“Una batalla campal; una lucha encarnizada; una Guerra”. Son los conceptos que reflejan vivamente lo que fue aquél 27 de diciembre de 1983 para la mayoría de las personas que presenciaron uno de los incidentes más grandes en la historia del fútbol argentino. Era miércoles a la tarde y se disputaba Los Andes-Chacarita, el partido de vuelta de la final del Octogonal por el segundo ascenso a la Primera División, en el estadio Eduardo Gallardón. Sin embargo, la importancia de ese trascendental compromiso quedó marginada en los recuerdos de los simpatizantes por la envergadura que tuvieron los incidentes protagonizados por las hinchadas de ambos equipos, que llegaron incluso, a librar un rudimentario combate dentro del mismo campo de juego.
A 25 años de los incidentes en el Gallardón, AUNO dialogó con dirigentes, simpatizantes y futbolistas que fueron testigos de una de las grescas más importantes de los certámenes organizados por la AFA, y que arrojó un saldo de 27 detenidos, de los cuales once eran menores de edad.
“No sucedió algo peor porque Dios no quiso. Si esto hubiese pasado en la actualidad creo que terminaba muchísimo peor, ya que ahora las peleas entre barras se dirimen con armas blancas o de fuego. Ese día ninguno portaba armas. Por eso no hubo muertos”, estimó el ex futbolista de Los Andes Luis Escobedo, que un año antes había sido combatiente en las islas Malvinas.
Ese día caluroso de diciembre se vislumbraba como una fiesta, en la cual Los Andes tenía la oportunidad de volver a la elite del fútbol argentino. Y empezó así. En la puerta del estadio, la dirigencia puso una alcancía para que los socios y simpatizantes depositasen dinero, con el objetivo de pagarles el premio a los jugadores.
Las tribunas estaban repletas en ambas partes. Se vivía un clima acorde con lo que se jugaba. Por un lado, los “Milrayitas” creían que podían revertir el 0-2 sufrido en el cotejo de ida, disputado en el estadio de River Plate. Por otro lado, los “Funebreros” ya se sentían prácticamente instalados en la máxima categoría.
Sin embargo, ya se podía anticipar lo que sucedería dos horas más tarde. “Lo que más mi impactó fue que, antes de que comenzara el partido, los hinchas visitantes estaban agrediendo a los policías de la Montada. Los volteaban de los caballos”, señaló el entonces presidente del fútbol profesional albirrojo, Jorge “Coco” Barral.
Con el correr de los minutos, las sensaciones y las tensiones se apoderaron del trámite del compromiso. Los Andes terminó el primer tiempo llenó de ilusión, ya que se fue al descanso con una victoria por 2-1, dando muestras de un gran nivel futbolístico al cabo de los 45 minutos iniciales.
En el complemento, “Chaca” llegó rápido al empate, y de a poco la esperanza de los lomenses se desinfló. Después, hizo el tercero y la fiesta “Funebrera” empezó a hacerse sentir. Aunque el equipo conducido por Jorge Marchetta volvió a igualar el encuentro, sus posibilidades de torcer la historia estaban finiquitadas.
A falta de cinco minutos para la finalización del encuentro, simpatizantes del equipo de San Martín empezaron a cortar el alambrado y se asomaron dentro del campo de juego con la intención de dar la vuelta olímpica. Al ver esto, la parcialidad local empezó a cantar: “La vuelta no la dan/ La vuelta no la dan”. En este clima se llegaba al final del encuentro.
Y SE VINO EL ESTALLIDO
“Entraron fácil mil pibes. Saltaron el alambrado y se quedaron pegados al paredón dentro de la cancha. En ese momento, nuestra gente sintió que no podía tolerar que le diera la vuelta olímpica en la cara. Por eso hicieron un boquete en la tribuna popular y empezaron a ingresar al campo de juego”, reseña Daniel, un curtido simpatizante del “Milrayitas”.
Segundos antes del pitazo final, el campo de juego del Gallardón fue invadido por hinchas de ambos equipos, y comenzó una “batalla campal” que duró, aproximadamente, 40 minutos. Las piedras — extraídas de la tribuna visitante—, las botellas, más los palos arrancados de los arcos, empezaron a volar de un lado al otro, y se convirtieron en los elementos contundentes que se emplearon en aquella trifulca.
En tanto, la Montada entró a la cancha con el objetivo de dispersar a los revoltosos y evitar los cruces entre ambos. Los efectivos recurrieron a la vieja práctica de “tirar” los caballos sobre la gente, una metodología muy propia de los tiempos represivos.
Aunque fue imposible calmar a los hinchas enceguecidos, en ciertos momentos de la batahola, la Policía se convirtió en el blanco predilecto de los violentos. “Las dos hinchadas disfrutaban cuando tiraban a los policías de los caballos. Ambos lo celebraban como si se tratase de un gol a favor”, evocan hoy varios simpatizantes.
La sensación de las personas que estaban en el Gallardón era de mucho miedo, ya que las piedras, las sillas, las botellas y los palos iban desde del campo de juego hacia las tribunas y viceversa. “Temí por la vida de mi hijo porque la gente de Chacarita tiraba botellas desde la cancha hacia la platea y todas explotaban muy cerca de nosotros”, contó Barral.
Sin embargo, para los jugadores todo resultó más duro, porque vieron como una multitud ingresaba en el campo de juego, y en el afán de quitarles la ropa, varios futbolistas fueron golpeados por los hinchas.
“Cuando me di cuenta de que estaban entrando a la cancha desde todos lados, empecé a correr y me tire de cabeza al túnel. Adentro, en el vestuario, escuchaba los gritos y me asusté mucho porque mi familia estaba en la platea. Tuve mucho miedo”, señaló Escobedo.
El SALDO DE LA BATALLA
La imagen que quedó en la memoria colectiva de los futboleros de ley, es la del campo de juego del Gallardón arrasado tras una gran confrontación bélica. “La cancha quedó como Vietnam después de guerra”, metaforiza el periodista Pablo Varela.
“Fue un desastre. El estadio terminó como la Plaza de Mayo cuando se produjo el bombardeo de 1955”, remarcó Barral. Por su parte, Pedro, otro simpatizante del “Milrayitas”, recordó: “Era un campo minado. Había deshechos esparcidos por todas partes”.
“De esos días no hay filmaciones y sólo algunas fotos. Creo que hoy, una noticia como esa, hubiese recorrido el mundo, por la magnitud que alcanzaron esos incidentes. Estaba todo destruido, parecía como si hubiese pasado un huracán”, resaltó el ex defensor de Los Andes.
“Me hubiese gustado que toda esta violencia no hubiese ocurrido nunca y que Chacarita diese la vuelta olímpica como corresponde a cualquier equipo que consigue un título”, concluyó el ex presidente del fútbol profesional del club de la zona Sur del Conurbano bonaerense.
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AUNO-26-12-08
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