sostiene Peirano.
El ex titular del Palacio de Hacienda señala que hay “que trabajar en varios ejes, como seguir con los presupuestos de promoción industrial basada en el desarrollo de innovaciones, y potenciar el poder de compra del Estado como factor de desarrollo empresarial”. En tal sentido, propone que empresarios y el Estado se asocien en la investigación, para no dejar solo en mano de las Universidades el proceso de inversión y de gastos en recursos para lograr avances en el campo tecnológico.
Ruth Ladenheim, secretaria de Planificación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, asegura que el punto de inflexión en el modelo fue la decisión de la presidenta Cristina Fernández de crear esa cartera. “Hemos decidido avanzar en inversión en ciencias con un 0,6 por ciento del Producto Bruto Interno, pero el desafío no es solo incrementar, sino además tener en claro en qué hay que invertir”. Al repecto, Ladenheim advierte que “se observa la aparición cada vez más marcada de pequeñas y medianas empresas de base tecnológica”. Estas, en tal caso, podrían ser las estrellas de la mentada la profundización del modelo.
AUNO 11-11-11 CGL/EV