La escritora y periodista argentina Mariana Enríquez contó que el 80 por ciento de lo que escribe está relacionado con su vida, pero como le da vergüenza hablar de ella distorsiona “un poco las historias” en sus libros, en una charla abierta que brindó para más de 300 personas en la localidad bonaerense de Lanús, en la que vivió sus primeros años, y en la que aún vive su madre.
Oriunda del Conurbano, luego se fue a vivir a la ciudad de La Plata, donde estudió Comunicación Social, se hizo fanática del rock internacional, y con 21 años publicó su primer libro Bajar es lo peor, editado por el escritor y periodista Juan Forn. Y años después, se convirtió en una de las autoras argentinas más leídas, premiadas y traducidas.
Enríquez comenzó a leer en la casa en la que todavía vive su mamá, donde había una colección de libros, que tenía cada autor con un color distinto. “Italo Calvino era fucsia y Borges amarillo”, recordó, y como no le gustaba el color, no leía al autor de Ficciones. En esa época, le compraban libros infantiles de María Elena Walsh, entre otros autores, pero a ella no le gustaba ese tipo de literatura.
Al recordar su infancia, la «reina del terror» contó que su abuela materna “era una gran contadora de historias de miedo”, que coleccionaba fotos de velatorios que “eran como imágenes de fiestas, no expresaban esa idea de muerte”, y que además le contaba que tenía una hermanita muerta que lloraba cuando llovía.
Aunque le daba miedo, a Enríquez también le gustaba esa historia, y a veces, al hacer pozos en el patio, ella encontraba huesos y pensaba que eran los de la hermanita de su abuela, pero en realidad eran de las gallinas que tenía la familia. Esa historia es el germen de El desentierro de la angelita, cuento que abre su libro Los peligros de fumar en la cama (2009). “Uno hereda los fantasmas de la familia”, sentenció.
Otro relato, que nació por los tiempos en los que vivía en Lanús, fue La casa de Adela, inspirada en dos viviendas distintas, y aclaró que no existe Adela, que sólo tuvo en el colegio una compañera con ese nombre. A la hora de escribir ese cuento, aclaró que no sabía de qué se trataba: “Cuando los chicos entran, yo entré con ellos sin saber qué había adentro. Sólo sabía que Adela desaparecía”. Esta casa y la desaparición de su protagonista vuelve a ser narrada en la novela Nuestra parte de noche de 2019.
El carrito es otro de su relatos inspirados en Lanús, cuando un día un pibe que “se creía el capitán de la cuadra”, le pegó a un hombre que vivía en la calle, y que nadie ayudó al hombre del carro y que ella esa escena la vio desde la casa de su mamá.
Rock and Roll YO
La autora de Cómo desaparecer completamente (2004) siempre se definió como fan del rock: la primera banda con la que se “obsesionó” fue Duran Duran, y como amante de la música, leía la revista Pelo, y después vino su fanatismo por The Cult.
La escritora, quien todavía es “una fan absoluta del rock”, contó que hace poco una amiga le habló sobre un libro de Manic Street Preachers, banda de la que en su momento fue muy fan (N.del R. lean Las devociones del libro El otro lado), y hasta los fue a ver a Cuba antes de la crisis de 2001. Cuando vio las fotos del libro de los galeses, lo compró. “Cuando tengo plata, la gastó en el rock”, remarcó.
“El periodismo me enseñó a comportarme y ser fan me ayudó a ser periodista”, remarcó sobre su experiencia en el periodismo de rock. Al recordar su paso por el periodismo musical explicó que las únicas mujeres, en ese momento, eran Gloria Guerrero, Nora Lezano, Lala Toutonian y ella. “El periodismo de rock no era machista, era un ambiente masculino”, aclaró.
Me dicen gordita
Enríquez no tiene hijos ni desea tenerlos, y esto lo explicó en varios textos, pero también en unas de sus performances de No traigan flores. Después de una de esas presentaciones teatrales, recibió una crítica en una de sus redes sociales, en la que alguien, la criticó y la llamó “gordita”.
“Soy feminista, vivo como feminista, pero me dicen gordita y eso me queda”, aclaró y explicó que miró muchas veces el video “para ver si estaba gordita”. En las redes sociales, aseguró, “hay cosas que hacen mal”, y aclaró que si bien el 90 por ciento de los mensajes que recibe “son buena onda», las otras 10 son «las únicas» que recuerda.
Cómo escribir decentemente
La autora publicó su primera novela cuando era muy joven, y en ese entonces, según expresó, “no tenía idea alguna sobre literatura”. Después de ver su libro publicado, empezó a leer a los clásicos porque “para escribir se necesita leer”, explicó.
Durante el encuentro, en el Auditorio Leonardo Favio, compartió que es “muy fan de Manuel Puig”, que Jorge Luis Borges es “fundamental” y que Julio Cortázar “le gusta más como cuentista que como novelista”. Sobre Roberto Arlt, consideró que “al ser periodista tenía ese impulso de la calle”.
Enríquez nunca asistió a ningún taller literario ni los brinda, pero aclaró que la literatura “como todo se puede enseñar”. Ella nunca participó de uno porque “es como ir a un gimnasio, tenés un horario”, contó.
También aclaró que hay grandes talleristas como Liliana Heker o Abelardo Castillo de donde salieron las escritoras argentinas Samantha Schweblin y Selva Almada, entre otros y otras. “Pensar que el taller te va a servir es un error y pensar lo contrario también. Tenés que probar. Depende de cada uno”, concluyó la autora ganadora de numerosos galardones internacionales, como el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso 2024, uno de los más destacados en el Continente.
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JV-SAM