Ciega por una hora: una experiencia teatral que provoca

En las funciones del _Teatro Ciego_ todo pone a prueba los sentidos. El espectador percibe olores y puede salir mojado por una tormenta. Eso sí, sin verse las palmas de las manos. Para los chicos, la “pulserita de poder contra el miedo”.

Florencia Blanco

Lomas de Zamora, diciembre 27.-Completamente negro en todos los rincones. Ni una mínima gota de claridad se pudo percibir durante una hora. Sentimientos de nervios, inseguridad, hasta mareos, por no tener el control de lo que estaba viviendo, me invadieron en cuestión de segundos. Los sentidos se agudizaron: el olfato, el oído, y sobre todo el tacto, que me hacia asustar cada vez que alguien me rozaba aunque sea un poco. Pensé que no me iba a poder acostumbrar a tanta oscuridad, que iba a sufrir la hora entera por no poder ver, pero fue solo cuestión de minutos para poder sentirme cómoda, aunque atenta a cualquier percepción.

El Teatro Ciego, con su slogan “lo que ves cuando no ves”, se encuentra en el barrio del Abasto y es el único en el mundo donde todos los espectáculos son desarrollados en total oscuridad. Además de ser innovador y creativo, la característica principal es que es inclusivo, tanto para los que ven como los que no ven. Brinda trabajo a 70 personas, el 40 por ciento con ceguera o baja visión. “Dejá que tus sentidos sean los protagonistas”, invitan los carteles pegados en el pequeño hall de la entrada, donde la gente esperaba ansiosa por la función que los haría vivir una experiencia realmente única e inolvidable.

“Si les dijeron que vengan a ver este espectáculo, les mintieron, porque no van a ver nada”, bromeó quien presentó el show en la puerta de la sala, donde la luz era nuestra amiga. Nos fue poniendo cada cinco personas en una fila, y agarrándonos de los hombros como en el jardín de infantes, nos hizo entrar. Esa era la sensación, ser niños otra vez frente a una nueva experiencia, un nuevo aprendizaje. “No se suelten y no tengan miedo, Drácula ya se fue”, recomendó, y descomprimió los nervios de no ver nada. El acomodador nos iba hablando también con el objetivo de guiarnos en la oscuridad, lo que no impidió que algunos tropezaran con la silla antes de sentarse.

“Está bueno realizar este tipo de actividades con gente ciega, pero no es diferente a trabajar con personas que ven”, aseguró Gerardo Bentatti, director del teatro desde su apertura en 2008. “Para mí el ciego que se aventura a la calle no es ciego, es un superciego”. La admiración por quienes lo rodean a diario se notó en el tono firme de su voz. Además de desempeñar la función de dirigir el teatro, es actor y profesor en el centro. Su personalidad se puede distinguir a simple vista. Es decidido, sincero y transparente por donde se lo mire, o por lo que los otros sentidos nos dejen percibir.

Las ganas de introducirse en este mundo lo llevaron a poner su tiempo, dedicación y dinero en un proyecto arriesgado pero completamente original. “No vi cosa más divertida en mi vida que la oscuridad”, y es eso mismo lo que quiere hacer llegar a cada una de las personas. Él es un hombre divertido. Se notaba que tenía muchos amigos y conocidos que lo admiraban y venían a saludarlo. “Cuando digo que no es no. Si tengo que darle una entrevista a quien sea siempre voy a decir que sí, pero si me quiere venir a saludar algún famoso mi respuesta siempre es no”.

alt_text

Magos a ciegas y susurradores de poemas al oído

La función no fue una más. Estaba inmersa en el Quinto Festival de Teatro Ciego. En esta edición las entradas, en lugar de cobrarse como siempre a 275 pesos, se dieron gratis a cambio de un alimento no perecedero para la Fundación Si. No es casual que esta organización tenga como principal objetivo promover la inclusión social de los sectores más vulnerables de Argentina. Gracias a esto unas 400 personas donaron 200 kilos de alimentos no perecederos para ayudar a gente que está en situación de calle.

El día anterior al encuentro algo opacó el festival. Una de las funciones se suspendió por fuerza mayor. Una de las chicas de la obra se descompensó. “¿Justo ahora se viene a desmayar después del viaje que hice para venir acá? Que mala suerte”, pensé, de manera muy egoísta. Al otro día Gerardo me contó que lo que le había pasado a la chica no fue un simple desmayo, sino un Accidente Cerebro Vascular que la dejó en un grave estado. “Morir es fácil. Hay que hacer las cosas cuando estamos vivos mas lo que queremos que lo que no queremos”. Una profunda pena se marcó en sus ojos al instante. Me avergoncé completamente de lo que pensé. Son increíbles las ideas egoístas que puede tener una persona.

Las propuestas fueron variadas durante todo el festival, pero todas inmersas en una oscuridad profunda. Además de las funciones de espectáculos de Teatro Ciego, hubo clases y talleres abiertos; entrevistas a ciegas con personalidades destacadas de la cultura como el grupo Las Taradas; magia a ciegas; susurradores de poemas antes de los shows; y workshops de baile, canto, narratividad oral y obviamente teatro. El objetivo del Festival era: “Difundir el teatro ciego, invitar a la gente que pueda desarrollar otra mirada, presentar algunos ciegos famosos para demostrar que se puede, y siempre buscar educar un poco a la sociedad que capaz no sabe conectarse con la gente ciega”. Hubo debates donde personas no videntes contaban lo que les molestaba de las personas que ven. Pero coincidieron que en general “los argentinos son solidarios”.

