Un personaje librado al abandono

Por estos días está en cartelera la película «Hija única», de Santiago Palavecino, que tiene como uno de sus protagonistas a Juan Barberini, un joven actor en ascenso con estirpe de galán y escuela en el San Martín. En conversación con *AUNO* dijo que esta nueva película «es de diseño más industrial» y cuestionó que actualmente «la cultura está manejando menos plata».

María Teresa Rocca

Lomas de Zamora, noviembre 25 (AUNO) – El reciente estreno de la película “Hija única” del director Santiago Palavecino plantea conflictos de identidad a través de un relato fantástico con saltos temporales, música intensa y una fotografía impecable. Esmeralda Mitre y Ailín Salas son las actrices que coprotagonizan el film junto a Juan Barberini. El actor dialogó con AUNO y reveló que “el material emotivo” para construir su personaje estuvo “en la verdad, en el rodaje” pero “no en la ficción” porque “es bastante más real la relación con las personas” con las que trabajó que lo que pudo “inventar” en su cabeza.

Barberini, que trabajó en diez películas y cortometrajes desde 2009, reflexionó acerca de su personaje en la película: un chico de veinte años que se entera en los 90 que sus padres fueron desaparecidos “en una época diabólica”, pero frente a esa verdad no tiene “ninguna postura que tomar, solo sufrir, nada más”.

“La posición que toma es enamorarse de una chica, salvarse. Tiene que seguir viviendo, ese es su drama. Un tipo abandonado en la vida, no sabe quién es y nunca lo sabrá”, resume Barberini, quien fuera de la pantalla grande protagoniza “Despierto”, en el teatro Beckett, junto Violeta Urtizberea, en una puesta onírica, delicada y divertida.

En una entrevista con esta agencia, el actor también reconoció que “este año se filmó mucho menos, se filmó muy poco en Argentina” en comparación a años anteriores y cuestionó que tanto él como sus compañeros en el porteño Centro Cultural San Martín están “trabajando gratis” ya que “el centro tiene una partida de dinero muy mínima para sostener las producciones”.

¿Cómo fue la experiencia de rodar “Hija única” bajo la dirección de Palavecino?
Trabajé en la anterior película de Santiago Palavecino, “Algunas chicas”, que tuvo un modo de rodaje bastante distinto al de una producción más comercial. Súper independiente, con otros tiempos. En cambio, “Hija única” es de diseño más industrial, de tiempos más acotados al momento de filmar. De todas maneras, está bueno porque Santiago siempre te desafía.

¿Cómo fue ese modo distinto de dirigir?
Son rodajes muy espontáneos de acuerdo a lo que va pasando en cada momento de la filmación. Es la forma en la que él trabaja. Santiago y yo nos entendemos mucho. No es que uno va, se estudia la escena en la casa y luego ya sabe lo que va a hacer al otro día. Es un trabajo muy intenso, muy agotador, hay que estar muy atento y además, entregarse a eso. Te diría que estoy más en contacto con la historia de lo que está pasando en el rodaje que con lo que sucede la ficción. El material emotivo está en la verdad, en el rodaje, no en la ficción. Es bastante más real lo que a mí me está pasando en relación con las personas con las que estoy trabajando que lo que yo pueda inventar. Me interesa eso. Luego uno se atiene los requerimientos de lo que se está contando y después, en todo caso, tendré alguna relación más perversa con esas situaciones porque las podré usar para actuar. Así es más divertido.

El relato de “Hija única” plantea la teoría de la “Herencia de los Caracteres Adquiridos” que dice que los eventos traumáticos o amorosos pueden modificar genéticamente a propios o a hijos, ¿tenías conocimiento de la existencia de esa teoría?
No, no sabíamos nada. Ni los que estaban planeando la película lo sabían hasta que empezaron a encontrar material, a hablar con Abuelas de Plaza de Mayo y se enteraron que se trata de una investigación. Hay gente que está trabajado acerca de estas teorías. Así que no es sólo ficción sino que hay algo de verdad en lo que se relata. Aunque de la realidad, la película, no toma más que las personas y sus costumbres.

