El teatro comunitario como experiencia de vida

Vecinos del barrio porteño de Floresta integran un grupo de teatro comunitario que traslada su espectáculo a centros barriales, plazas y todo lugar donde se los convoque. Formado por más de 40 actores de todas las edades, los une el compromiso por un proyecto de expresión artística por fuera de los canales tradicionales.

“El arte es un medio de transformación social”, dice convencido Orlando Santos mientras clava su intensa mirada azul en los fundamentos ideológicos del teatro comunitario. Es que el director del grupo `El Polípico de Floresta´ se entusiasma con la idea de poder difundir esta manera especial de hacer y, sobre todo, de entender una actividad que hace pie en el barrio, junto con los vecinos, para proyectarse “en todos los lugares que nos llamen” y poner en escena obras “a partir de una poética propia, como una forma de resistencia cultural”

frente a lo que consideran la incomunicación de los medios.
“El teatro comunitario es ideológicamente algo distinto del teatro comercial”, afirma Santos mientras los primeros actores comienzan a llegar para ensayar en la escuela Nº10 de Parque Chacabuco. Y la práctica de hoy es importante: al día siguiente los esperara una función en Mataderos para celebrar los 20 años del Programa Cultural en Barrios de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires en la que participarán junto con otras tres agrupaciones. Según el actor y director, en los clubes de barrio “se juntan jóvenes y ancianos, y hacen una obrita, estudian con un profesor, se preparan”. Es así como el teatro convoca a los vecinos que deciden expresarse “sin que sea impedimento el hecho de que la mayoría de nosotros nunca actuamos”.

Y así nació hace tres años `El Polípico de Floresta´. La iniciativa de Santos de formar este grupo surgió de los directores del grupo Catalinas Sur y del Circuito Cultural Barracas, Ademar Bianchi y Ricardo Talento, respectivamente, que hicieron un seminario “para gente que estuviera interesada en integrar grupos de teatro callejero”. Santos fue invitado a participar aunque aclara que el teatro comunitario “puede ser callejero o no, así que no es lo mismo” en medio de los preparativos del ensayo, con sillas que se corren y músicos que ensayan. De modo que el director les propuso a sus alumnos de actuación de aquel entonces hacer algo distinto “salirse de teatro cerrado” aunque con una característica que los distinguiría hasta hoy de los demás grupos de teatro comunitario: “Hacemos hincapié en el cuento épico y no en contar la historia del barrio como hace la mayoría. Universalizamos la cosa y nos apoyamos por ahora en autores”, explica.

Justamente, más de 13 actores, mujeres en mayoría, se preparan para practicar sus parlamentos de `El Gigante Amapolas´ de Juan Baustista Alberdi. Es una sátira acerca del poder dominante que en la puesta simboliza un gigante de paja omnipresente. “Pinto una aldea, mi aldea, lo que pasa es que lo miro desde otro lugar. El teatro comunitario cuenta cosas que desde lo ideológico las pone en un determinado espacio”, sostiene didáctico el actor y agrega a manera de sentencia inoxidable: “El arte nunca es inocente”. En la historia de Alberdi, Santos intenta mostrar que lo que le pasaba la gente en “1840 y pico le sigue pasando hoy”. Más allá de esta cuestión, ya llevan 50 funciones con esta obra en la que varias actrices llegan a interpretar hasta tres papeles distintos. Y se muestra contento al contar que hasta fin de año “no volvemos a nuestra placita, ya que estaremos en varios lados”.

Sobre el vecino que se acerca al Polípico, Santos se muestra serio, hasta casi preocupado. “Si bien el grupo se fundó en Floresta, hoy ensayamos en Parque Chacabuco y viene gente de todas partes a ensayar”. Así, se arman comisiones de trabajo que se reparten las 45 personas, de todas las edades, que integran la agrupación, “donde algunos son más organizados que otros”, sonríe. Pero la realidad golpea más fuerte: también hay desocupados, personas a las que no les alcanza para el viaje, los traslados, vestuarios. “Podés no estar ocupado, pero en el Polípico siempre tenés laburo”, invita. Es que la idea de un proyecto de este tipo insume compromiso, responsabilidad, paciencia y perseverancia. De esta forma, el director pudo conseguir algunos subsidios por parte del Fondo Nacional de las Artes, el Instituto Nacional del Teatro, el Programa Cultural en Barrios del Gobierno porteño, entre otros, para la producción de sus espectáculos. Sin embargo, en el Polípico son autogestivos, se mantienen solidariamente con aportes de sus integrantes o a través de rifas, buffet con choriceadas o pasando la gorra. Además, muchas veces actúan a beneficio de centros barriales, comedores y parroquias.

En tanto, hasta ahora la concurrencia ha sido de lo más variada. “De 300 personas en la Jornada de Arte Solidario (2 de octubre) hasta 7 ó 10”, admite. Pero hubo una presentación que no se olvidarán jamás en sus vidas, cuando se presentaron en Ciudad Oculta invitados por la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). “Fue impresionante, tuvimos que hacer trabajo de campo. Había un lugar que me gustaba para actuar pero era de un grupo que estaba enfrentado con los que nos invitaban”. Luego de preguntar y hablar, finalmente pudieron cumplir con el acto en aquel sitio. “Nos hicieron un muñeco del Gigante y las dos bandas enfrentadas terminaron charlando y viendo la obra juntos, eran como 300 personas. Fue una experiencia impresionante”, no se cansa de contar este actor con 42 años de escenarios. “Luego se nos metían por las ventanas del micro para sacar algo”, continúa entre risas.

Casi todo está listo para el ensayo. Alguien toma la orden de preparar mate. Faltan vecinos que no pudieron venir a practicar por razones laborales o compromisos familiares. No importa. “El show debe continuar”, pensará este veterano actor que maneja al grupo con calidad de profesional. “Si no sos profesional no podés manejar esto, por una razón sencilla: nosotros hacemos teatro, que es un elemento de diversión, siempre. Si vos hacés teatro aburrido, la gente no va”, pero aclara enseguida que “los dirijo artísticamente, luego se autodirigen en asambleas”. A pesar del faltazo de algunos, Santos se apresta a dar las primeras indicaciones como si todos estuvieran aquí. Esto es su vida. “Podés tener todos los problemas que quieras. Pero pisás el escenario y sos otra cosa, te ponés la piel de otro. Te bajás y tenés los mismos problemas que cualquiera”.

Cómo comunicarse:

El Polípico de Floresta
Correo electrónico: elepicodefloresta@yahoo.com.ar
Página web: www.elepicodefloresta.com.ar

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