Cuando la ansiedad se vuelve cotidiana

La necesidad de lograr el reconocimiento de los otros, la autoexigencia y un ritmo de vida cada vez más acelerado son los factores que determinan el incremento de este trastorno. Una psicopatología que afecta mayormente a las personas que tienen entre 20 y 40 años.

Iara Frías Campos

Lomas de Zamora, noviembre 20 (AUNO).- “Antes había que esperar tres meses para recibir una respuesta por carta. Ahora nos preocupamos cuando tardan más de cinco minutos en contestarnos un mail”, ejemplifica el sociólogo Rodrigo Romano para dar cuenta de cómo una simple situación cotidiana puede trastocar la estabilidad emocional de una persona.

La vorágine de los tiempos actuales genera consecuencias tanto para la salud física como mental. Reflejo de esta circunstancia son las cifras que grafican un aumento sostenido de los trastornos de ansiedad, en los últimos años. Una problemática que tiene a los ataques de pánico como una afección creciente entre jóvenes y adultos.

La psicóloga que integra el Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad (CEETA) Florencia Varela sostiene que “los trastornos representan entre el 60 y el 70 por ciento de las consultas ambulatorias psiquiátricas”. La mayoría de los casos se registran en personas que tienen entre 20 y 40 años.

Cualquier individuo es susceptible de padecer un trastorno de este tipo, ya que la ansiedad es constitutiva del ser humano. Sin embargo, existen etapas madurativas en las cuales determinados trastornos son más esperables. Por ejemplo, en la adolescencia y en la juventud, que es cuando la ansiedad social y los ataques de pánico suelen ser muy frecuentes.

El presidente de la Fundación Asistencia y Estudios Psicoanalíticos Argentinos (AEPA), Aldo Forno, afirma que el trastorno de ansiedad es un malestar que se presenta más en mujeres, con mayor frecuencia alrededor de los 20 años. También asegura que entre el 1 y 3 por ciento de las personas que lo sufren, tienen altas posibilidades de reincidir.

Las crisis de angustia severas son también denominadas como “ataques de pánico”, y una de sus principales características pasa por percibir un temor a la muerte. “Suelen afectar con mayor frecuencia a los jóvenes que se encuentran al borde de dar un paso en la vida que implica hacerse responsables de sus deseos y sueños”, explica Forno, que también considera importante señalar que “las adicciones precipitan estados que se identifican con este tipo de enfermedades”.

Los trastornos de ansiedad son predominantemente patologías de estos tiempos posmodernos, en los cuales la fugacidad, los abruptos cambios tecnológicos y las nuevas formas de relacionarse socialmente exigen una readaptación continua del sujeto. De este modo, surge la ansiedad como respuesta a “los miedos de quedar marginado. Es la frustración que conlleva el hecho de faltar al mandato de tenerlo y manejarlo todo para poder ser”, detalla Varela.

Asimismo, la psicóloga reconoce que “es una patología que responde a un estilo de vida que aprisiona al sujeto”. Diferentes momentos históricos y sociales pueden vincularse con la emergencia de diversas patologías. Hoy, son los trastornos de ansiedad, pero en los años ’70 fueron la depresión y la angustia.

Existen tres factores indispensables para que una persona desarrolle un trastorno de ansiedad. En primer lugar, la predisposición biológica o hereditaria; en segundo, un modelo educativo aprendido durante la infancia y, por último, un factor desencadenante.

“Una situación estresante de trabajo, un ascenso, una mudanza, el nacimiento de un hijo y hasta una enfermedad clínica crónica pueden actuar como disparadores. También cualquier otra crisis vital o traumática pueden provocar un trastorno de ansiedad”, enumera Varela.

El sociólogo Rodrigo Romano asegura que “hay un aumento de estos casos por lo apresurado del tiempo en el que se vive. De hecho, es un cuadro que casi no existe en poblaciones que habitan en zonas rurales o demográficamente poco pobladas.”

La psiquiatra Ana María Butrón señala que el 70 por ciento de los pacientes que llegan a su consultorio presentan ataques de pánico. “Se trata de episodios que irrumpen abrupta e inesperadamente, sin causa aparente y vienen acompañados de síntomas asociados al miedo, tales como hipertensión arterial, taquicardia, dificultad respiratoria, mareos e inestabilidad, sudoración, vómitos o náuseas, además de un nivel elevado de ansiedad y excitación fisiológica”. Butrón agrega que “generalmente, la crisis es acompañada por una percepción de irrealidad y de extrañamiento hacia el entorno”.

Los ataques de pánico no duran mucho pero son tan intensos que la persona afectada los percibe como muy prolongados. A menudo el individuo siente que está en peligro de muerte inminente y tiene una necesidad imperativa de escapar de un lugar o de una situación temida.

Varela y Forno coinciden al afirmar que “todavía son más las mujeres que padecen este trastorno”. El 62 por ciento de las consultas pertenecen a mujeres, pero cada vez son más los hombres que recurren a la ayuda terapéutica. Así, se observa un importante cambio en la predisposición a recorrer terapias psicológicas y psiquiátricas.

Las personas afectadas por estas patologías se encuentran impedidas de llevar a cabo su vida normalmente y una acción tan simple como viajar en subte para ir a trabajar, podría ser un obstáculo para el desarrollo de la cotidianidad. Por eso, resulta importante que frente a los primeros síntomas, las personas realicen una consulta con los profesionales para que les otorguen un diagnóstico adecuado y un tratamiento estabilizador.

Los tratamientos son variados y dependen del profesional al que se consulte. Los cambios en el estilo de vida, la implementación de medidas de educación y control del estrés son ejes claves en torno a los cuales debe girar un tratamiento. Varela destaca que “entre las opciones de tratamiento disponibles, la terapia cognitivo comportamental demostró ser eficaz para los diversos trastornos de ansiedad”.

Por su lado, Forno plantea que “deben tratarse con psicoterapia, y en muchos casos se necesita la asistencia de un psiquiatría y la aplicación de un sistema de acompañamiento”.

Desde la perspectiva de la psiquiatría, Butrón expresa que “de acuerdo a la gravedad del cuadro, la terapia farmacológica forma parte del tratamiento de primera línea para estos trastornos”. No obstante, resalta que en todos los casos, las terapias deben ser desarrolladas por un equipo interdisciplinario de salud integrado por médicos, psicólogos y acompañantes terapéuticos.

AUNO-20-11-13 EV
IFC-LDC

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