Al rescate del tejido social

Un proyecto de ley que ampara a los clubes de barrio acorralados por sus deudas espera ser tratado en la Legislatura porteña desde marzo.
El éxito de la película Luna de Avellaneda, que rescata la dimensión social de las instituciones barriales, desembocó en una campaña de recolección de firmas para respaldar la iniciativa.

Por Elisabet Contrera

(AUNO-TERCER SECTOR*) La caja de lata golpeó sobre la cabeza del protagonista y cayó al piso desparramando uno a uno pedazos de su infancia. Entre sus autos de colección, figuritas y soldados de plomo apareció su carné de socio del club social y deportivo “#732;Luna de Avellaneda”#8482;. Tenía su foto de cuando era tan solo un pibe, con una sonrisa de oreja a oreja, imagen de los días felices que vivía en el club. Hoy como ayer, los clubes de barrio son un espacio recreativo y cultural para miles de chicos. Pero hoy más que ayer, la crisis económica hace peligrar su supervivencia.
La mayoría de los clubes barriales tiene problemas económicos y sortean contrarreloj subastas que ponen en riesgo su patrimonio físico e institucional. En su resguardo, una iniciativa presentada en marzo por el legislador porteño Milcíades Peña podría representar una primera solución.
El proyecto de ley determina que se declaren “#732;inembargables e inejecutables por el término diez años los bienes inmuebles de aquellas entidades que realicen actividades deportivas, recreativas o sociales; como así también los bienes muebles necesarios para el desarrollo de las prácticas deportivas, sociales, recreativas y administrativas”#8482;, dice el texto.
La tarea de luchar contra la desaparición de los clubes de barrio se complementa con la campaña de difusión denominada “#732;Salvemos nuestros clubes”#8482; lanzada hace unos días por el legislador porteño junto al director de la película “#732;Luna de Avellaneda”#8482;, Juan José Campanella, con el objetivo de juntar firmas en las entradas de los cines y clubes para que la comunidad pueda brindar su apoyo al proyecto.
“#732;El club barrial es una fuente de inclusión social donde se aprende a compartir objetivos y esfuerzos, se trasmiten valores solidarios, formas de cooperación y el sentido comunitario. Hay que ponerse la camiseta del club y pelear para que no desaparezcan”#8482;, afirma Peña, quien a su vez es presidente de la Comisión de Turismo y Deporte de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.
Según cifras oficiales, en la Capital Federal funcionan 350 entidades deportivas que han visto cómo se deterioraba su situación al compás de la crisis económica. A la disminución de sus ingresos, por la pérdida de socios, se le sumó el incremento de costos fijos, como servicios, impuestos y cargas provisionales, y la suba de los precios en muchos artículos que son necesarios y esenciales para el mantenimiento de sus instalaciones y de sus actividades.
A su vez, el proyecto prevé como sus beneficiarios directos aquellas instituciones que acrediten diez años de vida y fija el régimen de pago de la deuda asumida por el club. Las entidades que demuestren un ingreso de hasta 300 mil pesos al año deberán destinar el 15 por ciento de esa suma al pago de la deuda. Y si los ingresos superan esa cifra, deberán destinar el 25 por ciento de los mismos.
Para Peña son muchos los beneficios que aportan los clubes a la comunidad. “#732;Son una alternativa para miles de chicos que están en las calles, son una espacio para el fomento y el desarrollo de actividades culturales y deportivas”#8482;.
Históricamente, los clubes de barrio han prestado sus instalaciones en forma gratuita para que distintas organizaciones fundaciones, sociedades vecinales, escuelas, centros de jubilados lleven a cabo sus actividades. Lo mismo ocurre con las escuelas públicas que no tienen espacio físico para sus actividades deportivas y dependen de los clubes de barrio para poder dictar sus clases.
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Agencia Universitaria de Noticias y Opinión
Revista Tercer Sector

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