Lomas de Zamora, octubre 1° (AUNO).- La maquinaria de un noticiero nocturno se hace corpórea en la sala llena del teatro Ceta, de Banfield (Alsina 963). El engranaje principal es el periodista Luis María Carnicetti, que tararea la cortina musical de su programa mientras se acomoda el pelo entre testimonio y testimonio. Con dirección de Gabriel Raso y acompañamiento en teclados de Federico Meier, Leandro Menéndez encara su unipersonal Usted está siendo interpretado por Luis María Carnicetti, una crítica social-mediática a través de diferentes personajes que habitualmente desfilan por la pantalla.
Menéndez, de 20 años de trayectoria, es versátil desde cualquier punto de vista. Con un guión paródico, lleno de guiños tomados de la vida cotidiana, se desplaza cómodamente en cada uno de los papeles que interpreta con gestos bien diferenciados. Los tonos de su voz dan un giro abismal a medida que cada personaje se adueña de su cuerpo. La máscara principal que da lugar a las demás es la del periodista, Carnicetti, que abre el juego a diferentes voces de la realidad, como si se tratara de un noticiero. Tal vez sea gracioso, pero también es triste: el público se ríe de su día a día, de la incapacidad de poder hacer algo contra ese poder mediático que ubica al periodista como un integrante más de la familia a la hora de la comida.
La escenografía está pensada para que el relato cierre desde todos los ángulos: un atril en el centro del escenario iluminado por pantallas de televisores viejos. Allí se desatan las situaciones hilarantes de un pretendido noticiero nocturno. Tan ficción, tan real. El acompañamiento de Meier logra envolver en un ambiente a los diversos pasajes de la obra, que no tiene funciones fijas sino que gira por distintas zonas del conurbano.
El uso de las palabras —las entonaciones y articulaciones— es la herramienta fundamental de una crítica a diferentes agentes de los medios audiovisuales. Pero no sólo es criticado el periodismo, sino también toda la sociedad, expresada a través de los testimonios de un economista, una psicóloga, un funcionario, una modelo de publicidad, entre otres personajes que Menéndez encarna.
Un rugbier llamado Pablo Pilar Garmendia Garmendia es el que genera un quiebre inimaginable entre las carcajadas. Una cinta cubre su nariz mientras relata la manera en que llegó al deporte. Habla con dificultad y se mueve espasmódicamente por la cantidad de químicos que consumió desde los 13. Luego de relatar su dieta diaria y sus vicisitudes hasta llegar a ser jugador, el joven termina en el suelo mientras relata su sueño plagado de traumas: ser pesado como un elefante para subirse arriba de una gelatina roja con pedacitos de manzana y banana que explota y se convierte en un cielo colorado lleno de frutas. No hay aplausos. La reflexión —sobre la exigencia de un deportista y el bullying, entre otros temas— es pesada, mucho más cuando se trata de un adolescente que apenas tiene 16. No hay lugar para la risa; sólo el silencio. Ese es el poder que tiene el actor.
Carnicetti mira hacia el techo, donde hay una pantalla invisible. En esa pantalla en la que el tecladista también fija su mirada está el Presidente de la Nación. La noticia podría ser un simple chiste, pero cuando la realidad aplasta deja de serlo. Durante casi diez minutos el periodista cuenta cómo el Presidente va a un hotel lujoso a desayunar junto a la primera dama y su hija. ¿Cuál es la noticia? Que una de las tostadas con mermelada que el funcionario está por comer cae al piso con el dulce para arriba.
“El I-Chot High Flash High 4.0 te permitirá ser el más autofotis de los autofotis de todos los autofotis”, recomienda Carnicetti, cuando da lugar a la publicidad de su noticiero. No es la única que hace, también vende el nuevo aire acondicionado “Samsorete, para vivir el invierno en verano y el verano en invierno”. De todas, la que se distingue es la de la modelo que promociona el detergente para pelo llamado “Shampoo”. En ese momento, el cuerpo de Menéndez se transforma totalmente en el de una mujer provocativa que sólo dice “shampoo” mientras se toca los pezones, se abre de piernas y tira guiños de ojos a los hombres del público.
Luego, Menéndez vuelve a ser Carnicetti. El periodista comienza una oración kilométrica en la que intensifica el tono de voz a medida que avanza. Ya no son noticias, son temas que se superponen uno tras otro con un atractivo juego de palabras. El público ríe con las incoherencias hasta llegar a la seriedad del silencio una vez más. Un universo confuso, como el que se ve en televisión a diario, flota en el aire. Pero, ¿acaso la obra no es más que reírse de las incoherencias de los noticieros?
AUNO-01-10-2018
AEB-MDY