Jorge Julio López: símbolo de la lucha contra la impunidad

“Quizá con lo que le hicieron a mi viejo esperaban escarmentar a la sociedad, pero creo que fue un punto de partida”, reflexiona Rubén López, hijo de Jorge Julio López, quien desapareció el 16 de septiembre de 2006 luego de declarar contra el genocida Miguel Etchecolatz, condenado por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico militar.

Gabriel Dávila

Lomas de Zamora, marzo 23 (AUNO).- En la Plaza Moreno de La Plata, junto a la piedra fundacional de la ciudad y a metros de la Catedral, hay desde hace varios años una enorme imagen de Jorge Julio López, con su boina y su bufanda inconfundibles, dibujada sobre el piso. En la sede de la Universidad Nacional de La Plata, una gigantografía de su imagen interpela a cualquiera que pase por ahí: ¿A qué te podés acostumbrar?

López se transformó en la más presente de nuestras ausencias y, a la vez, en la más ausente de nuestras presencias. Ya había sufrido el horror de la última dictadura como detenido, hasta que fue liberado en 1979. Y hace casi doce años que se no sabe nada de él. Aún no cierra la herida que significa un desaparecido en democracia.

Su hijo, Rubén, está donde siempre, a 20 minutos en colectivo desde el centro platense, en su carpintería de toda la vida del barrio Los Hornos. Ahí estaba cuando el 27 de diciembre se enteró de que Etchecolatz iba a conseguir la prisión domiciliaria; ahí estaba hace poco días para festejar la revocación de esa medida. A esa misma carpintería, la familia de Jorge Julio fue a buscarlo en septiembre de 2006.

A pesar del paso de los años, para Rubén el tiempo sigue siendo una paradoja. Incluso cuando habla en presente, el pretérito y el futuro se mezclan y él lo hace con tal naturalidad que parece estar acostumbrado a sentir esa pausa eterna por una ausencia que no puede dejar atrás.

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“Encontrarlo con vida ya sabemos que es algo ilógico; sin embargo, no dejás de buscarlo en la calle, tenés la secreta esperanza de cruzártelo en una esquina, creo que eso no lo voy a perder nunca”, sintetiza Rubén a AUNO y agrega: “Cuando vivís una desaparición así, quedás como detenido. Te mirás en el espejo y vos envejeciste pero esa parte no, esa parte queda igual, como esperando algo, una respuesta”.

El retorno de Etchecolatz a la cárcel alivia, en parte, tanto dolor. El 16 de marzo, la Cámara de Casación Penal revocó la prisión domiciliaria del ex comisario bonaerense y dispuso que retornara a prisión por su participación en el terrorismo de Estado. “Fue un logro enorme de todos los que no bajaron los brazos en estos meses”, afirma Rubén.

“Nos enteramos de la presentación de la revocatoria por los abogados querellantes de la causa y la verdad es que me sorprendió que al otro día se le revocara y supiéramos que tenía que volver a la cárcel. En un momento tenía dudas, tenía temor de que no se lograra que volviera a prisión, pero estoy muy satisfecho por el logro”, explica.

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Los DDHH hoy
No hace mucho, Rubén descubrió que las redes sociales podían convertirse en una forma de expresión, más que nada para evitar que el nombre de su papá fuera utilizado en forma malintencionada: “Vi que gente que en la puta vida se preguntó por mi viejo, ni jamás fue a una marcha o llamó para preguntar, empezaba a comparar su caso con, por ejemplo, el de (Santiago) Maldonado, como si un desaparecido más hiciera a un gobierno más o menos culpable”.

El teléfono de Rubén no paraba de sonar durante los días en que la desaparición de Maldonado era tema nacional. “No me dejaban trabajar”, señala y confiesa que se siente “halagado” cuando lo llaman como referente sobre derechos humanos, aunque asegura que tal identificación le “queda enorme”. “Referentes son las Madres, las Abuelas; yo apenas si me encontré en una situación en la que nunca me hubiese gustado estar.”

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En cuanto a la actualidad de los DDHH en el país, admite que está “preocupado”, debido a que “los juicios vienen mal, se está armando un cuello de botella porque no se están nombrando tribunales orales y las causas se amontonan en un escritorio”.

Rubén participará este sábado de la marcha a 42 años del golpe de 1976: “El año pasado fue la primera vez que fui a una marcha del 24 de Marzo con la camiseta de mi viejo, cuando vi el atropello a los derechos humanos, lo mismo que fui a la marcha contra el 2×1 o a las marchas por Maldonado”.

Las noticias como olvido
“Cuando fue la primera desaparición de mi viejo, yo era muy chico, tenía 11 años. Pero hay cosas que no podés olvidar: la cara de los captores antes que me hicieran dar vuelta, no entender muchas situaciones. Cuando mi viejo volvió tampoco pude preguntar, ya que era el año ‘79 y por mucho tiempo seguimos en dictadura”, recuerda.

“Hace mucho que no hay nada” nuevo en la causa que investiga el paradero de su padre, se lamenta.

– ¿La sociedad hizo lo suficiente para que tu padre reapareciera con vida?
– Creo que nos acostumbramos demasiado rápido a lo de mi viejo, pero como nos acostumbramos a la AMIA, a la Embajada de Israel, a la voladura de fábricas militares. Las noticias se van tapando una tras otra y por ahí la velocidad nos hace olvidar que atrás de esas historias hay personas que sufren y esperan.

GD-GDF

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