El 16 de octubre de 2007 fue el comienzo del fin. Ese día, el club, representado por abogados que se hicieron cargo de la institución hace cinco años, solicitó el levantamiento de la quiebra. Ellos aseguraban que de la deuda de 1.100.000 pesos (conformada por acreedores verificados, acreedores en juicio y gastos fijos del club), ya se habían conseguido 900 mil pesos y que brindarían garantías para saldar los 200 mil restantes.
Casi cuatro meses después, el 13 de febrero pasado, el Organo de Administración respondió y aceptó los números presentados por la institución. Además, reconoció un activo en el club de 9.200.000 pesos.
A partir de allí se gestionó el adelantamiento del pase del arquero Ezequiel Cacace a Vélez (iba a producirse en junio próximo y se concretó en estos días), con lo que el club recibirá 190 mil pesos. Todo esto, sumado al achicamiento de la deuda conseguido gracias al acuerdo con algunos de los acreedores, se traduce en que Talleres quedó al borde de la reconstrucción y con la mira puesta en el llamado a elecciones para que los socios vuelvan a tener el poder absoluto.
La peor noticia había llegado
El 2 de noviembre de 1999 se decretó su quiebra y el club quedó encerrado entre dos grandes signos de preguntas. El concurso preventivo de acreedores (decretado tres años antes) no había resultado una solución y Talleres quedó inmerso en una situación en la que se hablaba más de la síndico, del juez o de los abogados, que de la institución en sí.
“En ese momento yo era miembro de la Comisión y el abogado del club en el concurso”, comienza su relato Alejandro Taraborrelli, letrado apoderado de Talleres y hombre que resultaría vital en su reconstrucción.
“Nosotros no queríamos la quiebra. Fuimos a ver al intendente (Manuel Quindimil), mandamos una carta al Presidente de la Nación (Fernando de la Rúa) y nadie nos ayudó. Además, un grupo de socios impidió que yo hiciera un acuerdo con Futbolistas Argentinos Agremiados que era el acreedor principal. Ellos decían que yendo a la quiebra el club iba a funcionar mejor”, explica Taraborrelli en un mano a mano con AUNO.
El contexto no ayudaba. Entonces, el país comenzaba una crisis que explotaría definitivamente a fines de 2001 y Talleres no podía ser la excepción. “En esos momentos todos te dan la espalda. Ningún político te ayuda”, recuerda Taraborrelli.
Los primeros intentos de reconstrucción
A principios de 2000, al sancionarse la ley 25.284 de fideicomiso, se designó un triunvirato, encabezado por la contadora Nilda Vázquez, para guiar los destinos del club. Sin embargo, luego de una serie de errores administrativos, el juez José María Durañona ordenó a fines de 2003 la remoción del triunvirato. Allí empezó una nueva etapa. “Veíamos que las cosas se estaban haciendo mal y empezamos a buscar la forma de que se remueva el órgano de administración. Junto con Sergio Míguez, Miguel Petracona y Nicolás Bongiorno empezamos a dar vuelta la historia”.
Esta nueva alternativa acercó al club a una entidad que también colaboraría en la reconstrucción: La Fundación Pupi. Esta organización con fines no lucrativos (liderada por Javier Zanetti, jugador surgido de las divisiones inferiores) firmó un convenio con Talleres para hacerse cargo del fútbol profesional por tres años. Esto permitía poder separar la parte deportiva de la institucional y que cada uno se abocara más y mejor en su tarea.
“Llevar la quiebra de Talleres fue lo mismo que hacer la sucesión de un familiar. Fue igual de doloroso para mí. Estás haciendo lo peor que le puede pasar a una institución. En la quiebra estás peleando para que no se muera la institución”, afirma Taraborrelli, que por un momento deja de lado su título de abogado, su rol de Apoderado General y Secretario de Asuntos Jurídicos de la Universidad de Lomas y pondera su condición de hincha del fútbol y de Talleres.
“Creo que si no nos metíamos no se salvaba. Además, tengo la satisfacción personal, que no me la quita nadie y que no tiene valor económico, de ser parte de la refundación del club”, señala y se entusiasma: “Desde ahora empieza un club nuevo”.
Con la mira en el futuro
“Desde lo dirigencial hay que tratar de conformar una Comisión Directiva que acople gente joven que no tenga tanta carga de los que estuvimos trabajando en esto. Organizar el club para ponerse a la par de los empresarios, conseguir tierras para trabajar en inferiores. Y, desde lo deportivo, seguir poniendo a los chicos de inferiores y sumar a dos o tres grandes por año. Estamos seguros que con eso igual podemos pelear los campeonatos”, explica Taraborrelli y augura metas para lo que viene: “Hay objetivos chiquitos: mantener la categoría, luchar en la mitad de la cancha. Y hay objetivos más mediatos: crecer en lo económico y en lo futbolístico para algún día ascender de categoría”.
Mirando hacia adelante, la próxima meta será reemplazar el término quiebra por elecciones. Eso es lo que quiere el hincha de Talleres y a lo que apuntan tanto Taraborrelli como todos los que acompañaron su gestión. Para eso ya hay un nombre que se vislumbra como el candidato a llevar las riendas del club: Sergio Míguez, otro de los que formó parte del grupo que gestó la reconstrucción.
Por ahora nadie quiere arriesgar una fecha determinada. Se muestran cautos pero con la ansiedad lógica de poder gritarlo a los cuatro vientos. No es para menos: el parto duró mucho más de la cuenta pero finalmente llegará el nacimiento. Y Talleres de Remedios de Escalada, cuna de del Pupi Zanetti, Germán Denis y Roberto Pompei, entre otros, se sacará definitivamente la mochila de casi una década de penumbras económicas y financieras.
AUNO 28-03-2008
MV-MFV
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