Cuando la depresión tiene cara de mujer

Una organización dedicada a los trastornos de la mujer ofreció una charla donde alrededor de más de 40 señoras se acercaron para aprender, reconocerse y acompañarse en el tratamiento. El encuentro forma parte de un ciclo donde también se habla de pánico, menopausia y calidad de vida en la tercera edad.

Por Favio Orellana

(AUNO-TERCER SECTOR*) Mientras Shirley, una madura ama de casa, le prepara abnegadamente el desayuno a su marido como todas las mañanas, “conversa” francamente con las paredes y compara su vida actual con la que solía tener. Se pregunta qué fue de su vida. Claro que no obtiene respuesta por parte del concreto, pero su desahogo es evidente. En 1989, la película ‘Yo amo a Shirley Valentine’ mostraba al personaje del título encarnado por Pauline Collins, a través de este paso de comedia, frente a la necesidad real de todas las mujeres: poder expresar lo que sienten y ser escuchadas. Aunque sea por las paredes, a falta de un mejor interlocutor.
Con esta premisa, el Centro de Atención Integral de Mujer y Familia Mulieris puso en marcha un encuentro sobre la depresión en la mujer al que asistieron varias Shirleys, algunas otras mujeres que ya estaban siguiendo tratamiento psicoterapéutico, y hasta algunas medicadas. “Estas personas están buscando un lugar de pertenencia. Por eso se acercan a estos grupos: para poder ver reflejados sus problemas”, explicó la directora de Mulieris, la médica psiquiatra Stella Maris Diamanti. Sin embargo, hubo lugar para mujeres que se acercaban por primera vez, “para conocer” y enterarse de qué se trata la depresión.
“Yo siempre empiezo un proyecto y cuando lo termino, enseguida quiero comenzar otro. Como que no puedo estar sin hacer nada y necesito estar siempre ocupada”, contó una señora preocupada sobre si su conducta correspondía con los síntomas de los maníacos depresivos que estaban descriptos en una pantalla. La psicóloga Patricia Sued, que junto con Diamanti estaban a cargo de la charla, enseguida tranquilizó a la hiperactiva señora. Es que siempre se corre el riesgo del “autodiagnóstico”. “No hay que diagnosticarse. Porque la gente se pone la etiqueta de que está depresiva y deja de pensar. Y no pueden encontrar las palabras para contar lo que les pasa”, comentó Diamanti, que también es coordinadora de la Sección Mental de la Mujer de la Asociación Psiquiátrica Latinoamericana (APAL). Por su parte, Sued agregó que “cuando alguien pide estar en un grupo (de estas características) es por que supone que hablando y escuchando va a encontrar algo personal que la va a poder ayudar. El trabajo en grupo es un trabajo individual multiplicado”.
Sobre qué tipo de situaciones pueden llevar a una mujer a la depresión, la directora de Mulieris aseguró que “la gente está mal porque hay dificultades en el trabajo, (hay preocupación) por lo económico, lo político. Además, está el estilo de vida que llevamos: muchas horas de trabajo con muchas dificultades”. Pero lo más importante es “el estado de desesperanza en la gente, y esto resuena mucha más en la mujer”. Según su punto de vista, la mujer es “el eje de la constelación familiar y está sometida a muchos más factores de stress que el hombre”. Es así que junto con las eventuales fluctuaciones hormonales que sufre durante su vida se le suman los ya no tan tradicionales “mandamientos sociales que rigen para las mujeres: `te casarás y tendrás hijos´”. Son esos mandatos con que se las prepara para que cumpla una función asistencial en la familia. “Los hijos y el marido se desesperan si se enferma la mujer. Todo depende de ella. Tienen la fantasía que de no van a comer, y que van a tener la ropa sucia”, ayudó a desmitificar Sued. “Las frustraciones a las que estamos sometidas diariamente minan nuestras resistencias naturales”, planteó por su parte Diamanti.
Toda esa presión provocaría que esta enfermedad, que afecta el organismo, el ánimo y la manera de pensar, aparezca a partir de los 30 años o más tarde, con mucha más incidencia en las mujeres que en los hombres. Por eso, no llama tanto la atención que a esta charla no asistieran mujeres más jóvenes porque “ellas tienen un lugar de pertenencia que estas señoras no tienen”, aseguran.“Hace 60 años que no puedo hablar con nadie”, admitió apesadumbrada una señora sentada en la segunda fila. Era una de las tantas que venía por primera vez a contar “cosas del alma” como decía otra sentada a su lado, y que parecía caminar por la misma vereda de la vida. “Le suelo escribir a mi familia, pero no tengo a nadie que me escuche”, dijo. Con la mirada buscaba la aceptación de las profesionales.
También hubo lugar para la farmacomanía y sus consecuencias. “Como abunda el autodiagnóstico, también está la automedicación”, alertó Sued. “La gente prefiere la magia de la pastilla a tener que `desnudarse´ frente a un psiquiatra. Y no hay pastillas mágicas”, precisó Diamanti sobre la ingestión descontrolada de ansiolíticos y antidepresivos.“Cuando murió mi madre empecé a tomar antidepresivos, llegué a hacer un cóctel”, relató una de las mujeres más jóvenes de la reunión, y enseguida aclaró que “como no me hicieron el efecto que esperaba ahora les tengo terror”.
Los profesionales de Mulieris reconocen que muchas veces reciben pacientes excesivamente medicados a los que les deben quitar medicación. Los fármacos de este tipo, dicen en la organización, tienen un efecto a 15 días y a los 6 meses se debe evaluar si se retiran o no. Aunque la sugestión juega fuerte. “Buscan la mejoría instantánea o que le digamos qué hacer. Muchas veces el tratamiento ayuda a que cambien patrones de conducta” que eventualmente los llevaría a deprimirse. Es que hay un abuso de la sensación de caer en este trastorno, antes de que aparezca. “Es probable que si sigue así esa persona caiga, ya que no va a iniciar ningún proyecto que lo pueda levantar porque está deprimido”, explicó la doctora.
Mediante estas charlas gratuitas, Mulieris decide qué tipo de taller llevar adelante de acuerdo a la convocatoria que tengan. Así, los 30 profesionales que provienen de los hospitales Español y Fernández especializados en psicología, ginecología, obstetricia y endocrinología, entre otros, forman parte del Centro que funciona desde julio de este año. “Cuando creamos este lugar tratamos de hacer la menor cantidad de terapias individuales. Impulsamos que se hagan grupos de trabajo, terapias grupales o grupos de reflexión. A veces es mejor la intervención de grupos para que se destrabe una situación, en los casos de mujeres que no saben para dónde correr”, comentó Diamanti sobre el fundamento terapéutico del Centro Mulieris.

———————————-
Cómo comunicarse:
Centro de Atención Integral de Mujer y Familia Mulieris
Teléfono: 4372-4463.
Correo electrónico: stelladiamanti@fibertel.com.ar
Dirección: Avenida Callao 194 2º “6”
—————————
*Agencia Universitaria de Noticias y Opinión
Revista Tercer Sector

Dejar una respuesta