Lomas de Zamora, mayo 7 (AUNO).- La afirmación según la cual al escritor Jorge Luis Borges se lo ataca o defiende sin haberlo leído sigue plenamente vigente. No hay que atacarlo o defenderlo sino leerlo críticamente y alejarse de varios de sus lugares políticos, literarios y zonceras.
Como si fuera una humorada, es premiado hasta por quienes no lo leyeron. Es obvio que el dictamen no corre para todas ni todos.
Algunas de las posturas sobre el autor de Cuaderno San Martín tienen origen en declaraciones periodísticas. Por otra parte, en ese género ratifica sin fisuras la visión de mundo contenida en su literatura.
Siempre se estará dispuesto a emitir una serie de lugares comunes: que fue un hombre preclaro, escritor genial, intelectual universal, genio y figura estelar de las letras y celebridad, entre otras lisonjas, muchas veces lanzadas después de haber leído apenas la solapa de alguno de sus libros.
El propósito de esta breve nota no es discutir la veracidad de aquellos aspavientos, que hasta podrían calzarle, sino alentar a su lectura crítica y evitar caer en los lugares comunes y zonceras del periodismo vagancia acerca del nieto y bisnieto de estancieros. (Esa genealogía la fijó Borges en El tamaño de mi esperanza,1926).
Hubo y habrá también descascarados homenajes y raídas veneraciones; nominaciones de calles, instituciones salas y plazas; aburridos actos en los salones de los edificios de alguno de los poderes del Estado, jornadas y panegíricos varios. Hay un género de personas dedicado a escribir sobre la influencia lunar que lo nombrará para darse lustre.
Incluso hay peronistas que lo celebran. Ese dato al exfuncionario de la dictadura masónica británica de Aramburu y Rojas, con íntima razón, lo hubiera llenado de un dilatado espanto. Borges no era un hombre de andar haciendo concesiones y muchos menos con el peronismo o los peronistas.
Qué hay en la literatura borgeana
Entre el repertorio podemos leer: el mito del eterno retorno de lo mismo, lisonjas a milicos unitarios del siglo XIX, lagrimeo por el Sur, metáfora del país estancia (espacio/propiedad que identifica a los ‘dueños del país’) y celebraciones destinadas a los perdedores de la Guerra de Secesión (el Sur esclavista librecambista de Estados Unidos). Aclaramo que el norte, con Abraham Lincoln a la cabeza, también era esclavista, aunque proteccionista.
Borges escribe también a favor de la separación entre cultura y sociedad: los dobles, los sueños y la asimilación del peronismo a una fábula (“para patanes”, como escribió), van para ese lado. Elogia a escritores nativistas conservadores uruguayos, exalta a cuchilleros individuales y/o matones electorales; y teje mimos y condenas a Rosas.
Su artesanía retórica aprueba el individualismo en una semicolonia, honra a Inglaterra (‘A cierta isla’), adula a los dictadores del 55 y a la fusiladora, lanza diatribas contra el peronismo (poema ‘Buenos Aires’ y otros textos) y a sus líderes políticos, desprecia la democracia, hacia 1975 pide/sueña un golpe de Estado (poema ‘1972’) y después celebra/poetiza desde Estados Unidos la dictadura cívico militar de 1976, aunque después, ya recuperada la democracia, condena a esa dictadura. Digamos todo.
Borges hace gala de arcaísmo cuando titula versos en latín, refiere anécdotas de algún pariente, lo fija en un personaje o relata peripecias propias en tanto narrador (‘Funes el memorioso’ está fatigado de eso). “No me sorprendería que la enseñanza del latín fuera reemplazada por la del guaraní”, se queja en ‘El Otro’ (1975).
Digresión. A nosotros nos parece que la enseñanza del griego, del latín, del castellano, portugués y de cualquier otra lengua de Hispanoamérica deben estudiarse en el sistema educativo público y de gestión particular. E incluso francés e inglés. El estudio del inglés no te hace cipayo. Cipayo es aquel que trabaja para los intereses de la rubia Albión y que predica el libre cambio en cualquier lengua.
En otros textos destaca el gaucho derrotado convertido en peón sumiso de estancias; o contrapone el silbido nativo al del inmigrante (‘Funes el memorioso’); y acomete con la cuestión de la eternidad, metáfora de la muerte o del eterno retorno de lo mismo.
Incansable, busca el orden y el silencio, abomina de los espejos porque reproducen a las personas, fulmina al peronismo, se humedece por Caseros y el 55, y se aleja de la modernidad y el ajetreo de Buenos Aires.
En su literatura se lee también la condena a los negros de aquí y de más allá (Historia universal de la infamia), desacredita las guerras propias y reverencia a las ajenas, escribe historia contra la historia (la brevedad es una metáfora en ese sentido) y hace suya, sin revisar, la arcaica y falsa disyuntiva civilización o barbarie (‘Las muertes de Buenos Aires’ y ‘Recoleta’). Allí hace una civilización y barbarie de muertos, es decir, eterna.
Escribe ubicado en el centro de la razón occidental colonialista. Por tanto, no es un escritor de las orillas, sino de la Argentina semicolonial.
Lo mejor de Borges se encuentra en Inquisiciones (1925), El tamaño de mi esperanza (1926), en Fervor de Buenos Aires (1923), Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín (1929). Aunque está también allí prefigurado el proyecto narrativo ulterior. Tanto cambia después, que renegó de aquella escritura del veinte.
Después, se encuentra el prólogo que Borges escribió para el libro de Arturo Jauretche: El Paso de los Libres. Relato gaucho de la última revolución radical (diciembre de 1933) dicho en verso por el paisano Julián Barrientos, que anduvo en ella. Tal es el nombre completo del libro, cuya primera edición fue de la Editorial La Boina Blanca.
«El Paso de los Libres está en la tradición de Ascasubi y de José Hernández», escribe Borges en el prólogo. No es raro eso. Se trataba de dos yrigoyenistas.
AUNO-07-05-16
HRC-SAM
Pancho El Memorioso dice:
El autor de la nota, al parecer no tuvo tiempo de leer el prólogo a la primera edición de «el Paso de los Libres».
Tampoco, lo que el autor del libro mencionado, dijo de Borges.
Sería conveniente -para la propia formación del autor de la nota- que repasara ambos textos, como paso previo.
Es para coincidir, naturalmente, que la casi totalidad de los panegiristas del «ciego de alma», no han leido más allá de la solapa de los libros. Y, en el mejor de los casos, alguna «Resúmen Lerú», o algo extraido de «El Rincón del Vago»
Siga participando, Licenciado Campos. Usted tiene futuro :v
Pancho El Memorioso
Horacio Raúl Campos dice:
Pancho El Memorioso:
La idea de la nota era sólo mencionar alguno de los principales temas que aparecen en la lit. de JLB. Y como uno no vive de la lit., es posible que usted tenga razón cuando dice que «El autor de la nota, al parecer, no tuvo tiempo de leer el prólogo a la primera edición de Paso de los Libres». Ese prólogo, por otra parte, pertenece a las últimas acciones yrigoyenistas de JLB, porque después tomó los caminos que conocemos.
Muchas gracias por su comentario.
Atte.
HRC
Horacio Raúl Campos dice:
Sí Pancho. Tenés razón. Se me pasó. Recién pude ver tu comentario. Agregaré comentario de ese prólo al libro de Jauretche. Atte.