(AUNO-TERCER SECTOR*) Mientras la posesión de las llaves de la textil Brukman es motivo de conflictos sociales, policiales y legales, en Avellaneda escriben otro párrafo los obreros que reabren la que había sido su fuente laboral antes de ser cerrada por razones completamente ajenas a sus ganas de trabajar. Es el caso de la ex empresa Cristalux, una fábrica de artículos de vidrio que en los ‘70, cuando su producción de vajillas Durax se vendía sin cesar, tenía 1500 obreros. Cómo es que a fines de 2001 cerró sus puertas dejando a sus magros 180 empleados en la calle sin más es una incógnita que ningún entendido en el rubro puede explicar.
Jorge Cabal, ex trabajador de Cristalux y hoy síndico de la Cooperativa Cristal Avellaneda, rótulo bajo el que 120 obreros reabrieron este año la fábrica, cree tener una respuesta que es a la vez la parábola de un país. “Los anteriores dueños, en vez de reinvertir, se llevaron la plata afuera. De a poquito fueron vaciando la empresa, buscaban negocios afuera de la Argentina”.
Lo que fue Cristalux es un predio que comprende cinco manzanas. Por fuera sus paredes interminables de ladrillo no dejan que se diferencie demasiado de los esqueletos de industrias cerradas que constituyen el rostro típico de la avenida Hipólito Yrigoyen. Una litografía de 1941 corona el edificio principal y deja ver desde la calle unos hombres grandes como titanes en las faenas cotidianas que por ese entonces se daban adentro de la empresa, que parece en su inmensidad y arquitectura un suburbio de principio de siglo, lo único que abandonado, o saqueado, como fue que sucedió.
“Se había hecho creer que la fábrica se iba a vender funcionando, por eso es que después de que se decreta la quiebra Cristalux tuvo un año de continuidad ‘para poder venderla’, como decían los dueños. Pero nosotros creemos que se usó la continuidad para vaciarla”, confía Cabal. “En ese año se vendió todo lo que había en stock, se robaron todos los cables, se llevaron toda la mueblería, la matricería, los moldes para fabricar vidrios. Y lo que no se pudieron llevar, lo dejaron inutilizable o quedó, simplemente quedó, por suerte quedó”.
Cuando la cooperativa obtuvo el permiso judicial para entrar a la fábrica se encontraron con que nada funcionaba y que no tenían “ni un mango para invertir”. La solución la encontraron en el tiempo: “El obrero puede estar todo el día acá adentro laburando para hacer que esto funcione. Hay algunos que no pueden venir durante la semana porque tienen algún otro trabajo, pero después vienen a quedarse todo el fin de semana para irse recién el domingo a la noche”, cuenta Cabal.
Otro método del que se valieron para adquirir los insumos esenciales para producir fue el de vender los cartones, la chatarra, el nylon y los escombros que pululaban en el predio como una herencia inútil. “Todo lo que se pudo vender en ese momento se vendió”, sostiene el síndico, que considera que llevan invertidos “dos millones de pesos, fácil”, que incluyen lo que se le debe a los proveedores que les brindan elementos para el trabajo con la idea de que la cooperativa pague cuando estén “medianamente bien”.
Cabal remarca que “la cooperativa siempre buscó tener una cobertura legal sólida, lo que no es difícil, sólo hay que estar bien asesorado, dar con la gente adecuada. “En ese sentido tuvimos la suerte de estar asesorados por la Federación de Cooperativas de los Trabajadores de Buenos Aires (FeCoTra).
El síndico afirma que tal es el sustento legal de la cooperativa que por esa causa el Gobierno la seleccionó entre 300 cooperativas de todo el país para otorgarle un subsidio similar a los planes Jefes y Jefas de Hogar. “El hecho de estar entre las siete elegidas es algo que nos pone muy orgullosos”, comenta Cabal.
Cristal Avellaneda tiene el proyecto de poner en marcha un horno de 35.000 kilos para empezar a producir vajilla. Su siguiente paso será hacer arrancar uno de 100.000l kilos, que les permitiría hacer frascos y botellas. Después piensan renovar las maquinarias y pagar la expropiación de la empresa al gobierno provincial. La transacción, cuyo costo exacto no se sabe, sólo que “va a salir mucha plata”, convertirá a la cooperativa en dueña legítima. Cabal calcula que todos los pasos van a estar realizados en un plazo de cinco años.
De momento los trabajadores no están cobrando, sino que reinvierten constantemente todo lo que ingresa de las ventas que realizan a distribuidores de todo el país. Cabal indica que algunos de los trabajadores se mantienen mediante los planes de 150 pesos mensuales, otros tienen una ocupación paralela o tiene un negocio, como Cabal, que tiene un kiosco. Pensaban cobrar este mes, pero tuvieron problemas técnicos con el horno de 10.000 kilos que construyeron ellos mismos y que es el que produce los 9.000 platos y los 4.500 vasos y ceniceros que se fabrican por día. “Pero ya está arreglado y estamos bárbaro”, asienta Cabal.
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Cómo comunicarse: Cooperativa Cristal Avellaneda, avenida Hipólito Yrigoyen 2008. Teléfonos 4228-0059/0060.
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*Agencia Universitaria de Noticias y Opinión
Revista Tercer Sector
Una nueva apuesta al trabajo
Como contracara del conflicto en la textil Brukman, 120 ex trabajadores constituidos en cooperativa reabren en Avellaneda la fábrica Cristalux, una de las empresas más importantes del país durante la década del ‘70.
Por Sebastián Ochoa