¿Cómo combatir las noticias falsas?

El contexto actual de circulación de información en las redes sociales plantea numerosas interrogantes sobre el antiguo dilema de las noticias falsas y los procesos de desinformación. Seis especialistas debatieron posibles soluciones a estas problemáticas desde una perspectiva académica, educativa y periodística.

Melanie Berardi y Martín Duré

El auge de las noticias falsas, la desinformación y el paradigma de la posverdad plantea más debates que soluciones entre académicos, investigadores y periodistas. Volver a los viejos valores del periodismo, poner en práctica la introspección y la empatía, así como la revisión del estado actual de la libertad de expresión son algunas de las propuestas y posturas adoptadas.

Estas perspectivas, entre otras, fueron analizadas en el seminario abierto que dictó la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), donde participaron referentes del ámbito de la comunicación, el fact-checking y la educación.

La problemática interpela con urgencia a los investigadores a partir del protagonismo de las redes sociales como un actor activo que “disputa el monopolio de la verdad y la construcción del poder” con los medios tradicionales, consideró Beatriz Busaniche, presidenta de la Fundación Vía Libre.

El investigador del CONICET Martín Becerra coincidió con “el condimento especial” que otorgaron las redes en este debate, los cuales “vuelven todavía más vulnerable el proceso de elaboración, verificación y circulación de las noticias”. “La desinformación no es culpa de internet, pero sí provoca la expansión de la información de manera masiva y veloz , por lo que sus efectos pueden ser globales”, señaló.

La solución a estas noticias falsas, conocidas como fake news , parece ser aún más intrincada que las relaciones de poder que las entrañan. Para Busaniche, *este concepto “otorga la idea binaria” de que las informaciones pueden ser sólo verdaderas o falsas. Esta definición también es el primer inconveniente enumerado por Becerra, quien calificó el concepto de “inestable”, porque conlleva grandes confusiones a la hora de pensar qué hacer con las noticias falsas y los procesos de desinformación.

El investigador sostuvo que otro inconveniente es la falta de consenso sobre qué es verdadero, qué es lo que puede circular y reproducirse. “¿Habría consenso en otorgarle a Facebook y Google el poder de policía sobre qué circula y qué no por las redes?”, se preguntó. Esto ya sucede con la puesta en marcha de “un algoritmo que muta según las políticas corporativas, al margen de los regímenes jurídicos de los países donde funcionan”, explicó.

“Esto es delicado en términos de libertad de expresión y no resuelve la desinformación. De hecho, estas compañías son las principales responsables de la comercialización de los datos personales de los usuarios por estrategias de difusión de noticias falsas”, cuestionó el docente.

Por otro lado, Becerra señaló que “las políticas de contención a la desinformación de los medios tradicionales no son aplicables a las plataformas de redes sociales”, debido a la especificidad de cada una de ellas.

El especialista advirtió que los reflejos rápidos para contrarrestar las fake news en las redes (donde se esparcen con mayor velocidad y menor control) no deben “tener consecuencias” sobre el derecho a la libertad de expresión en “quienes tienen menos recursos para ejercerlo, es decir, la mayoría”.

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La solución, ¿en manos de Facebook?

Otra de las representantes fue Laura Zommer, directora ejecutiva de Chequeado. Este año esa organización firmó un acuerdo con Facebook para verificar noticias, publicaciones e información, denunciada por los usuarios o identificada por el algoritmo diseñado por la red social.

“En una encuesta nos dimos cuenta que no estamos llegando al argentino promedio con nuestro trabajo de fact-checking. A través de Facebook, tampoco llegaremos pero sí nos garantiza que los usuarios sean notificados de que esa información que compartieron es falsa”, afirmó.

La red social penaliza a los usuarios que comparten publicaciones falsas e impide que puedan monetizar y promocionar sus publicación. Además, y quizás el punto más cuestionado por los especialistas, Facebook reduce la circulación del contenido que fue señalado como falso.