“Es entrar a otra dimensión”, dijo una de las espectadoras. Al entrar al salón oscuro a través de una cortina negra, realmente parecía que estabas pasando por un portal que era interminable. “No me veo ni las palmas de las manos, lo intenté pero no pude, miré para todos lados pero nada me aliviaba el temor de la oscuridad”, experimentó una espectadora. “¿No te ves las manos?”, preguntó uno de los acomodadores. “Entonces usá cremas Nivea”. Un chiste tonto pero que nos hizo reír.

Cuando las luces se encendieron, los ojos achinados imposibilitaban ver y comprender en donde estábamos. La imagen que había hecho mi mente del lugar fue completamente distinta a la que era realmente, al igual que los actores que interpretaban a los personajes. Mi mente se imaginó un mundo completamente diferente, pero no fue desilusión lo que sentí, sino asombro. Ser ciega por una hora fue difícil, y estuve sentada la mayoría de ese tiempo. No me imagino lo que será para una persona que tiene que vivir su día a día de esa manera. Al salir de allí lo único que te queda es reflexionar. Un objetivo cumplido por parte de la institución, que busca también la comprensión hacia las personas ciegas o con baja visión.

Como la imaginación era libre en los pensamientos de cada uno, al salir la gente charlaba sin parar contando lo que habían sentido durante la obra. La historia la podíamos escuchar, pero al igual que cuando nos enfrentamos a un libro, visualmente, la escena la teníamos que crear nosotros. “Fue una experiencia inolvidable, desplegás el resto de los sentidos, comenzás a sentir los aromas a distinguir las voces de los actores detalladamente”, comentó con una sonrisa en el rostro Graciela, otra persona que formó parte del público.

Durante la función de El Infinito Silencio, se pudieron percibir diferentes aromas: cuando estaban en “exteriores” olía a flores; en el boliche se podía sentir el aroma a una cantidad exagerada de perfume; y el olor a café se percibía a la mañana. Cada uno de estos estímulos fueron los protagonistas de la función. La obra nos hizo pasar por muchos climas: risas, sorpresa y emoción. Cada escena te trasportaba al lugar en cuestión. Por ejemplo, una tormenta se hizo presente en la sala, con viento y agua que te hacía sentir de verdad que estabas allí. No sos un simple espectador, sino que participas de la historia a través de tus sentidos.

Al tener la visión inhabilitada, el oído, el tacto y el olfato se agudizaron y se volvieron mucho más sensibles. Apenas alguno tocaba al otro se oía como se asustaba y saltaba de su silla. O eso era lo que se podía imaginar, la noción de donde estábamos se iba perdiendo. Es verdad, parecía que entrabas en otra dimensión, desconocida, por lo que el miedo se hacía presente en cada uno de los espectadores. Sobre todo ante la presencia de un actor que hacía de un perro que, aunque pareciera asqueroso, salpicaba agua cuando ladraba y tocaba a la gente ocasionando varios gritos nerviosos que eran opacados por las carcajadas de las demás.

alt_text

El dinero que no alcanza y la poca ayuda del Estado

“Este es el quinto año del festival y estuvimos como en silencio porque no había mucha plata”, confesó Gerardo, lamentándose por el difícil momento que está viviendo el país Aseguró que recibe solo el 8% de ayuda para el teatro, lo que provocó que de hacer funciones solo lo fines de semana, trabaje con talleres de lunes a lunes. De todos modos no les alcanza para poder cubrir todos los gastos.

Ese pequeño porcentaje lo recibe del Instituto para la Protección y Fomento de la Actividad Teatral No Oficial de la Ciudad llamado Proteatro. Este organismo depende del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad y está dedicado a fomentar y proteger a las salas teatrales no oficiales desde 1999. Sin embargo sus objetivos no se cumplen, o por lo menos eso opina Gerardo, que considera poco el aporte que le brindan.

“No tenemos todavía mucha exposición para que nos vean con cariño, y queremos seguir siendo independientes, entonces los gobiernos no nos toman porque ellos quieren proselitismo”. Seguro de su manera de ver la actividad, Gerardo, afirma que la realidad es difícil. Aunque comparado con otros centro independientes, este tiene mucha más visibilidad. El Festival fue promocionado por varios medios, ya sean gráficos, televisivos o por la radio, donde los programas se tomaron el tiempo de al menos nombran al Festival de Teatro Ciego. Sin embargo el director insistió: “Si vos no tenés bandera sos difícil de vender, por lo que no hay mucha ayuda”.

La “pulserita del poder” contra el miedo

“Las propuestas son olfativas, táctiles, mágicas”, repasó el fundador del Teatro Ciego, que además de ser algo completamente innovador, es el único en el mundo que realiza todas actividades en total oscuridad. “Lo que hacemos tiene algunas premisas, pero no todas se pueden cumplir, que tienen que ver con el espectáculo, el compañerismo, la cooperación o con la cantidad de ciegos que va a ver, es decir, todas premisas preestablecidas”. Un ejemplo es el de no ser ambiciosos con las obras que se escriben, que la mayoría son banales, cortas y de humor, para que la gente se divierta en todo momento.

El teatro cuenta con diez espectáculos, incluyendo un espectáculo gourmet, en donde se experimenta comer en total oscuridad, un show de magia, tres musicales y una propuesta infantil con una peculiaridad. Mi amiga la oscuridad es la primera obra especialmente para los chicos que cuenta la historia de dos hermanas, Claridad y Oscuridad, que no pueden convivir por lo que cuando esta una se va la otra. “Fue pensado para que los chicos no tengan miedo a la oscuridad”, contó Gerardo. Junto con la entrada cada chico tiene su propia “pulserita de poder contra el miedo” y ellos mismos llaman a la oscuridad para que los aborde. Algo interesante e ingenioso para ellos.

Los talleres que propone no solo son de teatro, sino también de canto y murga. La propuesta es concreta: vivir una experiencia desde otro lugar.

27-12-16
FB-LT

Dejar una respuesta