Mi vecino Japón

El boom de consumo de la cultura nipona no es producto de una moda. En la Argentina, las semillas se echaron en el siglo XIX. Los hijos del sol naciente fueron desaparecidos, combatieron en Malvinas y ya son parte clave de la argentinidad.

Ezequiel Bergonzi, Lucas Laurriaga y Juan Pollio

Lomas de Zamora, agosto 18 (AUNO).- La cultura japonesa tiene manifestaciones cada vez más recurrentes en Argentina: se come ramen, los dojos de aikido y karate se expanden, las convenciones de manga y animé son lugares de encuentro de los otakus. Puede sorprender, pero este gong de la actualidad visibiliza elementos de una cultura que también es ancestral en tierras criollas. El desembarco del primer japonés fue en 1886, y desde los horticultores que se establecieron en Adrogué hasta Dragon Ball Z, Mazinger Z y los recitales a estadios llenos de la banda Flow, los rayos del sol naciente hace tiempo que asoman sobre el Río de la Plata.

Los nipones construyeron una sólida colectividad agrupándose según distintos trabajos: horticultura, floricultura y tintorería fueron los más salientes. Y Adrogué, Burzaco y La Plata, los epicentros. Luego comenzaron a llegar al país de forma aislada a finales del siglo XIX, y con el tiempo el gobierno de Japón adoptó varias políticas expansionistas para preservar y difundir el legado de su cultura.

LA CASA DEL BURZACO NACIENTE
Decenas de mesas vendiendo comida oriental. Olor de las brochetas de pollo. Ollas enormes de arroz salteado. Una multitud que va y viene bajo un día nublado comiendo de pie un poco de sushi, pequeños dulces y algún que otro choripán. Imágenes de la última kermes nipona en Almirante Brown.

Para el presidente de la Asociación Japonesa de Burzaco (AJB), Vicente Nakama, la intención detrás de todo este ambiente es la de “transmitir a la sociedad argentina los valores japoneses, como la honestidad, la solidaridad y compartir momentos”.

Estos eventos comenzaron a organizarse en 1983 con el objetivo de que “los socios y los hijos de los chicos que querían aprender japonés tuvieran un lugar para juntarse y de paso recaudar fondos para mantenerse”.

Este factor en parte desmiente el mito de que los japoneses son una comunidad hermética. Lo cierto es que históricamente prefirieron difundir el legado de su cultura como cuerpo colectivo, y en los últimos años este orden fue alterado por los jóvenes.

La AJB destaca las ganas de los jóvenes en la difusión de la cultura japonesa a pesar de que, irónicamente, sean muy críticos con la “estructura rígida” de la colectividad moldeada por sus ancestros.

Masafumi Sakanashi fue el pionero del Aikido en Argentina. Respecto de ese quiebre genracional, su hijo, el aikidoka Leonardo Sakanashi, consideró que la colectividad se abrió más cuando los hijos de los inmigrantes empezaron a ir a la escuela con los argentinos. “Yo no me junté con muchos japoneses de chico y de grande tampoco”, relató a AUNO.

El intercambio cultural que comenzó a fines del siglo XIX en el transcurso de los últimos años se fortaleció de forma tal que lo nipón dejó de ser una incógnita para el imaginario argentino y se transformó en un elemento más de su propia cotidianeidad. Uno de los puntos cúlmines de la hermandad entre los países se alcanzó durante la Guerra de Malvinas, donde alrededor de nueve nikkeis combatieron en las filas del Ejercito Argentino.

EDUCANDO A LOS NISSEIS
La gesta de los nipones por conservar su cultura en zona sur data desde 1934 con la fundación de la Escuela Japonesa de Burzaco, dedicada a la instrucción de los nisseis (segunda generación de nipones en el país) que fue dirigida en sus comienzos por Kurajiro Ishikawa, reconocido horticultor de la colectividad que residió en Almirante Brown desde 1913. Años más tarde, gracias al mérito de profesores como Tomejiro Maekawa y Tanji Suzuki, el establecimiento fue oficializado como instituto bilingüe.

A pesar de ese progreso, la Segunda Guerra Mundial había golpeado duro en la moral de los residentes. Cerraron temporalmente las puertas del establecimiento en 1945 debido a “la inutilidad de la enseñanza del idioma del país derrotado”, tal como lo define la Asociación Japonesa Argentina (AJA) en la Historia del Inmigrante nipón en el país. Además, desde 1944 todos los organismos conectados a esa cultura eran perseguidos por temor a “actividades subversivas”.