El algoritmo “pondera con criterios desconocidos”, pero pareciera apuntar a las publicaciones y noticias con “mayor engagement”.* También consideró que si bien esto no es la solución, el programa hace que “relajen ese único criterio y tomen otros”, aseguró Zommer.

Además explicó que, tras el surgimiento de Chequeado en 2010, el resto de los diarios no viró hacia el chequeo de información porque “hacer este tipo periodismo es caro”. “Los que generan noticias falsas, lo hacen más rápido, ponen el gancho de lo que empatiza con los usuarios y así ganan plata o poder”,* criticó.

El problema principal es cómo combatir las fake news. Desde Chequeado, la única certeza es la necesidad de mayor “más educación y pensamiento crítico”. “La solución no es desde Facebook o un grupo de personas”, puntualizó.

Un poco de introspección y empatía

¿La solución podría provenir de las ciencias exactas? La bióloga molecular Guadalupe Nogués cuestionó que la respuesta al dilema de las noticias falsas sea la educación, ya que muchas personas manifiestan “una resistencia” ante aquellos temas que no están en sintonía con sus creencias, a pesar de que haya fuertes consensos académicos al respecto.

“Más allá de la intencionalidad o no del mensaje, hay factores que propician que algunas personas crean en determinadas cosas, que las confunden a ellos y a los demás”, explicó. Esos factores son las creencias personales; los sesgos cognitivos; la tendencia a agruparse con grupos de pertenencia que comparten una identidad social; y la confusión sobre quién es un experto real.

Nogués señaló que la posverdad está detrás de todos estos factores, los cuales emigraron hacia la información. “Si nosotros tenemos información distorsionada es porque todos estos aspectos fallaron y porque la persona encontró información que refuerza su creencia”, aseguró.

Las redes sociales generan un “entorno de placer con efectos dañinos”: permiten la creación de “pequeñas tribus virtuales” y la censura de los usuarios que manifiestan ideas opuestas. Estas facilidades de “optimizar nuestro mundo de satisfacción” responden a una política corporativa, que es garantizar la permanencia de la persona en la plataforma.

“Para salir de esta trampa, la educación debe ser vista como pensamiento crítico. Tenemos que ser capaces de mirarnos a nosotros mismos y poner en duda la información con la que interactuamos. Es un trabajo individual que cada uno debe emprender y no es sencillo”, advirtió.

¿Un asunto periodístico?

El periodista y representante del Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) José Crettaz y el crítico literario Daniel Molina manifestaron posiciones contrapuestas sobre el rol del periodismo como herramienta para combatir la desinformación y las noticias falsas.

Crettaz aseguró que las investigaciones sobre los Panamá Papers y sobre la lista de aportantes truchos en la campaña de Cambiemos en 2015 son muestras de que “aún existe una vocación por informar de buena manera”. “Una de las soluciones que existen a las fake news es remitirnos al periodismo profesional”, indicó el periodista e instó a sus colegas a representar los valores que el Manual de Estilo de FOPEA enumera, como el chequeo de fuentes, la ética y la representación de todas las voces.

Molina, en tanto, rechazó esa postura al asegurar que el periodismo, tal como lo define su concepción del siglo XX, “está muerto”, a fuerza de una “revolución” provocada por cambios culturales. En ese sentido, definió que la verdad es la imposición de una creencia como única válida, en una forma de “autoritarismo que se ejerció desde el poder”, hasta que “alguien con un nuevo discurso político, se planta y lo desafía”. “Es lo que sucede hoy con las redes sociales”, sostuvo.

“No creo que el problema sea la verdad y la mentira, sino cómo se utiliza la verdad. El aparato de sentido social no tiene que recurrir a la mentira, sólo con decir la verdad parcialmente alcanza”, indicó Molina y destacó la importancia de la supremacía de la emocionalidad por encima de la racionalidad a la hora de debatir sobre las fake news y la posverdad.

AUNO-03-09-18
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