Anahí Benítez: las marcas de una ausencia

A cuatro meses de su asesinato, sus compañeros del ENAM la recordaron ayer como cada mes. La adolescente desapareció el 29 de julio y fue encontrada seis días después, muerta y violada en la Reserva Santa Catalina. La investigación no avanza.

Martina Jaureguy

Lomas de Zamora, diciembre 5 (AUNO).- No es un paisaje fuera de lo común ver pibes sentados en el piso con una guitarra, cantando y con las manos manchadas de pintura en Manuel Castro y Las Heras, en Banfield. No es nada raro tampoco ver cómo los afiches escritos a mano, con fotos y mensajes, llenan las rejas al frente de la Escuela Normal Antonio Mentruyt (ENAM). Tampoco hace falta pensar mucho para darse cuenta de lo que están haciendo: con sólo acercarse y ver la foto de esa chica de 16 años con pelo negro y sonrisa amplia todo cobra sentido.

Hace cuatro meses que Anahí Benítez apareció muerta. Sus compañeros de la escuela la buscaron durante una semana sin cansancio. Esos mismos compañeros que ahora cantan, pintan y escriben en su nombre, como todos los 4 de cada mes. La mayoría sonríe, pero no porque estén contentos: hay algo adentro suyo que se rompió hace tiempo y se fue con su amiga. “Ves a los compañeros con esa mirada de perdidos o de tristeza que no se les fue más. Podés estar sonriendo, cantando, estudiando, pero esa mirada no se te fue más. Es algo que nos marcó a la mayoría”, cuenta Quimey Barrera, de 13 años, con las manos rojas de témpera, mientras los demás chicos tocan una canción de fondo.

Los vecinos pasan y no prestan mucha atención a las guirnaldas y carteles de colores llenos de mensajes contra la violencia machista y los femicidios y con fotos de Anahí. Tampoco los padres que retiran a sus hijos de la primaria del colegio. Se limitan a mirar a los chicos de reojo, con mala cara, mientras ellos cantan temas de rock nacional a viva voz. Con una investigación estancada, sin avances ni nuevos detenidos, pareciera que los únicos que se interesan en recordar a la chica violada y asesinada en agosto son los pibes del ENAM.

Los chicos vienen organizando este tipo de actividades desde que se enteraron que su compañera había aparecido asesinada en la Reserva Santa Catalina, en Llavallol, el 4 de agosto. Pero el problema es que, mientras ellos buscan que la gente conozca y salga a reclamar por el crimen, cada vez el pedido de justicia y memoria se da más y más puertas adentro del colegio. Incluso, entre los estudiantes, el fervor de la primicia parece disiparse de a poco. “En todas las marchas después de la primera, el 5 de agosto, siempre ves a las mismas personas”, cuenta Quimey. “Y está bien en un punto, porque sabés que esas personas siempre van a estar, pero te duele que haya gente que se olvida o a la que le da lo mismo”.

Carteles para recordar a Anahí Benitez

En la vereda de la esquina de Las Heras y Azara, en uno de los extremos del colegio, los pibes son alrededor de 30. La mayoría de ellos compañeros o amigos de Anahí. En esa esquina hay un mural con la inscripción “tomo mis sueños por realidades, porque creo en la realidad de mis sueños”. Está desde hace varios años, y ahora los chicos decidieron renovarlo.

La inscripción y una mariposa rosa se quedan, con una capa nueva de pintura, pero el resto lo tapan con celeste. A la frase original le agregan, en otro sector, “hace por mí la revolución, y por todas las demás”. En un rincón de la pared, una chica traza en negro la silueta de pelo ondulado con una flor roja en la oreja, y un saco con solapas. Es una de las imágenes de Anahí más difundidas durante su búsqueda, y una de las que quedó para recordarla como ella se veía siempre: sonriente, amable, dulce.

La falta de esa sonrisa dejó un vacío en los pasillos y aulas del ENAM. “Era una piba que tenía un aura de felicidad, su sonrisa la distinguía”, la recuerda Quimey, que la había conocido este año cuando entró a la escuela. “No verla en los recreos, en las actividades, o en las reuniones, o verla salir con un cuadro toda manchada de pintura, es como que se nota. Tuvieras o no relación con ella, la notabas, su sonrisa resaltaba, era luminosa”.

Aunque sabe que no tiene por qué cuestionarse, la chica admite sentir un poco de culpa. Quisiera haber ayudado a su amiga. Pero se pregunta: “¿por qué no nos escuchan? ¿Cuántas pibas más van a tener que matar para que nos puedan escuchar de verdad?”.

Los chicos cantan, hacen bromas, sonríen, se divierten. Pero son conscientes de que todo eso lo están haciendo porque tienen una compañera muerta. Lo sienten. Les pesa. La “mirada perdida” no se va. “Lo que también vi en los últimos meses es el dolor que a pocos les pesa”, dice Quimey, que en los días en que Anahí estuvo desaparecida le pegó el grito a más de uno de sus compañeros de curso que se tomaban la situación como una broma.

“Vos notás las personas que realmente están mal, que un día tienen una sonrisa de oreja a oreja y que les nombrás a Ana y les cambia la cara. Yo la recuerdo, y recuerdo esos cinco días de desesperación de buscarla y después el dolor de enterarte que se encontró el cuerpo.” Quimey, sin embargo, como muchos de sus compañeros, prefiere recordarla con alegría: “Recordás verla sonreír en el pasillo y te duele, pero es un dolor ‘extrañamente hermoso’”.

Mural de Anahí Benitez

AUNO-05-12-2017
MIJ-MDY

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