Saborido: “Todo lo que se puede observar hoy es un reflejo de la historia”

El humorista se presentará este sábado en el Teatro Coliseo junto a Felipe Pigna, con la charla «Historias argentinas».

Foto de portada: gentileza Jorge Larrosa

“Vos mirás la historia y te das cuenta de que sos parte de ella, que todo pasa para bien o para mal, pero que no es algo definitivo”, dice Pedro Saborido, responsable de muchos de los momentos más emblemáticos del humor argentino -desde Tato Bores hasta Peter Capusotto y sus videos– y poseedor de una eterna curiosidad por la historia argentina, desde sus próceres hasta de los lugares más recónditos del país. Este sábado a las 21 en el Teatro Coliseo (España 55, Lomas de Zamora) presentará junto a Felipe Pigna Historias Argentinas.

Se trata de una charla en la que el humorista y el historiador reflexionan con humor sobre revoluciones, mitos, delirios, amores, identidades y momentos que marcaron a la patria. “Lo que se desprende de estas charlas es ver las variaciones que pueden tener los hechos históricos sobre nuestra vida y qué podemos reflexionar sobre eso”, anticipa Saborido a AUNO.

A partir de algo que llama»sociología de pizzería», el guionista y director sintetiza la importancia de la curiosidad por la historia: “Todo lo que se puede observar hoy siempre tiene un reflejo de algo que ha venido de la historia”. A partir de esta visión, con su inconfundible voz y pluma, Saborido logra explayarse sobre los temas que más le apasionan: peronismo, conurbano, humor e historia. 

En los últimos años se fue alejando de la televisión y optó por la escritura (Una historia del amor, publicado por Planeta, es el nombre de su último libro de cuentos), la radio (los domingos hace Mundo Disperso, junto con Daniel Míguez en Radio Provincia) y, sobre todo, recorrer el país con diversas charlas en colaboración con Pigna, Adrián Lakerman, Rep y The Walking Conurban

Cada vez que el productor habla (sea a través de una charla, una columna de radio, un guion o una entrevista) sus incisivas reflexiones humorísticas y cuasi-sociológicas sobre la argentinidad dejan algo para reflexionar. En entrevista con AUNO, el escritor habló de la identidad lomense, la historia argentina y la necesidad de abandonar la indignación. 

El conurbano es un tema recurrente en tu trabajo y has realizado charlas en Lomas de Zamora muchas veces. ¿Ves algo en particular de Lomas que lo distinga de otras zonas del conurbano?
-Siendo de Lanús siempre sentí que Lomas tenía como una identidad propia. Tenía su universidad, sus estaciones, su parte semi-rural, sus parques, etcétera. Sentía que era un lugar más grande pero también un lugar más personal, con más identidad. A veces, estando en Avellaneda o en Lanús, sentía que la gente de Lomas era más de Lomas. Hay un sentido de pertenencia muy fuerte, como algo que se desarrolla a partir de tener cierta distancia con la Capital Federal. Entonces, mis viajes hacia Lomas eran como ir hacia otro centro muy grande y muy fuerte. Obviamente que Lanús tiene su centro y Avellaneda también, pero el de Lomas tenía una característica muy propia. Algo de ciudad propia, de pueblerinos. Tiene todas las capas sociales e internamente vuelve a tener lugares de mucha identidad. El tipo de Banfield se siente de Banfield y el de Temperley lo mismo.

-Siempre tuviste un espíritu de colaboración y actualmente hacés charlas con Rep, The Walking Conurban, Adrián Lakerman y Felipe Pigna. ¿Qué obtenés de hacer charlas colaborativas que no obtenés de un unipersonal? 
-Los unipersonales los hago en lugares más chicos. No me siento preparado para hacer un solo en lugares más grandes. Las colaboraciones despliegan distintas cosas de mí, y a veces un pedazo de una charla me lo llevo a otra.

-¿Y qué se despliega de vos en un show sobre historia? 
-Primero, mi propia curiosidad sobre la historia, y después cómo esos hechos históricos pueden tener una continuidad en relatos que puedo hacer yo sobre el conurbano, la identidad argentina, el peronismo. Por ejemplo, la relación entre “civilización y barbarie” va a existir siempre y se puede reflejar incluso en el conurbano cuando hablas de “centro y periferia”. 

