Pan: el clásico de la zona sur

_Pan de cada día_ es un resultado implacable de la producción local. Una obra de teatro que lleva más de una década recorriendo la Argentina, Latinoamérica y el mundo. Además, multipremiada. Hoy es su última función del año en Nobles Bestias.

Dolores San Pelegrini

Lomas de Zamora, noviembre 13 (AUNO).- ¿Cuál es el pan de cada día que necesita una pareja para seguir apostando al amor? Con una narrativa abstracta y entremezclando metáforas, Pan de cada día se propone desde la no-palabra narrar la historia de una relación amorosa, con la actuación de dos integrantes de La Compasiva Teatro, Gabriela Pagés y Mario Marino, y dirección del actor y director Alfredo Badalamenti. Todos oriundos de la zona sur.

Multipremiada, transversal en la historia y con un relato en presente constante, Pan recibió en 2017 los premios a la mejor actriz, mejor director y al mejor espectáculo en la Fiesta Mundial de la Asociación Americana de Teatro de la Comunidad (AATC) en la costa de Florida en Estados Unidos. Además representó a la Argentina en el Festival “Dialog Tonson” en Noruega años anteriores y ser premiada muchas veces más.

Su nombre podría sugerir algo vinculado al pan como una necesidad primordial; el agua y la harina que lo motorizan todo. En este caso, gracias al encuentro entre estos dos ingredientes surge el amor de los personajes. El amor primero como un coqueteo y un juego físico que a lo largo de la obra se va matizando en múltiples formas.

Lo curioso es que en escena hay pocos elementos, pero los necesarios, para que el relato le escape a todo objeto y lo trascienda. Quizá por eso es que Pan traspasa momentos históricos y lleva más de una década expandiéndose ya que no ha necesitado anclarse en un tiempo u objeto específico. Esto explica que haya viajado a Estados Unidos, Noruega, Nicaragua y también por la Argentina: porque puede narrar más allá de lo físico y espacial de un lugar en particular.

Su relato crece entre la suma de imágenes, dos o tres melodías y el silencio como motor, con el cuerpo vivo de esta pareja que sí avanza en el tiempo y va constituyendo nuevos deseos o proyectos en el correr de la obra. Impacta que sólo sea cuerpo y no palabra, y que aún así la pieza no necesite más que eso para llevar al espectador por cada lugar común —o no común— de la vida amorosa.

Los personajes se conocen en la risa y el juego constante pero después al ir pasando la vida el mismo pan que los había unido, por momentos, los separa. En el amasar, con las infinitas maneras y formas que cobra esa acción, van narrándose los conflictos de cualquier relación amorosa, sus hábitos, las idas y vueltas, y el nacimiento de un hijo. Esa misma masa que en principio es amorfa cobra la forma de un nene que es fruto de todo lo vivido. El agua y la harina logran un rito casi perfecto para mostrar, si se quiere, todo lo llano de una relación sexo afectiva, pero también sugiere un trasfondo más profundo para el espectador que pueda pensarlo más allá.

Cuando nace el hijo viene con él un deseo casi imperioso de sus padres por señalarle el camino o las maneras a seguir, y la pareja comienza a romperse. Tanto es así que el hijo decide irse y quedan otra vez solos entre medio de todo ese caos que antes parecía felicidad. Cambia la melodía y con eso la situación. En un momento del espectáculo se produce un hecho disruptivo que le da un giro narrativo de 360 grados: es que Pan, también, se atreve a hablar de la violencia de género y puede hacerlo con el uso de tan solo un proyector y pura sugerencia corporal. La flexibilidad de la obra se encuentra en las infinitas formas de amasar —o no—, con pocos elementos: dos sillas, una mesa, un perchero, y eso es todo… pero mucho más.

¿Cuál es el ingrediente que alimenta entonces a esta relación que a pesar de todo sigue apostando al amor? También aparece en escena el deseo de casarse y con esto llegan después la decepción y la soledad, cuando ya ni el pan puede arreglar lo que se rompió. Se puede inmediatamente transportar este relato a la vida cotidiana; pensar si después de todo eso alguien seguiría —o no— confiando en el cariño como respuesta. Hasta puede parecer criticable que se sigan deseando los personajes, pero Pan es siempre actual, es presente constante, no queda vieja ni desactualizada; por eso sobrevive épocas y es transversal su relato.

Casi en el final, uno de los personajes trae dos máscaras a escena que proponen una sugerencia perfecta. Él se la coloca y le propone a ella que también la use. En consecuencia se produce un juego con los cuerpos nuevos que los objetos crean, pero al rato las abandonan… ¿El amor no está ahí, justo detrás de las máscaras?

*Pan se presenta hoy a las 21.30 en el Teatro de las Nobles Bestias (14 de julio 142). Es su última función del año.

AUNO-15-11-2019
DES-MDY

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