Un grupo de agricultores lleva a cabo en la localidad de Navarro, en la provincia de Buenos Aires, una experiencia por la cual producen alimentos en una huerta, integrada a un bosque de frutales y otros árboles, sin necesidad de movimientos de suelo, utilización de pesticidas ni fertilizantes, y bajo el principio de la “estabilidad, diversidad y flexibilidad de los ecosistemas naturales”.
Se trata de la Ecovilla Gaia, unas 20 hectáreas ubicadas en esa localidad, a 110 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, donde cinco familias vienen desarrollando la experiencia desde 1996. Allí, desde entonces, investigaron el comportamiento de unas 2500 especies hasta poner a punto el sistema de 280 especies nativas y exóticas.
En la aldea se cultivan, mediante el concepto denominado permacultura, hortalizas de todo tipo, con la correspondiente rotación estacional, y frutales. La huerta está rodeada además por árboles para la obtención de madera y fijadores de nitrógeno en el suelo, lo que contribuye a conformar un ecosistema de bosque y espacios abiertos que hacen la tierra más fértil”, explica a AUNO Gustavo Ramírez, responsable de la iniciativa.
El concepto de permacultura fue desarrollado en la década del ’70 en Australia por Bill Mollison y David Holmgren y difundido sistemáticamente desde 1981. Su significado proviene de la contracción “agricultura permanente” y consiste en el diseño de ecosistemas productivos que tienen “la estabilidad, diversidad y flexibilidad de los ecosistemas naturales”.
“No es necesaria la labranza del suelo, ese trabajo lo hacen las lombrices. Y para la plantación sólo se hacen pequeños hoyos o se esparcen semillas al voleo, en pequeños surcos”, comenta Ramírez. Tampoco se requieren pesticidas ya que “por la misma fertilidad del suelo, las plantas generan sus propias defensas”.
El referente de la Asociación Gaia sostiene que esas características hacen de la iniciativa “una propuesta económica, ya que no requiere de inversión en maquinarias, ni en productos químicos”, aunque reconoce que lo que se requiere es “conocimiento para la planificación y el diseño” de las plantaciones.
En efecto, la implementación de la permacultura requiere flexibilidad para que puedan realizarse cambios en la medida que la observación y la experiencia lo requieran. “Crear un ambiente en permacultura es un proceso largo y gradual”, afirma Ramírez.
En la ecovilla se utilizan asociaciones particulares de árboles, enredaderas perennes, arbustos y plantas rastreras que se nutren y protegen mutuamente. También se construyen espejos de agua para aprovechar la gran diversidad de actividad biológica en la interacción de los ecosistemas.
Las familias que protagonizan la experiencia de Navarro se autoabastecen con lo producido en la huerta y podrían tener una producción extra para comercializar si no fuera porque dedican buena parte del tiempo al dictado de cursos y la promoción de la permacultura.
“Para una experiencia de este tipo se requiere como mínimo una extensión de una hectárea, que sería suficiente para autoabastecer a ocho personas. El máximo depende de la cantidad de gente que participe, ya que se requiere mucha mano de obra. Todo depende de la cantidad de proyectos productivos que se implementen”, sostiene Ramírez.
Aunque hay muchas experiencias de agricultura organica en el país, la Ecovilla Gaia es pionera en permacultura y ya ha formado a muchos grupos que se están iniciando en campos de la provincia de Buenos Aires y en otros puntos del país.
La permacultura practicada a gran escala posibilita que tierras anteriormente dedicadas a monocultivo y extracción de combustibles puedan liberarse para restauración y refugio de vida silvestre. “No es un sistema de producción, por si mismo, sino que es una filosofía de planificación del uso de la tierra y no está limitada a un método específico de producción”, dice Ramírez.
Por eso, los impulsores de este método creen que se trata de un modelo que debería imponerse ante la crisis del petróleo, para producir alimentos sin contaminación y de manera sustentable. “Queremos proponer una nueva tecnología para que la sociedad no siga alterando el planeta. Lo que en los años atrás se consideró como un idealismo utópico es ahora una emergencia ambiental”, concluye Ramírez.
AUNO 17-04-08 EV