Un nuevo espacio para crecer

Una fundación que brinda asistencia médica, apoyo escolar y capacitación a hijos de padres con HIV inaugura un centro de día para jóvenes en situación de riesgo frente a la villa La Cava, en San Isidro

Por Guillermo D’Ambrosio

(AUNO-TERCER SECTOR*) Mientras trabajan para lograr que chicos en situación de pobreza infectados con HIV cuyos padres son también portadores se reinserten en su núcleo familiar original, los voluntarios de la fundación COR agrandaron su ‘familia’: a la estructura conformada por la propia entidad y el hogar donde los chicos reciben alimento, vestimenta, alojamiento y apoyo psicológico, han sumado un centro de día para que los jóvenes del hogar y del barrio La Cava, en San Isidro, reciban apoyo escolar y capacitación laboral.
El Centro de Día bautizado ‘Horacio’ en homenaje a uno de los fundadores de la entidad, es un proyecto pensado para complementar la asistencia que brindan diariamente los 48 voluntarios del hogar Casa Cor en el norte del conurbano. “La idea es brindar herramientas para construir proyectos de vida, evitar la violencia y generar un espacio de inclusión”, sostienen en la fundación.
En el centro recién inaugurado funciona el taller de cocina donde 13 jóvenes aprenden a preparar los alimentos que van a servir de almuerzo y también de cena para los que vuelven a sus casas por la noche; los cursos de informática y música que, aunque falten muchos elementos (las computadoras son dos y no tienen instrumentos musicales para distribuir entre los alumnos) ya se abrieron. También hay proyectos para iniciar cursos de mecánica, costura y artesanías, indispensables para obtener una salida laboral.
Casa ‘Horacio’ se encuentra a diez cuadras de la ‘Casa COR’, un hogar donde viven 36 chicos portadores de HIV en situación de riesgo debido a que sus padres no pueden hacerse cargo de sus cuidados. El equipo de voluntarios y profesionales –compuesto por asistentes sociales, una psicóloga social y tres licenciadas en psicología- se encarga tanto de sus necesidades básicas primarias como de los cuidados y controles propios de la patología. Es por eso que son controlados cada seis meses por profesionales clínicos y laboratoristas del hospital Materno-infantil de San Isidro.
Silvia Valerio de Martínez, una de las fundadoras de Cor (corazón, en latín) aseguró a AUNO-Tercer Sector que “queremos que en el hogar la atención sea personalizada”. Este afán por individualizar el trato con los internos tiene su lado dramático: el número de casos que todavía deambulan a la deriva mientras esperan su turno para tener una oportunidad en la fundación ya llega a los 288.
Los chicos que son acogidos en el hogar no se seleccionan al azar. En su mayoría son historias familiares y personales sumamente complejas: Fernando, por ejemplo, tiene 16 años y vive en el hogar desde que tenía tan sólo seis; sus padres eran portadores y él se contagió por lo que Martínez define como la “vía vertical”, es decir, que su madre estaba ya infectada al momento de la concepción, cuadro que se repite en el 98 por ciento de los niños que viven en el hogar.
Si bien en la fundación insisten al decir que “para que los nenes no pierdan sus vínculos biológicos tratamos de comunicarnos con sus padres cada 10 o 15 días”, a veces se encuentran con resistencias difíciles de vencer. Es el caso de Fernando, quien se opone a hablar con su madre, el único vinculo familiar que le quedó después de la muerte de su padre.
Una de las cuestiones que los fundadores recalcan es que no sólo los chicos que pasan por el hogar reciben la capacitación en el centro de día Horacio, sino que también los padres de los internos o los vecinos del barrio que se acercan. “Hay un papá que viene del Municipio de la Costa –cuenta Martínez-. Me llamó porque quería ver a sus hijos y se sentía muy mal; me decía que en Mar de Ajó no se atendía, ni recibía medicación. Lo asistieron en el hospital de Adultos de San Isidro y mientras dura su tratamiento está viviendo en el centro de día, trabajando de sereno”.
Pero no es el único adulto que pasa el día en el centro. También Soledad, una joven de 24 años que vive en la villa La Cava –separada de la institución solamente por la calle Tomkinson-, y es madre de cuatro chicos, está terminando sus estudios secundarios de noche y recibe apoyo escolar en Casa Horacio.
El número de infectados por HIV lleva a que Argentina sea el segundo país de Latinoamérica con mayor proporción de chicos con Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) en relación a la cantidad de población. Se estima que en Buenos Aires los enfermos detectados llegan a 4 mil, de los cuales alrededor de 160 pertenecen al partido de San Isidro, según los datos que aporta la presidenta de la entidad.
La fundación COR trata esta problemática desde 1993. Su proyecto ‘Educar para la vida a pesar del sida’ sirvió para que más de 9 mil chicos y jóvenes en situación de alta vulnerabilidad pudieran recibir atención médica, apoyo escolar y capacitación laboral.

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Cómo comunicarse:
Fundación Cor: Emilio Mitre 214, Martínez. Teléfono: 4793-8468.
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    Revista Tercer Sector

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