Juan, el personaje protagónico que interpretás tiene, entre otros conflictos de identidad, el de ser un hijo de desaparecidos enterado de ello en 1992 a sus 20 años, ¿cómo se aborda dramáticamente un descubrimiento así?
Entiendo que este tema tiene una carga muy fuerte, pero para la película no lo es tanto. Es un elemento más de la historia que estamos contando. No es una película sobre hijos de desaparecidos. Lo interesante es que la película está trabajando con el tema de la identidad. Que la película además es argentina y le pasa a un personaje que es argentino como una de las cosas más fuertes que nos han pasado. En realidad, mi personaje es alguien que tiene más de un problema de identidad, no tiene una idea, a priori, de lo que significa ser un hijo de desaparecidos en el año 1992. En ese momento, el personaje se está enterando de que existe esa posibilidad, por lo tanto, lo está descubriendo. No tiene el proceso de saber qué le pasó, no tiene la instancia que tenemos nosotros. Si tengo que decir algo del personaje es de alguien más librado al abandono. Es el año 1992 y es uno de los primeros casos de este tipo, así que preferí abordarlo como más puro ante esa situación ni pensarlo mucho críticamente porque el personaje no tenía demasiada dimensión de lo que eso significaba. Eso sí, se enamora de una chica y eso es lo más fuerte que le pasa al personaje. Al director le interesaba más contar sobre la complejidad del problema de identidad, el microcosmos de los personajes y de las personas.

¿Cuál creés que es la posición que toma tu personaje frente a esos conflictos de identidad?
La verdad me parece que lo interesante es lo crudo de eso, del´92 estamos hablando. Así de crudo debe ser de repente enterarte y que te digan: “¿Sabés? No sos hijo de tus papás”, “¿cómo?”, “¿qué pasó?”, “desaparecieron”. Eso es lo verdaderamente crudo, el abismo. Es como estar de repente suelto en el espacio. Uno tiene la idea que hay un héroe ahí. No tiene nada de heroico eso. Es ser la víctima de una maldad absoluta que generó mucho dolor en las personas. El protagonista se encuentra con ese conflicto pero se enamora de una chica. No menos que lo que le pasa a cualquier ser humano. Un chico de 20 años que se entera que sus padres fueron desaparecidos en una época diabólica, por unas personas horribles, no tiene nada que pensar, no tiene ninguna postura que tomar, solo sufrir, nada más. Es lo que puede. La posición que toma es enamorarse de una chica, salvarse. Tiene que seguir viviendo, ese es su drama. No lo está analizando, lo está viviendo. Es un tipo abandonado en la vida, que no sabe quién es, nunca sabe. Ese problema no lo entiende, no lo resuelve acá y no se sabe si lo va a resolver algún día. En la película también muestra eso, lo que pasa es que no te lo explica.

Venís de hacer varias películas sin parar desde 2009, ¿estás trabajando en algún proyecto actualmente, aparte de la obra “Despierto”, en el Beckett?
Ahora estoy trabajando en una película con el director de “El Incendio”, pero este año se filmó mucho menos, se filmó muy poco en Argentina. No estoy en los pormenores de la cosa, pero entiendo que es atribuible a la situación económica. La mayoría de la gente que conozco no tiene demasiada plata en el bolsillo. Incluso la cultura está manejando poca plata. Yo estoy trabajando en el Centro Cultural San Martín y estoy trabajando gratis, no cobramos. La cultura que depende de la administración estatal no paga, no le paga a los actores. El centro cultural tiene una partida de dinero muy mínima para sostener las producciones. El tiempo de las personas que trabajan vale dinero. Ese dinero lo estamos poniendo entre nosotros. Teatro se puede hacer todavía. Igual seguimos trabajando porque la realidad económica es sólo un factor.

AUNO 25-11-2016
MTR-AFG

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