Lomas de Zamora, febrero 23 (AUNO).- A casi cinco años del femicidio de Fátima Catán, la joven de 22 años que en 2010 murió embarazada con el 85 por ciento de su cuerpo quemado, la causa llegó a juicio oral y tuvo su primera audiencia el viernes, cuando su ex pareja y único imputado, Martín Santillán, volvió a declarase inocente. La fiscal lo acusa de haber discutido con la víctima hasta rociarla con alcohol y prenderla fuego con el “único fin de matar”. La familia de la joven convocó a una concentración el miércoles a las 10 en los Tribunales de Lomas.
En una sala muy pequeña de los Tribunales de Lomas de Zamora, Santillán, de 36 años, esperaba sentado el inicio del juicio que esperó con prisión preventiva domiciliaria. Hablaba con su abogada y cada tanto miraba a su familia que lo fue a apoyar, porque están “absolutamente convencidos de que es inocente”. También había algunos familiares y amigos de Fátima, porque la mayoría de ellos declararán ante los jueces como testigos.
El aire que se respiraba frente al Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 4 era cada vez más tenso. “Dejame pasar, salame”, dijo Nahuel, el hermano de Fátima, a un familiar de Santillán, quien bloqueaba la puerta y lo miraba desafiante. “¿Ves? ¿Ves cómo nos agreden?, ¿ves cómo nos tratan? Escribí eso también en tu nota”, le gritó a esta cronista una mujer que acompañaba a ese hombre.
LOS TESTIGOS HACEN FILA
Una vez comenzado el juicio, dos horas más tarde de lo previsto, se le leyeron a Santillán sus derechos y los fundamentos de la acusación por “homicidio en contexto con la ley de violencia familiar”. La fiscal del caso, Viviana Simone, sostuvo que él roció a Fátima con alcohol a raíz de una discusión y la prendió fuego con el “único fin de matar”.
La defensa del acusado, entretanto, afirmó que “intentará demostrar que en ningún lado consta que el imputado haya agredido a la víctima, que no se encontraba embarazada al momento de su muerte, y que no hay relación entre los hechos acaecidos entre la discusión y su desenlace”. Es decir, que Fátima sería quien se habría rociado con alcohol y prendido fuego con un encendedor después de una discusión, y que Santillán intentó impedirlo.
De los 26 testigos citados a declarar, el primero fue el padre de Fátima, Jesús Moisés Catán. Contó ante el tribunal que él, por su trabajo como obrero de construcción en el sur del país, pasaba mucho tiempo afuera de la casa, que nunca supo detalles concretos de la relación entre Fátima y Santillán por boca de su hija sino porque su esposa, Elsa Jerez, y su hijo Nahuel eran quienes le contaban algunos detalles. “Supe que él le pegaba porque ellos la habían visto con moretones”.
Según relató, cuando ellos le preguntaban qué eran esos golpes que tenía en el cuerpo, ella les decía que se había golpeado en el trabajo: era barman en un boliche y también hacía trabajos de peluquería y manicuría a domicilio.
También contó que la noche del 18 de agosto de 2010, un sobrino de los Catán fue hasta la casa de los papás de Fátima, en Villa Fiorito, para decirles que a ella “la habían tenido que internar pero que estaba bien”. Cuando fueron al hospital Evita de Lanús, el panorama era radicalmente diferente: “Cuando llegué, me encontré con otra cosa. Esa no podía ser mi hija. Salvo su cara y uno de sus pies, estaba totalmente quemada, hinchada y entubada. Los médicos refirieron los dichos de Santillán, de que ella se había quemado mientras limpiaba unos CD con alcohol, pero no les creímos. Fátima tampoco despertó y nunca pudimos saber por boca de ella qué fue lo que pasó”.
“TODOS LOS DÍAS SON EL 18 DE AGOSTO”
Nahuel era muy unido a Fátima, por lo que en su turno de declarar le dio a los jueces muchas más precisiones sobre la vida de su hermana con Santillán. “Tenían una relación enfermiza. El primer episodio violento que vi fue un día que llegué antes de la escuela, y vi que Santillán le estaba pegando a mi hermana. Enseguida, me dijeron que me calle y que no les diga nada a mis papas.”
También describió a Santillán como un hombre “muy celoso”, inclusive le había revisado en varias ocasiones el celular a Fátima y encontró mensajes de texto con los que la cuestionaba. “En una ocasión –-contó—, cuando ellos estuvieron separados durante unos meses y ella vivía con nosotros en casa, él no paraba de mandarle mensajes. Todo el día, todo el tiempo. A veces yo intentaba aconsejarla, pero ella lo justificaba o me evitaba”.
El mismo 18 de agosto, mientras Fátima estaba internada, Santillán estaba en la guardia del hospital con las manos vendadas. “Me decían que él estaba quemado también, pero cuando bajé a la guardia lo vi intacto, salvo por sus manos que estaban vendadas”, contó Nahuel ante los jueces.
Después de eso, prosiguió, él y su padre fueron hasta Fiorito para buscar algunas cosas a su casa. En el camino, de casualidad pasaron por la casa que Fátima compartía en ese mismo barrio con Santillán y se encontraron con él y otras personas que entraban y salían con cajas, y dos autos. “Quisimos preguntarles qué estaban haciendo pero se avalanzaron para pegarnos, entonces nos fuimos”, dijo.
Cuando volvieron a los pocos días, acompañados por la policía, encontraron en el suelo de esa casa una mancha negra con un bretel de corpiño calcinado, todos los cables arrancados y un encendedor arriba de la mesa de la cocina. En ese momento supieron que nada de lo que había ocurrido había sido un accidente doméstico. “Tardé mucho tiempo en denunciarlo, recibimos todo tipo de amenazas”, contó Jesús, el padre de Fátima.
Hoy, Nahuel dice tener muy claro lo que pasó. Con su padre trabajando afuera la mayoría del tiempo, él se convirtió en el sostén de su madre Elsa, quien recientemente sufrió dos descompensaciones. “Rehicimos nuestras vidas con mucho esfuerzo y con mucho dolor por no tener a Fátima, pero lo logramos. Él (por Santillán), en cambio, está viviendo igual que hace casi cinco años atrás. La misma ropa con la que estaba hoy en el juicio es la tenía puesta aquella vez en el hospital. Estoy seguro de que para él todos los días son 18 de agosto”.
MP-AFD
AUNO-23-02-15