De la pelea contra la dictadura de Mobutu a la lucha por derechos civiles en la Argentina

Sabrina Améndola “Yo pude salvar mi vida”, expresa Nengumbi Celestin Sakuma, el fundador del Instituto Argentino para la Diversidad e Integración (Iarpidi), la organización que busca facilitar la inserción e integración de miembros afro en la Argentina. Y cuenta su historia personal, muy ligada a la de la entidad. ¿Qué motivos lo obligaron a dejar […]

Sabrina Améndola

“Yo pude salvar mi vida”, expresa Nengumbi Celestin Sakuma, el fundador del Instituto Argentino para la Diversidad e Integración (Iarpidi), la organización que busca facilitar la inserción e integración de miembros afro en la Argentina. Y cuenta su historia personal, muy ligada a la de la entidad.

¿Qué motivos lo obligaron a dejar su país y por qué pensó en Argentina como posibilidad de progreso?

Llegué aquí en 1995 proveniente de la República del Congo. Allí era muy activo políticamente desde una oposición al gobierno dictatorial de Joseph-Désiré Mobutu, lo que llevó a diversas persecuciones y detenciones. La vida estaba en peligro y no se podía sostener más. Llegar a Argentina no fue una elección, sino la posibilidad que se me dio porque en Europa no se conseguía Visa. Pude salvar mi vida, muchas personas no pudieron salir y murieron dentro. Llegué a Argentina con 37 años, me instalé en Buenos Aires y en 1999 me casé con una argentina.

¿Qué fue lo que más le impactó al llegar a Argentina?

La situación es bastante difícil para alguien que viene de afuera, es complicado encontrar tu espacio en un país tan lejano al tuyo, ya que uno allá tenía amigos, familiares y aquí no tenía ninguna raíz para poder sostenerme. Cuando llegué encontré que el tema de la integración era sumamente difícil y que tanto los solicitantes de refugio como los refugiados no recibían ninguna asistencia del estado argentino. Solamente la Comisión Católica para Migraciones era la que daba, en ese momento, asistencia mediante un fondo proveniente del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que les permitía a los inmigrantes afro comprar mercadería y venderla en puestos callejeros.

En la actualidad su único trabajo se concentra en Iarpidi. ¿Qué sucedió en sus búsquedas laborales anteriores?

Tengo una licenciatura en Administración de Empresas y hablo tres idiomas. Sin embargo, conseguir trabajo es complicado. Desde mi llegada hasta 1998 recibí un subsidio del Acnur. Luego me las rebusqué dando clases particulares de inglés y francés. Desde 2000 a 2002 trabajé como administrativo contable, y después las cosas se complicaron. Estuve viviendo un tiempo en Australia e Inglaterra; y desde 2011 recibo una pensión por discapacidad, porque tuve dos infartos antes de salir de mi país y no puedo hacer trabajo pesado. Cuando vas a entregar curriculums muchos te miran como diciendo: “¿Usted va a trabajar acá?”, y no disimulan. Donde reciben los curriculums al tuyo lo miran, lo ponen a un costado y lo marcan con una cruz y eso es terrible. Ahora no me molesto más en buscar trabajo. Por la negación de darle trabajo intelectual a un negro terminé usando mis capacidades intelectuales en Iarpidi, y hacer de ella una institución de derechos humanos que promueva la verdadera integración profesional y académica de los afro.

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