Lomas de Zamora, 28 de septiembre (AUNO).- Ernesto Laclau es un escritor y docente argentino radicado en Londres, autor de varios textos y por lo general su escritura se la ubica dentro de lo que se conoce como ‘posmarxismo’.
Escribió junto a la politóloga belga Chantal Mouffe el libro Hegemonía y estrategia socialista (1985); y Misticismo, retórica y política y La Razón populista (2005), donde aborda, entre otros temas, el accionar político del peronismo.
En la Argentina, tal vez la obra más conocida o popular sea aquella última, en que el teórico le da densidad al papel de los movimientos motejados por la derecha como ‘populista’.
Ya el título mismo del libro es una clara toma de posición, una transgresión y un contraataque, si se tiene en cuenta que los sectores oligárquicos siempre se arrogaron la posesión de la ‘razón’ frente a la presunta barbarie que encarnarían los movimientos tildados con mala fe como ‘populistas’.
A Laclau, radicado en Londres, la crítica mediática lo identificó como “el filósofo de Cristina” a raíz de su cercanía con las políticas del Gobierno nacional.
Un dato fundamental en su formación suele estar un poco oculto o tal vez algo marginado cuando se mencionan aspectos biográficos de su trayectoria como escritor y periodista en medios de comunicación de la izquierda nacional de la Argentina.
En ese sentido, Laclau durante la década del 60 dirigió las revistas Izquierda Nacional y Lucha Obrera, ambas vinculadas al Partido Socialista de Izquierda Nacional (PSIN) y al escritor y político Jorge Abelardo Ramos.
Laclau contó, en diferencias ocasiones, la vinculación, las coincidencias y las disidencias con Jorge Abelardo Ramos hacia fines de la década del sesenta, cuando ambos se separan definitivamente y sólo después de varios años mantuvieron alguna correspondencia y se expresaron el mutuo compromiso de tomar un café en Buenos Aires.
“Con Ramos teníamos una relación de trabajo muy estrecha pero Ramos era un hombre reservado en sus contactos. Trabajé cinco años muy directamente con él y jamás nos tuteamos, siempre nos tratábamos de usted. El no tenía un estilo en el cual él compartiera dudas, angustias, al contrario, él pensaba –probablemente correctamente- que su función, dada el carácter antagónico que tenían sus posiciones, era impartir certezas a la gente. O sea que era muy difícil tener una conversación más íntima con él. Y me acuerdo que eran unas pocas semanas antes que nos fuéramos nosotros del partido, y él ya mas o menos se daba cuenta que, los dos nos dábamos cuenta (…) Nos encontramos una noche en el Café Tortoni y estuvimos conversando tres horas (…) Fue la última vez que hablamos”.1
1. Testimonio disponible en el Centro Documental Jorge Abelardo Ramos, Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.
AUNO 28-09-13
HRC-AG