Murió Abelardo Castillo

Había nacido en 1935, en Buenos Aires. Vivió varios años en San Pedro. Escribió cuentos, novelas, teatro y ensayos. Admiró a Marechal. Había sido operado y sufrió una infección intestinal. El cuento _Los muertos de Piedra Negra_, relata la resistencia peronista a la Fusiladora del 55.

Horacio Raúl Campos

Lomas de Zamora, mayo 2 (AUNO) – El escritor Abelardo Castillo murió hoy a los 82 años en la Capital Federal a raíz de una infección intestinal después de que había sido operado, en un sanatorio porteño.

Jugador contumaz de ajedrez, dominó todos los géneros literarios y periodísticos. Había nacido en Buenos Aires el 27 de marzo de 1935.

Después vivió varios años en San Pedro, adónde se trasladó con la familia. En 1952, volvió a la ciudad donde nació.

Escribió cuentos, teatro, ensayos y novelas. Entre las de ese último género figuran El evangelio según Van Hutten (1999). A mi entender, una de las mejores de su cosecha.

Entre los mejores cuentos figura ‘Los muertos de Piedra Negra’, que relata en 1956 la resistencia peronista a la Fusiladora del 55.

Fundó y dirigió dos revistas literarias: El Escarabajo de Oro (1959-1974) y El Ornitorrinco (1977-1986), que circuló durante la última dictadura cívico militar.
En esa última se publicó una solicitada de las Madres de Plaza de Mayo, en 1981.

Los personajes de su literatura, por lo general, son creaciones con una alta movilidad, porque se mueven y se desplazan por calles de ciudades, el interior bonaerense o en las orillas de Buenos Aires.

Muy joven, a los 24 años, obtuvo el primer predio de un concurso organizado por la revista Vea y Lea, donde también dejó su marca Rodolfo Walsh, cuyo jurado lo habían integrado Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Manuel Peyrou.

“Siempre me han subyugado los tipos extremos, hablando estrictamente de la literatura. Pienso que a través de un personaje extremo, de una situación límite, uno encuentra una gran libertad para expresar lo que no piensa”, contó Castillo en una entrevista, citada hoy por el diario Página 12.

El escritor había sido durante un tiempo esclavizado por el alcoholismo, una adicción que logró abandonar.

“Durante años tomé mucho y en forma bastante consecuente como para saber, desde mí, qué es el alcoholismo como locura o como impulso de muerte. Hace ocho o nueve años que no tomo una gota, pero he tomado en cantidad suficiente como para ahogar una ciudad más o menos del tamaño de San Pedro”, confesó en otro reportaje.

Aunque largas de catalogar, sus fuentes literarias estuvieron en obras de Roberto Arlt, Poe, Schwob, Dostoievski , Tolstoi, Miller y Leopoldo Marechal, entre otros muchos.

Marechal

Una vinculación más real que ficcional que siempre estuvo semioculta es la admiración que sintió por el autor de Megafón, o la guerra: “Fue uno de los hombres que más quise, de una bondad extraordinaria”, aseguró.

Entre su mucha obra figura el libro Ser escritor, algo así como la preceptiva oficial de su cosecha acerca de la pedagogía sobre el cuento, y el autobiográfico Diarios (2014).

Entre los premios cosechados: Premios Nacional de Literatura por el conjunto de su obra, Konex de Platino y en 2007 fue galardonado con el Premio Casa de las Américas de Narrativa José María Arguedas por El espejo que tiembla.

La muerte de la literatura

En no pocos de sus textos está escrita la muerte como tema. Así fue que el 22 de enero último aseguró al diario La Nación que en los últimos tiempos: “Se han muerto muchos amigos”.

“Félix Grande el poeta, Carlos Fuentes, Laiseca, Piglia, China [Josefina] Ludmer. Antes Dalmiro Sáenz, David Viñas, Sabato. Arreció la muerte sobre la literatura argentina del siglo XX. Yo odio la muerte, la detesto. La vida es algo que sucede en un sentido. Todo lo que nace debería ser inmortal si aplicamos una lógica abrumadora”, señaló a ese diario.

AUNO 2-5-17

HRC

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