Lomas de Zamora, febrero 5 (AUNO).- Los vecinos de la toma La Esperanza, de Alejandro Korn, San Vicente, denunciaron que el presunto dueño que presentó la denuncia penal que derivó en una orden de desalojo a cumplirse antes del 17 de este mes no es el verdadero propietario de las tierras y debatieron en asamblea cómo afrontar la situación que compromete a 360 familias.
El predio tiene 12 manzanas y se ubica a diez cuadras de la estación Korn. Los primeros habitantes llegaron el 29 de julio de 2012 y “de boca en boca” fueron pasando la información de que ese lugar se estaba ocupando. Las casa de material son muy pocas y están en construcción, el resto están hechas de madera, machimbre, chapa y lonas que ofician tanto de paredes como de techos.
“Acá llueve y se inunda el barrio y las casas, pero la gente no tiene ganas de irse. Han creado un sentido de pertenencia y un hogar es digno a partir de que se lo empieza a tomar como propio”, comentó a AUNO José Luís Vaca, vecino y delegado que ya “vivió varios desalojos”.
La denuncia por usurpación y, en consecuencia, la orden de desalojo fueron presentados ante un juzgado penal por José Antonio Molero, el presunto dueño de las tierras que acusó a los vecinos de “haberle roto el alambrado” para instalarse en el lote. Sin embargo, los actuales ocupantes del terreno sostienen que “investigaron” que los verdaderos dueños son Solares de San Vicente SA y otros dos particulares que heredaron el predio.
“Hemos tocado todos los entes gubernamentales. Si Molero es el verdadero dueño, que reúna todos los papeles necesarios y los presente ante un tribunal en lo civil, porque la gente de La Esperanza no tuvo lugar para defender sus derechos”, enfatizó con firmeza una delegada y vecina del lugar, Inés Benítez, durante una asamblea con varios problemas de organización pero muchas ganas de “proteger” el barrio.
Marina está sola con su hijo, vino de la provincia del Chaco y aseguró a esta agencia que, como muchos otros, “no tiene a otro lugar a donde ir”. Contó que encontró trabajo en una casa y su patrona le informó que el barrio “se estaba instalando”.
Alejandra vive con su marido discapacitado y una hija de diez años, su casa es de machimbre y con lona en techo y paredes se hizo un pequeño lavadero. A veces cuida al hijo de Marina cuando se va a trabajar. Y ella, “como forma de agradecimiento”, le compra un poco de pollo, carne o pan. “En el barrio debe haber un mínimo de tres o cuatro criaturas por casa y muchos no tenemos a donde ir. Si se da el desalojo, mi posibilidad es comprar lona negra e ir a campar a Plaza de Mayo”, aseveró Alejandra.
Otro vecino, Juan Carlos uno de los primeros en llegar a La Esperanza destacó que el lugar es “tranquilo como en ningún otro lado” y explicó a AUNO que la mayoría de las casa son de madera y chapa o lonas porque priorizan “conseguir un trabajo o la comida” y luego, “cuando se asienten”, comenzar a construir casas de ladrillos.
El barrio no tiene pasillos. Todavía hay amplios espacios verdes entre las casa, y el asfalto parece muy lejano. Entre todos los habitantes compraron cables y palos para hacer el tendido de la luz eléctrica. Cuando cae la noche, lo único que ilumina el barrio son las bombitas que cuelgan por afuera de las casas. Las canchas de fútbol, voley y la huerta quedan completamente a oscuras.
Con el agua potable pasó algo similar, hicieron la instalación entre todos y conectaron mangueras para tener agua en una canilla que provee a las casas. La mayoría tiene un baño instalado con cámara séptica y pozo ciego, hecho también con mano de obra propia.
Los pasos a seguir para evitar el desalojo no están del todo definido, pero las opciones son “tocar todas las puertas nuevamente” y movilizarse en la calle. En fin, llevar a cabo “todo lo que esté al alcance” para impedirlo, aunque haya algunos de ellos que no participen porque “no creen en el desalojo”.
JR-AFD
AUNO-05–02-14