Sin embargo, luego del cese de la guerra hubo un aumento de inmigrantes japoneses que impulsó la reactivación de la escuela en 1951, esta vez con la absorción del Club de Horticultores Nambu (zona sur) y el Club Deportivo Burzaco, fundados tres años antes.

Esta expansión provocó que en noviembre de ese año se fundara el Club Japonés, con Yuken Tsuchiya como presidente y Seiryo Nashiro como vice. La institución adquirió como predio el espacio donde funcionaba la Escuela Nacional Primaria N°3, que se inauguró un año más tarde. En 1963 finalizó la construcción de la nueva sede y, con el transcurso de los años, el club se animó a realizar distintas festividades con el fin de recaudar fondos.

PERÓN, JAPÓN, UN SOLO CORAZÓN
La llegada de los japoneses en zona sur se basó en cadenas familiares y se masificó cuando Japón firmó un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con Argentina a finales del siglo XIX. La relación entre ambas naciones fue estable hasta la Segunda Guerra Mundial debido al apoyo argentino al bando aliado.

La historiadora Cecilia Onaha, que obtuvo su doctorado en la Universidad Nacional de la Plata (UNLP) por un trabajo sobre la tierra de sus ancestros, reveló que la relación se recompuso con Juan y Eva Perón durante la posguerra. Por entonces, el gobierno justicialista, a través de la Fundación Eva Perón, consiguió la repatriación de muchos nissei atrapados en Japón.

Perón fue el único presidente que visitó la AJA. Raúl Alfonsín también había brindado su apoyo a la colectividad, pero la relación tambaleó debido a que el embajador nipón estaba alineado a la Inglaterra de Margaret Thatcher.
En la actualidad, la AJA mantiene una neutralidad política. Sus integrantes no. A lo largo de su historia, varios miembros de la comunidad militaron tanto en el PJ como la UCR, entre algunos partidos. Incluso entre los 30.000 desaparecidos en la última dictadura hay 17 jóvenes nikkei.

En retrospectiva, fue a partir de la posguerra cuando las condiciones favorables del país generaron mayor arribo de inmigrantes nipones. Como consiguiente, se comenzaron a difundir manifestaciones culturales provenientes principalmente de una isla que históricamente fue independiente de Japón: Okinawa.

UNA CULTURA PARALELA
“El 70 por ciento de los residentes japoneses en Argentina es descendiente u originario de Okinawa”, señaló a AUNO el vicepresidente de la AJB, Masateru Gaja. Okinawa es un nombre que seguramente resonará en la cabeza del fanático del cine bélico. La diminuta isla del sur fue el escenario de los combates más sangrientos durante la Segunda Guerra Mundial, pero no siempre estuvo atada a la suerte nipona.

“Tiene una historia muy particular. Era un reino independiente antes de la organización del Estado moderno japonés que de algún modo comparte sus orígenes culturales en los siglos XIII y XIV con Japón, pero dadas sus separaciones tuvo mucha relación con China”, sintetizó Onaha.

La derrota japonesa y el control de Okinawa por parte de EEUU hasta 1972 desembocaron en una crisis que desató una serie de migraciones por parte de los locales hacia destinos prosperos, entre los que se incluyó Argentina.

Los rastros más visibles de la influencia china en la cultura okinawense también se manifiestan en la Argentina. Por ejemplo, en el uso de los colores fuertes como el rojo en la arquitectura tradicional de algunos lugares de la ciudad de Buenos Aires.

“Okinawa tiene una relación muy particular con el gobierno japonés. Lo irónico es que, en el caso de la Argentina, como los okinawenses son muchos pasaron a ser representativos de todo Japón. Lo que ustedes ven es cultura de Okinawa principalmente”, explicó la especialista.

La relación entre Japón y Argentina en vistas al futuro no podría ser más fortuita puesto que, a través de políticas globales, el país del sol naciente decidió confiar en los rioplatenses para cuidar de su cultura, que ahínca cada vez más sus raíces y que florecerá pronto, en primavera.

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Desarrollo de gráficos: Equipo de Datos de AUNO
Ilustración: Benjamín Maneiro
AUNO-18-08-2018

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