Lomas de Zamora, junio 24 (AUNO).- Lo conocimos con ese nombre y lo naturalizamos. Pero, ¿tiene lógica que un club a casi mil kilómetros de la Cordillera se llame Los Andes? A lo mejor la rareza acentúa el encanto de uno de los pocos clubes populares del sur del conurbano que no lleva el nombre de la ciudad.
Lo que existe, como siempre, es una explicación. Un hecho de impacto masivo en la época, del que hoy se cumplen 100 años. El 24 de junio de 1916, de alguna forma, fue el día que Los Andes empezó a llamarse así.
En esa fecha, el capitán Angel Zuloaga y el piloto Eduardo Bradley lograron el primer cruce aéreo de la Cordillera, en el globo Eduardo Newbery. Lo hicieron pese a un pronóstico negro: la máxima autoridad en la matería les había advertido que no iban a sobrevivir.
El club existe formalmente desde el primero de enero de 1917. Pero ya durante el año anterior Eduardo Gallardón y los demás integrantes del grupo fundador se juntaban con regularidad a jugar al fútbol en la cancha —un potrero— que estaba en Gorriti y las vías.
La hora de elegir un nombre coincidió con un acontecimiento extraordinario: el primer cruce por aire de la Cordillera. El escenario grandioso se puso de moda y el entusiasmo por la proeza justificó el homenaje.
El nombre fue resuelto en agosto de 1916. “Luego de desechar algunas denominaciones en inglés, el mismo Don Eduardo Gallardón quería llamarlo Cordillera de Los Andes, pero por iniciativa de Eduardo Loizú, hermano de Doña Fausta y tío de Eduardo, se resolvió adoptar el nombre Los Andes para el club, en homenaje a la hazaña.”, reconstruyó Pablo Varela, historiador del club, autor de 100 años del Club Atlético Los Andes, libro oficial publicado este año.
La proeza de Zuloaga y Bradley fue grandiosa. El peligro era grande y los antecedentes de los finales trágicos de las aventuras aéreas de los hermanos Jorge y Eduardo Newbery todavía estaban frescos. Encima, en marzo, durante la Primera Conferencia Aeronáutica Panamericana, los globonautas se encontraron en Chile con Santos Dumont, el brasileño que le discute a los hermanos Wright el logro de haber sido la primera persona en volar un avión.
Dumont, que había construido 15 dirigibles que volaban en Francia, era palabra autorizada. Cuando sus colegas le contaron sobre la idea enseguida surgió un desacuerdo alrededor de los vientos y la orientación del vuelo. Para Dumont había que hacerlo desde Argentina hacia Chile. Para el dúo era al revés. El brasileño les advirtió que si no le hacían caso, se iban a matar.
Muy decididos sobre su ruta, los aeronautas argentinos llevaron dos globos a Chile. Uno para pruebas y otro, más grande, para el cruce.
Llegó el día. Y todo salió bien. El 24 de junio de 1916 cruzaron la Cordillera. Partieron de Putaendo y descendieron en el cerro Las Cepas, en Uspallata. Tres horas y nueve minutos de viaje. Los fueron a buscar con mulas.
La velocidad promedio fue de 105 kilómetros por hora y en la travesía llegaron a subir hasta los 8.100 metros. Usaron máscaras de oxígeno y aguantaron 33 grados bajo cero. Por algunos problemas con el lastre, pensaron en un momento en descartar la barquilla y seguir sentados en el aro de la estructura. No hizo falta.
El gobierno de Victorino de la Plaza (Hipólito Yrigoyen ya había sido electo, pero recién asumió en octubre) mandó un tren especial a Mendoza para traerlos a Buenos Aires, donde los recibieron con una caravana victoriosa que terminó en el club Gimnasia y Esgrima.
La hazaña está plasmada siempre en un nombre que, lejos de las montañas, se pronuncia con el mejor amor del barrio.
AUNO 24-06-16
LOT-MFV