Hegel y la justificación del colonialismo

Se trata del filósofo del absolutismo prusiano, que a su tiempo encabeza el aristócrata Jorge Guillermo Federico III. Ese escritor es el justificador sofisticado del colonialismo sobre los países “niños”. Habla de nosotros.

Horacio Raúl Campos

Lomas de Zamora, ene 27 (AUNO)- “América se ha revelado siempre y sigue revelándose impotente en lo físico como en lo espiritual. Los indígenas, desde el desembarco de los europeos, han ido pereciendo al soplo de la actividad europea. En los animales mismos se advierte igual inferioridad que en los hombres”, escribe Jorge Guillermo Federico Hegel.

Algunos filósofos argentinos no le dieron tanta cabida al análisis del libro Filosofía de la historia universal porque fue publicado póstumamente y también porque se habrían producido añadiduras que no son del autor.

El texto posee una importancia totalizadora porque está compuesto por unas lecciones de filosofía que dio Hegel y porque además allí habla de nosotros: De América Latina y de la Argentina; y también de China, India y África. Habla muy mal.

Lo más a mano que tenemos es que en aquella cita establece, en forma clarísima, la famosa disyuntiva de civilización y barbarie, que para su época ya tenía muchos, muchísimos, siglos de existencia.

Se halla también el trillado motivo de la animalización, que es una forma eficaz para justificar el ataque, la represión y el asesinato; la desaparición. No hay nada mejor que llamar “animal” o “aluvión zoológico” a un sector de la sociedad, entre otras lindezas, para llevar a cabo tales cosas.

Lo que dice es que en América están los hombres “inferiores” e “impotentes” y en Europa los “superiores”. Si bien el maniqueísmo es notable, no se puede desconocer la fuerza de esa filosofía, que hizo estragos en forma horizontal.

Así se sigue pensando. Se lo hace desde la dirigencia e intelectualidad más refinadas hasta cualquier periodista asalariado.

“En los animales mismos se advierte igual inferioridad que en los hombres”, asegura (217). Es notable como amplía la dicotomía de los hombres a los animales. Es decir, intenta establecer una civilización y barbarie zoológica.

Se trata de una fórmula mental, sobre la que tanto se escribió, que Sarmiento la pone en una fragua y le da nuevos bríos a partir del Facundo, y que Jauretche refuta con una contundente maestría irónica a principios de los 30 y después en los 60.

En la Argentina fue el escritor roquista y nativista conservador Joaquín V. González que retomó esa fórmula y también la llevó al mundo de los animales, como metáfora de los caudillos de las Montoneras federales: Antepone el cóndor a los cuervos. Es obvio el lugar de uno y de otros.

Hegel no se queda allí y establece también una civilización y barbarie geográfica con eco bíblico: “No quiero negar al Nuevo Mundo la honra de haber salido de las aguas al tiempo de la creación. Sin embargo, el mar de las islas, que se extiende entre América del Sur y Asia, revela cierta inmadurez por lo que toca también a su origen”. (217-218)

Fieras, cultura y nutrición

Al escribir sobre el Viejo Mundo y el Nuevo Mundo, el primero con cultura, historia y espíritu; y el segundo, sin eso dice: “La conquista del país señaló la ruina de su cultura, de la cual conservamos noticias; pero se reducen a hacernos saber que se trataba de una cultura natural, que había de perecer tan pronto como el espíritu se acercara a ella”. (219)

Como hasta los animales de América son inferiores, entonces nos quiere hacer creer: “La fauna tiene leones, tigres cocodrilos, etc.; pero estas fieras, aunque poseen parecido notable con las formas del viejo mundo, son, sin embargo, en todos los sentidos más pequeñas, más débiles, más impotentes”.

Dice esas zonceras porque nunca tuvo la ocasión de toparse con un caimán colombiano o un puma hambriento del Sur de La Rioja.

Ese trasnochado credo europeísta llega todavía más lejos. Los animales comestibles de América son menos nutritivos que los de Europa.

“Aseguran que los animales comestibles no son en el Nuevo Mundo tan nutritivos como los del viejo. Hay en América grandes rebaños de vacunos; pero la carne de vaca europea es considerada allá como un bocado exquisito”, señala (219). Por supuesto que no hay fuentes sobre quiénes aseguran eso.

Eso de la carne vacuna es un duro ataque a la argentinidad. Pero también nos deberíamos sentir orgullosos de que un filósofo de su talla se haya metido y dado clases en el centro de Europa sobre los churrascos de estas pampas.

Filósofo eurocéntrico

“Hegel clausura la historia porque –con la Revolución Francesa- la burguesía se apropia de todo el poder. De aquí en más asistiremos al desarrollo del mundo burgués, desarrollo que tendrá las características de la conciencia de sí”, escribe José Pablo Feinmann. (132)

Después asegura: “El Hegel maduro, el ‘reaccionario’, postulará esta culminación en la monarquía por estamentos de Federico Guillermo III. Podemos entenderlo: Hegel era Rektor de la Universidad de Berlín y súbdito obediente de Federico Guillermo III”. (132)

Feinmann destaca también de ese filósofo lo siguiente: “Hegel es, también y en grado sumo, un filósofo eurocéntrico (…)” (132) Y que “la historia que congela es la del triunfo de la burguesía”. Claro, no es lo único que dice de ese filósofo. Hay temas más complejos que trata en La filosofía y el barro de la historia, donde aborda también a otros pensadores europeos.

Bibliografía

-Hegel, Filosofía de la historia universal, Buenos Aires, Losada, 2010, v. I. (Traducción de José Gaos). La obra fue publicada póstumamente en 1837.
-Feinmann, José Pablo, La filosofía y el barro de la historia, Buenos Aires, Planeta, 2010.
AUNO 27-01-14
HRC

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