(AUNO/Ciencia) “Sólo en Salta existen más de 40 emprendimientos mineros, lo que convierte a esa provincia en una de las más amenazadas por la invasión minera”, denunció Javier Rodríguez Pardo, miembro del Movimiento Antinuclear del Chubut (MATCH), la Red Nacional de acción Ecologista (Renace) y de la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC).
La situación en la provincia de Salta es una muestra de lo que ocurre en los Valles Calchaquíes —que comprenden además zonas de Tucumán y Catamarca—, donde la población ha comenzado a organizar marchas y protestas contra “la contaminación y el saqueo de los recursos minerales”.
La explotación minera, en la mayoría de los casos, está a cargo de empresas transnacionales, que aprovechan el alto valor en el mercado mundial de estas materias primas.
Las poblaciones del norte argentino afectadas por la explotación metalífera, según las denuncias de los vecinos autoconvocados, serían Cafayate, San Carlos, Angastaco, Cachi y Seclantas, todas en los Valles Calchaquíes, donde se encuentran ubicadas las minas de mayor producción.
“Las montañas se encuentran cubiertas con un manto similar a una neblina persistente. Esto es nuevo”, cuentan los campesinos calchaquíes y se lo adjudican al cambio climático.
Según describe Rodríguez Pardo —periodista y dirigente ambientalista— en los Valles Calchaquíes se pueden observar, por un lado, “más de 40 emprendimientos mineros a punto de finalizar su creación y dos centenares de permisos de cateos con igual fin”.
Por otro lado, advierte, están “la mina de uranio Don Otto y media docena de yacimientos de uranio dispersos, como la de Los Berthos –-que se encuentra ubicada dentro del propio Parque Nacional Los Cardones— y Martín Miguel de Güemes”.
“Estos valles se hallan situados de manera tal que parecen enjaulados y como víctimas quedan las poblaciones campesinas, semejantes a los de Huasco en Chile y otros pueblos mineros destruidos, como Andacollo”, comparó Rodríguez Pardo, en declaraciones a AUNO. “De un lado y del otro de la cordillera, la situación es similar, salvo que aquí, a los drenajes ácidos de mina se le suma la contaminación radiactiva presente en la extracción del uranio”, alertó.
Uno de los yacimientos que provocó mayores complicaciones a las poblaciones campesinas del Norte argentino es la mina Don Otto, abandonada hace 30 años, donde aún hoy pueden observarse los desechos y escombreras a la intemperie y 18.325 metros de galerías subterráneas (parte de ellas inundadas).
Hasta su cierre “se extrajeron 479.000 toneladas de mineral, con 401 toneladas de uranio. A su vez, en los alrededores de la mina se encuentran depositados miles de toneladas de hierro, vías sueltas, vagonetas oxidadas y colas de uranio”, según precisó Javier.
Por otro lado, hace unos años la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), luego de reiteradas denuncias de los habitantes, creó un Proyecto de Restitución Ambiental de la Minería de Uranio (PRAMU), con fondos económicos del Banco Mundial y del Gobierno Nacional, pero “aún hoy nadie sabe donde fue a para ese dinero”, según puntualiza el informe.
Lo cierto es que, en un documento del PREMU que establece en las condiciones en que esta la región, la CNEA dictamina que “la minería y el procesamiento de los minerales de uranio producen grandes cantidades de residuos y deben ser tratados de forma segura, porque constituyen fuentes potenciales de repercusión química y radiológica si se dispersan en el ambiente”.
En otro de los puntos del documento, la CNEA establece que “el 70 por ciento de la radiactividad original del mineral permanece en las colas de uranio”. De manera que, éstas colas contienen metales pesados, como el plomo, vanadio, cobre, zinc, cromo y otro compuestos adicionados en el proceso de producción, como el amonio, nitrato, y solventes.
AAF-EV
AUNO-07-12-07