11 historias de pasión política y racinguista

En _Los desaparecidos de Racing_, Julián Scher rescata las historias de once detenidos-desaparecidos durante la última dictadura, unidas por la militancia política y su pasión por la Academia.

Gabriela Naso

Muchos años después de su desaparición por la última dictadura, Alberto Krug seguía como socio de Racing en los listados del club. Su madre, Rosa Ana Moltedo, se encargó de pagar cuota tras cuota para que, cuando su hijo regresara, pudiese volver a disfrutar de su pasión futbolera. La vida de Krug estaba marcada, además, por sus ansias de justicia social, al igual que la de otros jóvenes que el sociólogo Julián Scher rescata en Los desaparecidos de Racing.

La idea de realizar una investigación que relatara los “actos de vida” de estos hinchas y militantes surgió a mediado de 2015. Por entonces, Scher sólo conocía dos historias: la de Roberto Santoro, que corrió por Chacarita vestido con una camiseta celeste y blanca; y la del hijo de la presidenta de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, Taty Almeida, Alejandro, que compró una gallina blanca y la vistió con un lazo rojo para bromear a los de River.

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“A partir de esas dos historias, me propuse tratar de encontrar once, un número muy emblemático para el fútbol, porque significa la posibilidad de poder jugar en equipo. A partir de ahí, fue una cuestión de paciencia, de indagar en testimonios de familiares, de preguntarle a gente vinculada con Racing o con la política de esos años si conocían algún caso”, detalló Scher en diálogo con El Cruce.

A partir de los testimonios de familiares, amigos y compañeros, Scher reconstruyó otras nueve historias, en las que le propone al lector escuchar el grito descomunal de Diego Beigbeder cuando Oreste Osmar Corbatta acierta desde los doce pasos; sentir con Jorge Caffatti lo que significa pararse en la popular de la mano de un papá; y avanzar con Álvaro Cárdenas para aprender cómo se canta en la tribuna con el brazo extendido. El libro también invita a reírse del modo en que Jacobo Chester se filtra en la cancha para acercarse a sus ídolos; mirar a Dante Guede paseando por el Cilindro con su hija sobre los hombros; compartir el pedido que Gustavo Juárez le hace a un amigo para que le relate el partido del domingo; aferrarse al cielo con Osvaldo Maciel para certificar que Roberto Perfumo la puso en el ángulo; y llorar con Miguel Scarpato cuando el título se escurre entre los dedos.

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Hincha de Racing desde el primer minuto de vida, Scher utilizó al fútbol, en general, y a Racing, en particular, como una “hermosa excusa para arrimar a más gente” a temas de derechos humanos. “Aunque no esté hecha todavía la investigación, podemos suponer que a los compañeros desaparecidos hinchas de otros clubes les ocurría lo mismo que a estas once historias con Racing”, señaló el autor, quien también integra el Departamento de Prensa de Racing. Y remarcó: “Podrían ser hinchas de cualquier otro club y, de hecho, hay mucha gente vinculada a los derechos humanos o con Racing que entiende las historias en este sentido, donde Racing es una excusa, como, de última, el fútbol una excusa, porque se podría usar cualquier otra herramienta para intentar contar esto”. En ese sentido, afirmó que “el futbol es lo más importante dentro de lo menos importante”, parafraseando al campeón del mundo en 1986 Jorge Valdano.

Además de poner de manifiesto su pasión por Racing, Scher rescató la condición militante de los once detenidos desaparecidos. El autor señaló que existen “distintas maneras de hacer memoria. De hecho, quienes avalan la teoría de los dos demonios, sea la más vieja de la década del ochenta o las más nuevas, que son mucho más siniestras todavía por tratarse de un contexto histórico diferente, también construyen memoria de alguna manera, solamente que nosotros no estamos de acuerdo con ese tipo de construcción”.

“La condición militante implica una serie de prácticas sociales, de vínculos sociales, que son lo que el genocidio buscó destruir para refundar la sociedad en otros tipos de vínculos. Más allá de si se militaba acá o allá, o del tipo de militancia, el genocidio buscó destruir todo vínculo social fundado en la solidaridad y en la posibilidad de contestar o de oponerse a determinado tipo de discurso o de prácticas”, reflexionó Scher. Y aseveró que “desde la simple condición de víctima no se entiende muy bien, o parece casi aleatorio, cómo el genocidio construyó ese otro, ese grupo nacional, al que buscó exterminar de forma material. Es interesante rescatar la condición militante para entender qué es lo que el genocidio buscó borrar”.

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A más de treinta años del retorno a la democracia, el autor puso el foco en que aún hay sectores de la sociedad en los que “sigue abierta la discusión de si fue genocidio, terrorismo de Estado o si fue una guerra”. “Tanto en contextos más desfavorables, como este, o en contextos más favorables para las políticas de Memoria, Verdad y Justicia, creo que en ningún momento hay que bajar los brazos”, sostuvo.

Para Scher, el deporte, en general, pero sobre todo el fútbol, “que tiene una capacidad de cautivar en la Argentina y es una identidad afectiva muy potente para millones de personas, contribuyó poco o menos de lo que podría haber hecho” en la construcción de Memoria, Verdad y Justicia. “Para lo que genera el fútbol en términos económicos, comunicacionales y afectivos, su aporte me parece que es poco y una comprobación de eso es que no hay casi nada hecho entre clubes y dictadura”, opinó Scher, tras señalar el trabajo de algunos clubes, como All Boys, Argentinos Juniors, Gimnasia y Esgrima La Plata y Defensores de Belgrano, y destacar el libro del escritor y periodista Gustavo Veiga Deporte, desaparecidos y dictadura.

A partir de las anécdotas que surgieron durante la investigación, Scher comenzó a pensar a los clubes como víctimas del genocidio. La historia de Alberto Krug motivó la siguiente reflexión: “Si en Argentina los clubes son asociaciones civiles sin fines de lucro, cuyos únicos dueños son sus socios, y nosotros podemos tener la certeza de que los clubes tuvieron socios desaparecidos, entonces, les achica el margen para decir que el genocidio ocurrió en otro lado y ellos no fueron víctimas”. “Si vos tenés miembros legales de tu institución desaparecidos, pasás a ser víctima del genocidio”, remarcó Scher y planteó que “ese argumento conceptual tiene que ser usado, no sólo para reprocharles a los clubes lo que no hicieron, sino como una puerta a todo lo que pueden hacer a partir de asumirse como víctimas del genocidio, al igual que tantas otras instituciones”.

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Los desaparecidos de Racing (Grupo Editorial Sur) se presentó a mediados de junio en Deportea y congregó a Taty Almeida; la presidenta de la Mesa por la Memoria de Avellaneda, Tota Guede, y al futbolista Luciano Aued, entre otros. “Es motivo de otra investigación preguntarse por qué otras actividades que sí son masivas, pero no tanto como el fútbol, como la música, la literatura, el cine y el teatro, si han hecho aportes mucho más significativos”, enfatizó el autor. El interrogante sobre el pasado del fútbol argentino, sus responsabilidades y complicidades durante la última dictadura cívico-militar queda a la espera de alguien que desee tomarla y se anime a responderlo. “Es mucho lo que se puede hacer –aseguró Scher–, porque la pelea de sentido por entender lo que pasó en Argentina está todavía abierta.”

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