Cortázar y el portero con la foto de Evita

El escritor recurre a metáforas y gambetas verbales para reflejar su profundo antiperonismo. En sus escritos además demostró su animadversión por el tanguero Alberto Castillo.

Horacio Raúl Campos

Lomas de Zamora, marzo 20 (AUNO).- Julio Cortázar, autoexiliado en Francia durante el peronismo, tiene una aquilatada cantidad de literatura cuyo destinatario directo es ese movimiento que irrumpió en la vida política en 1945.

A medida que se avanza con la lectura cortazariana se topa con diatribas francamente llenas de resentimiento. Realizar un catálogo con las agresiones del autor de Final de juego, aunque a uno al comienzo no le parezca, ocuparía más espacio del pensado.

Es cierto que los procedimientos que utiliza a veces están muy tamizados: recurre a la metáfora, a las alusiones, a las gambetas verbales, y todo ello se lo puede leer en diversos géneros de escritura como poesías, relatos, novelas y cartas.

Por ejemplo, para realizar un análisis profundo de la novela El examen fácilmente se necesitaría un libro de al menos ciento cincuenta páginas, aunque por medio de breves textos periodísticos se puede señalar la dirección básica de esa escritura.

Otro tanto, podrían ocupar las cartas publicadas recientemente cuyo libro lleva por nombre Cartas a los Jonquières. Enviadas por Cortázar a esa familia, bastante de ellas no tienen desperdicio: pormenores familiares, temas laborales, estrechez económica, viajes, paseos, literatura, quejas por estar lejos de Buenos Aires y, obvio, ataques al peronismo y celebración por la llegada de la contrarrevolución fusiladora del ’55.

Es muy difícil encontrar un texto literario de Cortázar en el que llame a resistir o condenar enfáticamente a dictaduras cívico militar argentinas o de cualquier otra república de América Latina, a excepción de la ‘dictadura peronista’, claro está.

El riojano que escuchaba a Alberto Castillo

Es sabido que Cortázar tenía una profunda animadversión por Alberto Castillo. Lo dejó por escrito en alguno de sus textos. E incluso llega a establecer algo así como una ‘civilización o barbarie’ tanguera.

Aquel cantante se ganó el odio de los escritores antiperonistas precisamente por haberse sumado a la “comparsa de los negros”. Castillo, para la oligarquía, el antiperonismo y los escritores voceros era y es la chusma y el mal gusto y por eso, elevaron a héroe de la mitología nacional a Gardel.

Cortázar publicó un libro que lleva como título Deshoras (1982). Varios relatos que componen ese volumen tienen como procedimiento el recuerdo. Si infancia y, como no podía ser de otra manera, porque no podía con su genio gorila, los tiempos del peronismo, especialmente aquellos en los que todavía el escritor estaba en la Argentina.

Allí hay un relato, ‘Diario para un cuento’, cuyas partes están subtituladas con varios días de febrero de 1982 y que, por tanto, se ajustan a ese formato que suele estar vinculado a la autobiografía, a los detalles íntimos del personaje, entre otros. Es un texto de ficción y a la vez autobiográfico. Político.

Los calientes veranos de febrero forman parte del calendario peronista, porque el 24 de ese mes Perón ganó por primera vez las elecciones presidenciales; y el centro del relato está ocupado por referencias o recuerdos relacionado con lo que ocurría en Buenos Aires en el primer gobierno iniciado el 4 de junio de 1946.

“Esos tiempos: el peronismo ensordeciéndome a puro altoparlante en el centro, el gallego portero llegando a mi oficina con una foto de Evita y pidiéndome de manera nada amable que tuviera la amabilidad de fijarla en la pared (traía las cuatro chinches para que no hubiera pretexto)”, escribe (138).

Hacia mitad del mes del Diario, se las agarra con un riojano que vivía al otro del corredor de una pieza de la calle Reconquista, en pleno gobierno peronista, donde residía también el narrador/escritor/Cortázar.

En sus recuerdos: “(…) de golpe otra vez la pieza de Reconquista, el calor de febrero marzo, el riojano con los discos de Alberto Castillo al otro lado del corredor, ese tipo no acaba nunca de despedirse de su famosa pampa, tanto lío que arma por la pampa”. Alude al famoso tango ‘Adiós pampa mía”.

Después escribe y pone en boca de uno de los personajes: -“Me prometió que en el otro viaje me trae un tocadiscos de esos con radio y todo, ahora sí que le ponemos la tapa al riojano de adiós pampa mía si vos me comprás discos de Canaro y D’Arienzo” (157).

Lo que establece es una disyuntiva entre tangueros de su gusto y aquellos alistados en el supuesto mal gusto, adherentes o no al peronismo. Es claro que el relato provee otras perlas y el análisis tampoco se agotó allí.

.Bibliografía
Julio Cortázar, Deshoras, Alfaguara, Buenos Aires, 2013.

AUNO-20-3-15
HRC-SAM

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