Borges: El individualismo como credo político

A 112 años del nacimiento del escritor Jorge Luis Borges, uno de los grandes autores del siglo veinte, su figura continúa abriendo debates en torno a su legado estético, sus posturas ideológicas y la relación con su época. Aquí, una mirada sobre sus controvertidas opiniones políticas. Sus posturas en contra de la democracia y la representación parlamentaria.

Lomas de Zamora, ago 24 (AUNO) – “Me sé del todo indigno de opinar en materia política, pero tal vez me sea perdonado añadir que descreo de la democracia, ese curioso abuso de la estadística”, opinó Jorge Luis Borges con su recurrente falsa modestia, al marcar una clara y no poco problemática posición sobre uno de los aspectos más discutidos de sobre su persona y su obra: el político.

La provocación que encierra la anterior afirmación es ampliada y mantenida constantemente por el autor de El Aleph como una forma de responder a la crítica y al periodismo sobre su postura política, no siempre coherente.

“Yo descreo de la política no de la ética. Nunca la política intervino en mi obra literaria, aunque no dudo de que este tipo de creencias puedan engrandecer una obra. Vean, si no, a Whitman, que creyó en la democracia y así pudo escribir Leaves of Grass, o a Neruda, a quien el comunismo convirtió en un gran poeta épico. Yo nunca he pertenecido a ningún partido, ni soy el representante de ningún gobierno. Yo creo en el Individuo, descreo del Estado”, se definió Borges.

Se sabe que por influencia paterna asimiló en su juventud las ideas del anarquismo, que él adoptó principalmente desde la ética y estética, y acaso fueran ellas las que lo llevaron a considerarse a sí mismo como “un pacífico y silencioso anarquista que sueña con la desaparición de los gobiernos. La idea de un máximo de Individuo y de un mínimo de Estado es lo que desearía hoy.”

Con respecto al mencionado “abuso de la estadística” de la democracia, hay un párrafo en el cuento ‘El Congreso’, de El libro de Arena, que parece ironizar a propósito del carácter representativo de la democracia: “Twirl, cuya inteligencia era lúcida, observó que el Congreso presuponía un problema de índole filosófica. Planear una asamblea que representara a todos los hombres era como fijar el número exacto de los arquetipos platónicos, enigma que ha atareado durante siglos la perplejidad de los pensadores. Sugirió que, sin ir más lejos, don Alejandro Glencoe podía representar a los hacendados, (…). Nora Erfjord era noruega. ¿Representaría a las secretarias, a las noruegas o simplemente a todas las mujeres hermosas?
¿Bastaba un ingeniero para representar a todos los ingenieros, incluso los de Nueva Zelanda?”

La incapacidad de pensar a los políticos como capaces de representar la multiplicidad de invidualidades deja inactiva, para Borges, la posibilidad de la democracia. Sin embargo, es cierto que el individualismo y la ausencia de Estado se corresponden ajustadamente con el ideario del liberalismo económico, del que tanto su familia como sus amistades gozaban plenos beneficios.

Pero puede pensarse su postura como una reacción. El vienes pasado, Ricardo Piglia, durante una charla sobre el aniversario de la muerte del autor de Historia Universal de la Infamia, en Adrogué, aseguró que la poética de este escritor “se instituyó como antepuesta al realismo, al compromiso Sarteano de la literatura. Su literatura no refleja la realidad, sino que postula otra”, y remarcó que “de esa situación nacen los entreveros y acusaciones que recibe desde el sector de la crítica y de la literatura progresista” y conjeturó que “las actitudes de Borges se dan un poco como reacción a ese trato”.

En el caso de seguir el planteo de Piglia, Borges hubiera tenido que resignar su estética y su concepción del arte en favor de la coyuntura política para sosegar las críticas virulentas que pesaban en su contra. Pero procuró ser fiel a su individualidad y privilegiar la literatura fantástica, que era sólo frecuentada por un estrecho círculo de lectores. No fue una posición fácil de mantener.

Acaso haya sido ese individualismo el que lo imposibilitó de acompañar con su pluma las causas sociales colectivas de su época. Recordemos que fue un confeso y acérrimo opositor del peronismo, hecho que le valió su salida del cargo de Director de la Biblioteca Nacional y su confinación al cargo de Inspector de ferias de aves de corral. Ese acontecimiento fue, más allá de los actos de justicia que puedan ubicarse dentro del peronismo, digámoslo, una censura.

En un esfuerzo de la imaginación, cabe figurase qué cosas hubiera podido aportar a la realidad política una mente tan pródiga como la de Borges si se hubiera forjado un perfil de intelectual comprometido. Es simple inferir que su obra hubiera sido distinta.

Aunque tal vez más difícil sea imaginar, entonces, que sería de la literatura argentina sin el legado de su obra, tal como hoy la conocemos.

AUNO 24-08-11
AIC-HRC

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