Lomas de Zamora, octubre 3 (AUNO).- Cuando era chico yo tuve un hermano que se llamaba Pablo. Era mi hermano mayor y juntos íbamos desandando nuestra infancia en un barrio donde se era de Banfield o no se era. Una tarde de septiembre de 1980, Pablo salió con sus amigos de la Escuela 7 a comprarle un regalo a la señorita Irene por el día del maestro y nunca más volvió. Murió en Alsina y Chacabuco arrollado por un auto que en su andar furioso terminó de un plumazo con su corta vida de 10 años, y con lo que aún quedaba de mi niñez. Yo tenía 8 años.
A los pocos días de sucedido eso vino a casa Diego Barbuto, compañero de mi hermano del Kinder, la actividad recreativa de los sábados para los chicos del club Peretz, de Lanús. Eran amigos de la vida**. Lo concreto es que en un momento Diego hizo un planteo inesperado. Pidió permiso para entrar a la habitación de Pablito porque quería llevarse algo de recuerdo. Desde ya que el permiso fue concedido y Diego se adentró en un cuarto pesadamente vacío.
Los años y la vida siguieron transcurriendo con sus buenas y sus malas; como siempre ha sido, como siempre será.
El recuerdo que se llevó Diego quedó extraviado por décadas en algún rincón de su casa; quizás por descuido o, quién sabe, por capricho de un destino que le había deparado otro tiempo para reaparecer.
*Una mañana, pasados más de 30 años de aquel hecho, Diego tocó el timbre de mi oficina *y con un corazón que le desbordaba de ternura, más una sonrisa pícara por su condición de hincha de Lanús, me entregó lo que aquel día había tomado de recuerdo: la camiseta de Banfield de mi querido hermano.
Sergio y Diego, con la camiseta de Pablo
La camiseta de Pablo había estado treinta años perdida, literalmente. Y Diego, después de tantos años, la había encontrado sorpresivamente en su casa, cuando acomodaba ropa para donar, después de la muerte de su hermano Fabián.
Conté esta historia en Facebook y fue muy emocionante ver la reacción de muchos hinchas de Lanús. Innumerables comentarios y muchísimos “compartidos” fueron la respuesta generosa de mis vecinos.
La historia, en el muro de Facebook de Cherco
Esos gestos me reconfortaron y supongo que lo mismo les pasará a gran parte del resto de mi familia, que son hinchas del ‘Grana’.
Es una historia dura, pero también hermosa. Muchas veces, en nombre de una camiseta se segrega, se comercia y hasta se mata. En otras, en cambio, se resaltan valores humanos, historias familiares, amores al barrio y a la amistad.
Los que tomemos ese segundo camino, estaremos sin duda jugando para el equipo de los buenos.
Yo me acordaba de esa camiseta y tengo que confesar que toda la vida tuve ganas de volver a tenerla. Cuando me acordaba, se la reclamaba a Diego. Ya pensaba que no iba a aparecer más.
Pero la herencia que me dejó mi hermano no es esa remera, sino la amistad; la de Diego y muchos otros amigos de Pablo que después se hicieron entrañables amigos míos. Eso es lo más importante. Si se entiende eso que quiero decir, estoy más que feliz. Y también por volver a sentir un ratito a Pablo más vivo que nunca.
*Abogado. Militante de Derechos Humanos y contra la violencia institucional. Hincha de Banfield.
AUNO 03-10-16
SS-LOT-MFV