-¿Cómo se expresa esa relación hoy en día?
-Cuando vos ves algo que es el conurbano, cuya avenida es Hipólito Yrigoyen, en su numeración vas a buscar el cero siempre, no vas a ir a buscarlo a Capital Federal. Es el inicio; sabés dónde empieza precisamente el conurbano, que es la General Paz, pero el conurbano nunca se termina, siempre sigue creciendo, no tiene límite alejándose de la Capital Federal. El límite lo tiene cuando vas hacia la Capital Federal, y eso es una construcción que es lo mismo que vos podés ver en la Argentina con unitarios y federales. Entonces cuando algo como Las Lomitas quiere imitar a las Cañitas, y luego La Lanusita quiere imitar a Las Lomitas, te das cuenta de que hay algo que es una demanda de civilización cultural, en la cual se supone que esto es lo civilizado, lo «aspirable», lo que debe ser. Siempre va a haber un café de especialidad que empieza por la Capital Federal y luego va a aparecer en el conurbano.

-Hablando de historia, a veces se siente que en la Argentina hay ciclos que se repiten cada diez o 20 años, como si nos olvidáramos de nuestro pasado, sobre todo sus partes más escabrosas ¿El argentino prioriza algo más por encima de la historia de su país?
-Por supuesto: su día a día, su enojo, su fe, su creencia, su resentimiento, su agradecimiento, su sueño. No sé si lo evalúa. Creo que hay un sector que evalúa algo como importante, y un sector que no evalúa eso como algo importante. Un sector que sigue mirando a la dictadura como algo ajeno, como que ocurre en otro lado, o desinformado, minimizado, negado. Pasó con Malvinas, pasó con la dictadura, pasó con el 2001, va a pasar con esto. ¿Qué quiero decir? No vemos todo de la misma manera. No nos miramos de la misma manera. Y quizás, te diría, nadie es como decide ser a veces. Mucha gente no tiene la opción. Yo no sé si decidí ser así, soy así, y es lo que quedó. A veces uno tendría que aceptar que los demás no son como uno, y uno no es como los demás, y que uno no es el modelo de nada. Obviamente sí siente que tiene razón, por eso piensa de esa manera. Si no, pensaría de otra. Una democracia consiste no en que todos seamos como nosotros, sino que simplemente nos alcance como para ganarle a los que no son como nosotros. “Vamos a darle un tiempo”, dicen. Los que deciden la democracia son los que dan un tiempo, no los que están convencidos de algo. Son los que le dan un tiempo y luego cambian. Hay que aceptarlo y tratar de que más gente le dé importancia a la historia. Y por eso también hacemos esta charla.

-¿Qué función cumple en este contexto una charla sobre historia? 
-Nuestra función es el entretenimiento, pasarla bien, juntarse, sentir que estás junto a un montón de gente más parecida a vos. Eso te reafirma. Y es esa cuestión terapéutica, entender que se puede estar juntos y que esto va a pasar. Y poner todo en perspectiva de qué tan mal estás vos y cuánta capacidad tenés todavía de ayudar a ese que también la está pasando mal. No quedarse en el sufrimiento simbólico, sino quedarse en la actitud de ayudar y observar que esto provoque la menor cantidad de daño posible.

Entonces ¿cómo pensás que vamos a ver estos hechos actuales en el futuro? 
-De la misma manera que vemos los de hace 20, 30 ó 40 años. Quizás ocupen dos hojas; ojalá que ocupen poco, porque si ocupan poco es que va a ser la menor cantidad de daño posible. Lo vamos a ver y decir “¿cómo es que pasamos por esto?”. De la misma manera que se mira la dictadura, el regreso de Perón, las Pascuas de Alfonsín, el gobierno de Kirchner, el estallido del 2001. Y nos vamos a olvidar, como nos olvidamos de Malvinas, como nos olvidamos de la pandemia, de todo. Nadie quiere hablar de la pandemia ni de muchas cosas que son traumáticas. Como mucho, alguien se pone a hablar, “¿te acordás de esa locura?”, pero ya la olvidamos. 

AUNO-11-04-2025
TLR-MDY

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